Me pregunto si somos conscientes de las consecuencias de nuestros actos lingüísticos. Pienso que no demasiado. Pero ¿qué entendemos por actos lingüísticos? Aquellos a través de los cuales formulamos afirmaciones, declaraciones, promesas u ofertas. En realidad, todo el lenguaje está compuesto por una de esas cuatro manifestaciones.
No es la primera vez que digo que el lenguaje no es inocente, como muy acertadamente sostiene Rafael Echeverría. Todo lo contrario, cualquier acto que se formula a través del mismo nos concierne y nos compromete. Perdemos la inocencia en cuanto abrimos la boca porque o bien nos posicionamos a través de afirmaciones, nos retratamos con declaraciones o empeñamos nuestra palabra con promesas u ofertas. Como digo, no hacemos otra cosa en cuanto hablamos.
Aunque todo esto es un mundo, hoy quisiera detenerme en dos tipos de declaraciones básicas pero muy fuertes que todo ser humano formula muchísimas veces en su vida: sí y no.
El “no” es una de las declaraciones más importantes que un individuo puede hacer. A través de ella se asienta tanto su autonomía como su legitimidad como persona y, por tanto, es la declaración en la que, en mayor grado, comprometemos nuestra dignidad.
En muchas ocasiones, el precio de decir “no” es alto y depende de cada uno pagarlo o no. Muchos de nuestros héroes, muchos de nuestros santos, son personas a las que admiramos porque estuvieron dispuestas a pagar con sus vidas el ejercicio de este derecho.
La importancia de decir “no” en nuestra vida cotidiana es altísima. Cada vez que consideremos que debemos decir “no” y no lo hagamos, veremos nuestra dignidad comprometida. Por otro lado, cada vez que digamos “no” y ello sea pasado por alto, deberíamos considerar que no hemos sido respetados.
Esta es una declaración que define el respeto que nos tenemos a nosotros mismos y que nos tienen los demás. Por ello, cabría preguntarse si somos conscientes del respeto que generamos (si somos de fiar) o cuál es nuestra autoridad moral.
El “sí” es más traicionero. En nuestro mundo entendemos que cuando no decimos “no” estamos diciendo “sí”. Ya sabéis, eso de que quien calla otorga. Sin embargo, hay un aspecto extremadamente importante con respecto al “sí” que vale la pena destacar. Se refiere al compromiso que asumimos cuando hemos dicho “sí” o su equivalente “acepto”. Cuando ello sucede ponemos en juego el valor y respeto de nuestra palabra.
Pocas cosas afectan más seriamente la identidad de una persona que el decir “sí” y el no actuar coherentemente con tal declaración. Un área en la que esto es decisivo es en el terreno de las promesas.
Precisamente por la fuerza de estas declaraciones y su carácter unívoco, hemos desarrollado una serie de válvulas de escape. De acuerdo que decir “sí” o “no” son actos en los que no caben matices y que nos comprometen, pero para eso hemos inventado los matices “sí, pero”, “no, en estas condiciones” o el más común “depende”.
“Depende” es una formulación ambigua que trata de evitar el compromiso. Si digo depende ante una afirmación cerrada, por ejemplo, “hoy es lunes” quiere decir que no he formulado bien mi afirmación. Hoy es lunes aquí, pero en alguna parte del mundo ya es martes. Si digo depende ante una afirmación más abierta, por ejemplo, “los neumáticos son muy caros” significa que eso será cierto o no a partir de lo que yo o el otro considere “caro” porque ese es un concepto relativo.
En realidad, todo es parte de lo mismo. Cuestionar toda afirmación o declaración de los otros o de poner condiciones al cumplimiento de algo a lo que somos requeridos. No me extraña que se diga que vivimos en el tiempo del relativismo.
Hola Josep:
ResponderEliminarAsí es , vivimos en la época del relativismo y día a día vemos como el si o el no es un depende. Y todo quizás, por lo que apuntas de "evitar" o "jugar" con el compromiso o, lo más posible no es que sea relativismo sino más bien miedo al mismo.
Un abrazo
Por supuesto que el lenguaje no es inocente, por lo menos el de las personas adultas. Al fin y al cabo, es una de las formas que tenemos de comunicar lo que somos y eso incluye también nuestra pérdida de inocencia. No sé si eso es bueno a malo, pero es inevitable.
ResponderEliminarCon lo que no estoy tan de acuerdo es con que la ausencia del "no" sea equivalente al "si". Excepto en ciertos casos de conductas deshonrosas o incluso delictivas en que el silencio puede ser interpretado como un consentimiento tácito, en general no creo que callar sea lo mismo que consentir. Callar puede ser también un ejercicio de prudencia y responsabilidad. Y si me apuras, te diría que en un país como el nuestro en que los bulos y desinformaciones malintencionadas están tan a la orden del día, callar puede ser para muchos un simple acto de salud mental.
Un abrazo,
Hola Josep:
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que "sí o no" son respuestas contundentes que van aparejadas a sus consecuencias y, por tanto, conllevan un alto grado de responsabilidad al pronunciarlas.
Tal vez, apuntaría que dichas respuestas sólo se deberían dar cuando la pregunta estuviera a su altura, es decir, cuando fuera igual de consecuente.
A una pregunta tipo "Martínez, ¿qué le parecería a Ud. que se le rebajaran dos horitas de su jornada este mes y el que viene Dios verá?". La respuesta debería ser "Depende".
Si quieres saber mi verdadera respuesta, no formules la pregunta así.
"Martínez,¿acepta Ud. una rebaja de dos horas en su jornada?"
"Sí" o "No" (respuesta aparejada a sus consecuencias).
"¿Vas a ir al cine?" ... "Sí o no".
Creo que la relatividad en la respuesta es más alta cuanto menos responsabilidad directa hay en la pregunta.
Si lo que se pregunta "depende" directamente de uno, hay muchas más posibilidades de contestar con un monosílabo.
"Te doy mi palabra", sí que era una respuesta de "compromiso".
Un beso, Josep
Hola Joseph, es una entrada muy actual. Signo de los tiempos que vivimos.
ResponderEliminar“Cualquier acto que se formula a través del mismo nos concierne y nos compromete”
Ambos me parecen importantes. Saber decir no, cuando realmente es necesario, y decir si cuando estamos seguros de poder cumplir con nuestra palabra.
El problema actual es que no somos consecuentes con nuestra forma de pensar cuanto menos con nuestra palabra dada.
Se lleva “ Donde dije digo, digo Diego, como la cosa más normal del mundo.
Un abrazo
Hola Fernando:
ResponderEliminarSea por lo que sea, algo en nuestro interior nos dice que debíeramos haber dicho sí o no, en lugar de quizás o depende. Rehuimos el compromiso en cualquier forma que se nos presente, y no será porque no sepamos cuando toca mojarse.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Hola Astrid:
ResponderEliminarPienso que el lenguaje o mejor dicho, su uso, hece de nosotros seres adultos. Como dices, no sé si para bien o para mal porque antes de la edad adulta no tenemos dificultad en usar correctamente el sí o el no.
Precisamente porque la ausencia de un no no equivale a un sí, a pesar de que el refranero y muchos comportamientos sugieran lo contrario) es por lo que deberíamos ser capaces de marcar con un poco de claridad nuestras posturas.
Otra cosa es la que apuntas. A veces, no decir ni sí ni no es un síntoma de salud mental... en una sociedad enferma, claro.
Muchas gracias por aportar tu punto de vista.
Un abrazo.
Hola María:
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. Un sí o un no es lo que corresponde a una petición bien formulada, algo que por lo general, no es tan común como cabría pensar.
Los ejemplos que pones son correctos (al menos, a mí me lo parecen. Y en cuanto a las fórmulas de compromiso, ahí sí que tenemos un amplio muestrario que incluso de manifiesta con intensidad creciente. Por ejemplo, "lo prometo" no es tan intenso como "te doy mi palabra" que mencionas e incluso por encima de estas estaría "lo juro" aunque claro, esa tiene otras connotaciones.
Muchas gracias por tu aporte.
Un beso.
Hola Katy:
ResponderEliminarTiene razón en que es muy frecuente apearse de los compromisos adquiridos y lo malo es que eso ya casi no merece reprobación. En este sentido, desde el siglo de Oro hasta bien entrado el siglo XX, fueron épocas en las que la palabra dada valía algo. Ahora fíjate en los clausulados de los contratos cuya mayor parte son la enunciación de las penas del infierno por incumplimiento y a pesar de ello, en la mayor parte de litigios justos estos no llegan a condena por "defectos de forma".
¿Será que tenemos lo que nos merecemos?
Muchas gracias por tu contribución al debate.
Un abrazo.
Hola, Josep:
ResponderEliminarQuizá la palabra 'no' sea la más importante de nuestro vocabulario, porque sirve para poner límites, para dejar muy claro hasta dónde estamos dispuestos a permitir.
El lenguaje, en general, es muy delator, como ya aseguraba Nietzsche, que además de uno de los más grandes filósofos de la historia, fue también filológo.
Un abrazo
Hola Josep:
ResponderEliminarNo puedo dejar de acordarme de aquella peli de James Bond, creo que la última que hizo Sean Connery, que se tituló "nunca digas nunca jamás", precisamente porque el buen hombre, al terminar la anterior, había dicho que ya no volvería a interpretar a Bond. Claro, ofrecieron un montón de pasta y el hombre no pudo decir que no. El título, ni pintao.
Un abrazo.
Tienes mucha razón, el precio d eno ser asertivo y no poder decir no cuando debiéramos hacerlo, es a la larga muy grande.
ResponderEliminarBesos si, Besos
Josep,cuando hay base y principios el "si y el no" son claros,coherentes y prácticos,conllevan una reflexión y un compromiso.Si por el contrario falta la base "todo es relativo"y "todo depende"del momento,del ánimo,de las circunstancias...etc.
ResponderEliminarHas tocado el "soterrado tema de los principios y valores humanos,simbolizados en la síntesis linguística del "si y el no".
Mi felicitación por el tema y mi abrazo,amigo.
M.Jesús
Hola Josep!!
ResponderEliminarTiene tanta fuerza el "sí" y el "no" que nos influye hasta en nuestro crecimiento y educación.
Te pueden atiborrar con el "no" y se puede llegar al miedo, ansiedad y demás síntomas que frenar nuestro progreso en nuestra actituddese que nacemos.
Con el "si" es diferente, no por eso puede resultar peligroso y crear una atmósfera a tu alrededor eufórica y no del todo sincera.
Josep, es un tema peliagudo, interminable y con millones de vertientes que pueden concluir en que todo y, absolutamente todo, influye en nosotros.
Un abrazo y me posiciono.
Sí, escribes muy bien.
Hola Fernando Solera:
ResponderEliminarEn efecto, Nietzsche fue un gran filólogo además de filósofo y le interesó mucho lo que por entonces se llamaba "los actos del habla". Antes se consideraba el lenguaje como algo meramente pasivo en el sentido de descriptivo pero esa idea ha ido cambiando con el tiempo y ahora se considera que el lenguaje es activo, cambia las cosas en tanto que cuando hablo puedo hacer declaraciones que cambian la realidad actual.
Decir "no" es la máxima expresión de la libertad y responsabilidad humana y por ello empeñamos en ello mucha parte de nuestra credibilidad y respeto hacia los demás y también hacia uno mismo.
Muchas gracias por tu aportación.
Un abrazo.
Hola Javier:
ResponderEliminarMuy bien traido el argumento. Nunca digas "nunca jamás" fue motivo de una entrada en este blog hace ya de eso muchos meses. Ahí decíamos "nunca" es demasiado tiempo. Lo mismo que "siempre" porque las circunstancias de la vida nos cambia.
Ahora bien "sí" y sobre todo "no" tienen que ver con el momento actual y son auténticas expresiones de libertad y de responsabilidad. Nos cuesta mucho decir "no" por lo que tiene de negación de toda posibilidad y porque cierra un camino. Normalmente el "no" tiene que ver que algo que yo podría hacer si quisiera mientras el "sí" nos habla de la disposición a hacer algo para otros, pero eso ya es otro tema y no me enrollo más.
Muchas gracais por tu comentario.
Un abrazo.
Hola Myriam:
ResponderEliminarCuando no decimos "no" y deberíamos haberlo hecho asumimos una carga que nos pesa durante mucho tiempo y nos recuerda a cada paso nuestro error. No es infrecuente que pasado el tiempo a los que no le dijimos "no" tengamos que reconocer que nos equivocamos.
Un abrazo.
Hola Majecarmu:
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo. "Depende" y "todo es relativo" normalmente encierran otras connotaciones normalmente dilatantes en nuestro compromiso.
A pesar de todo, no sé si estás de acuerdo conmigo pero cuesta mucho más decir no que sí.
Un abrazo.
Hola David:
ResponderEliminarEs verdad que cuando recibimos un no reiterado produce frustración reiterada. En el ámbito educativo eso tiene mucho predicamento porque el no aconstumbra a marcar limites y disciplina. Hay toda una cultura del no.
Por otra parte, hay toda otra cultura basada en el sí que, como indicas, no tiene por qué ser necesariamente buena justamente por lo contrario.
De esa forma "sí" y "no" tienen significados positivos y negativos y lo verdaderamente catastrófico es usarlos cuando no debíamos hacerlo.
Muchas gracias por tus palabras y comentarios. Me ha alegrado volver a verte por aquí.
Un abrazo.
Hola Josep
ResponderEliminarVoy a ser simplista....
Nacemos con el "no", crecemos con el sí y terminamos suplicando el noooooo!
Un abrazo
No me gusta llegar al punto en que todo es "relativo", el "depende" en un intercambio de opiniones, en una conversación entre amigos, tampoco me gusta. Creo que existe un momento de compromiso, de verdad, en el que el sí, no necesita un depende...
ResponderEliminarEl no, es más complicado, pero cuando se dice NO con seguridad, es algo impagable.
Un beso
Hmmm
ResponderEliminarY yo que le digo tantas veces a mi hija:
Ya veremos...
;)
Hola JLMON:
ResponderEliminarA eso, los orientales le llaman el ciclo sin fin, jeje.
Un abrazo.
Hola Camy:
ResponderEliminarEso de lo relativo, depende, quizás, ya veremos, puede, no te digo que no, si es que no te falta razón pero, etc. son parapetos lingüísticos en los que se esconde no tener que decir sí o no.
La sutileza del lenguaje es un refinamiento lleno de trampas de adormidera en el que unos y otros nos dejamos embaucar más de lo que debiéramos.
Muchas gracias por tu comentario.
Un beso.
Hola Gabi:
ResponderEliminarPues ya sabes, con el tiempo te será demandado.
;-)
Un abrazo.
Pues yo creo que lo relativo es acertado. Me explicaré. Más allá de los valores absolutos, las definiciones exactas, los conceptos súper claros y contundentes, hemos descubierto que no todo es ni tan blanco ni tan negro, vamos que tiene matices, y que estos cuentan, por lo que opino, que relativizar es bueno, abre una vía de comunicación confusa, extensa, y ese lado oscuro es un lugar común, en el que todos, podemos encontrar nuestro sitio. Eso si con matices. Buena noche y mejor digestión. Saludos D. Josep.
ResponderEliminarHola A. Morales:
ResponderEliminarNunca he puesto en duda la riqueza y los matices derivados de las sutilezas del lenguaje, en absoluto. Siempre, claro está, que no sean usadas para no comprometerse que, me temo, es de uso frecuente.
La naturaleza humana, como bien sabes, es compleja, prolija, inconmensurable en su expresión y abierta a toda posibilidad, pero cuando hay que mojarse, hay que mojarse.
Buen viento, navegante.
Un abrazo.