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9 de enero de 2012

Soc un arbre nu. Soy un árbol desnudo



Hoy hace una semana que Pepe (Josep para vosotros) dejó este mundo terrenal en el que tanto había disfrutado y que también le había hecho sufrir. Como hombre intenso, no ha pasado nunca desapercibido y ahora yo -que no he aparecido casi en su blog- quiero compartir con vosotros unas palabras suyas que estaban en su fondo de pantalla y que escribió a finales del 2010 dentro de unos días muy especiales para él.

Entended este post como un nuevo mensaje suyo para vosotros, sólo que en este caso no será posible que responda a vuestros comentarios.

Itzi

Soc un arbre nu

Abans que acabi el dia
M’haureu perdut de vista.

Soc com una muntanya blanca i verda,
Vestit i nu al mateix temps.

Abans que el sol s’amagui serè de tornada
A una vida que conec però amb la que em relaciono malament.

Però em dureu a la càmera de les vostres retines
I aquest serà un lloc on tornarem de tant en tant,
Potser cada dia.

Els arbres nus mai no deixem de ser arbres
I no per això perdem la nostra naturalesa.
Així nu com ells torno a casa. Nu i ple de saba
Que recorrerà les meves venes els dies que han de venir.

Tornaré. Ja torno.


Soy un árbol desnudo

Antes de que acabe el día
Me habréis perdido de vista.

Soy como una montaña blanca y verde,
Vestido y desnudo al mismo tiempo.

Antes de que el sol se esconda estaré de vuelta
A una vida que conozco pero con la que me relaciono mal.

Pero me llevaréis en la cámara de vuestras retinas
Y éste será un lugar donde volveremos de vez en cuando,
Quizás cada día.

Los árboles desnudos nunca dejamos de ser árboles
Y no por eso perdemos nuestra naturaleza.
Así desnudo como ellos vuelvo a casa. Desnudo y pleno de savia
Que recorrerá mis venas los días que tienen que venir.

Volveré. Ya vuelvo

28 de septiembre de 2010

Tribulaciones de un pequeño empresario



En unos días veremos las consecuencias de la huelga general anunciada para mañana. Como leía hoy en un periódico, lo único seguro es que todas las partes habrán ganado, y cuando alguien gana, otro pierde. Esta huelga general se convierte en una metáfora que viene a decir que nadie cree que sea una buena solución al mismo tiempo que nadie se atreve a cuestionar que se deba hacer, lo que convierte ese bucle en una situación inédita en este país.

Uno de mis futuros clientes ha tenido la ocurrencia de que nos veamos mañana, pero no en su oficina sino en un céntrico hotel de una ciudad de provincias que he visitado más veces en un año que en toda mi vida. Es un encuentro informal y exploratorio, cierto, pero anda que no hay días en el año y tiene que ser mañana, dando por supuesto que no me sume a la huelga. Deduzco que es uno de los que creen que la huelga es un derecho de gente que está en otro plano, que juega en otra división. Por otra parte, igual ha decidido que esa gimkana a la que me somete es una auténtica prueba de selección de proveedores y tal como están las cosas, como para decir que no. En consecuencia y como tengo bocas que alimentar e incluso puede que algunas de ellas mañana estén en huelga, acudiré a la cita con lo cual ya aclaro que no la haré.

Salvado este obstáculo, relato lo que tendré que hacer para llegar a la cita. En primer lugar, queda descartado el uso de transporte público por aquello de que los servicios mínimos seguro que no coinciden con los horarios en los que debo moverme, así que tendré que desplazarme por mis medios. Dado que tengo que usar la autopista, puede presentarse varias situaciones, una de ellas es que los peajes estén bloqueados por piquetes –por supuesto- informativos y no pueda pasar. Claro que también es posible que mañana haya barra libre de peaje, cosa que no creo.

Además, tengo la mosca tras la oreja porque he pinchado dos veces en dos días y ando sin rueda de repuesto. Si pincho, dudo que la grúa acuda en mi auxilio. Y ahora me acabo de acordar de que igual llevo el depósito a medias y si es así no podré repostar. Maldita sea.

Suponiendo que salve todos esos obstáculos, aún me quedará llegar al lugar de la cita a la hora convenida. Es en la plaza más céntrica de esa ciudad, así que casi seguro que estará animada todo el día con huelguistas triunfales que imposibilitarán el tráfico. Es lo que yo haría si fuera huelguista que ya he dicho que no seré, pero bueno. Tal vez incluso me cueste encontrar aparcamiento, pero si dejo el coche aparcado a una cierta distancia tampoco tendré autobuses que me acerquen.

Ahora supongamos que salvo todos esos obstáculos y que el resultado de la cita sea un "muy interesante, pero ahora no es el momento. Quizá un poco más adelante". Y ahora el camino de regreso con todas las interrogantes de nuevo abiertas (gasolina, pinchazo, peaje, etc.). Si todo va bien llegaré a casa a eso de las nueve de la noche y si no, mucho antes.

Este mediodía le contaba estas disquisiciones a Jesús, mi camarero de cabecera, y me ha dado la solución: póngase una pegatina de CC.OO. en la solapa y otra en el coche. Seguro que no le ponen problemas. Ya, pero es que tengo que ir con traje y corbata. Igual que Fernández Toxo, me ha replicado guiñándome un ojo. Y creo que no le falta razón.

En los próximos días os cuento cómo acabó el tema.

21 de mayo de 2010

La fábula de Aspa


Cuenta la leyenda que en un lejano país hace muchos años nació un enano con cuatro piernas. Tal asombró causó entre los lugareños este prodigio que, lejos de aislarle y tratarle como a un leproso, vieron en él una señal de cielo y le colmaron de todos los honores imaginables. Sus padres, que habían pensado seriamente en estrangular al recién nacido para que no supusiera una carga inútil y una boca más que alimentar, se vieron inesperadamente recompensados con todo tipo de agasajos de los lugareños hasta el punto que incluso costearon para ellos una vivienda dentro de las murallas de la ciudad que, si bien no era lujosa, al menos era sobradamente digna si la comparamos con el chamizo donde vivían a orillas del río.
En su nueva morada, la madre del niño raro le sacaba todas las tardes al balcón para mostrarlo a sus vecinos y que se extasiaran viendo como gateaba con soltura o trepaba a la silla de su madre con pasmosa facilidad incluso antes de dar sus primeros pasos. Cuatro piernas son de mucha ayuda para semejantes proezas, se decían unos a otros y empezaron a llamarle Aspa.
Así transcurrió su infancia, a la vista de todos. Conforme fue creciendo estaba tan acostumbrado a ser el foco de atención que no se le hacía raro ver congregada a la muchedumbre bajo su balcón todas las tardes hasta la caída del sol o incluso más tarde. Si por casualidad el frío o la lluvia impedían esa cita diaria, el niño se impacientaba y refunfuñaba a su madre que también lo lamentaba, porque junto a las visitas recibía constantes regalos de comida, telas y otros enseres de forma que, a pesar de no tener dinero, no les faltaba de nada e incluso les sobraba.
Al llegar a la edad en que los niños dan el tirón él se quedó corto porque para eso era enano. Al principio no fue un problema porque nadie le hacía de menos, pero pronto se dio cuenta de que él era distinto, y no por tener cuatro piernas cuando los demás tenían sólo dos, sino porque debía acostumbrarse a mirar hacia arriba, ahora ya no sólo a los adultos sino también a los niños que hasta hacía poco eran de la misma o parecida altura. Antes de eso no se había sentido distinto a nadie a pesar de que lo era y mucho.
Conforme Aspa crecía –es una forma de hablar- su carácter iba tornándose cada vez más retraído. Ya no le apetecía mostrarse en el balcón ni tampoco quería salir a la calle sino que pasaba las horas muertas en su habitación sin dedicarse a nada útil, dejando pasar el tiempo hasta que llegaba la cena para luego acostarse y así un día tras otro.
Un día de principios de verano llegó una terrible noticia. Mientras el rey se encontraba de visita en un reino vecino con el que había firmado una alianza, un ejército enemigo sitió la ciudad que sólo contaba con una pequeña guarnición para su defensa. Si no se daba aviso al soberano para que regresara cuanto antes con sus tropas todo estaría perdido. El único recurso era que alguien pudiera salir sin ser visto y corriera tanto como pudiera en busca de ayuda.
Los miembros del consejo se reunieron para deliberar pero no contaban con que Aspa se presentara voluntario para la peligrosa misión porque era menudo y podría camuflarse entre la hierba alta y además estaba muy bien dotado para la carrera gracias a sus cuatro piernas. Aspa era la solución.
Avanzada la noche metieron al enano en una cesta que deslizaron con una cuerda por la parte más agreste de la muralla. Aspa se sentía muy animado a pesar de los peligros que corría pero sentía que el destino de su pueblo estaba en sus manos así que, en cuanto tocó tierra, echó a correr sin desmayo tanto como le daban sus menudas piernas hasta que unas cuantas horas más tarde pudo pedir ayuda a un caballero para que le acercara donde estaba su rey.
El rey escuchó el mensaje que Aspa le traía y sin perder un instante se puso en marcha con su ejército al que se unió el de su aliado derrotando por completo al enemigo al cogerle por sorpresa. Una vez estuvo la ciudad a salvo se hizo una gran fiesta en la que Aspa fue el principal protagonista, esta vez porque gracias a su arrojo les había salvado de una derrota segura. En un momento dado, uno de los nobles se acercó al enano y le pidió que le acompañara porque el rey quería hablar con él en privado. Aspa se sorprendió de que el rey le llamara pero accedió cómo iba a negarse a la voluntad de un rey victorioso.
Te debemos mucho, empezó diciéndole, porque si no hubiera sido por ti hoy estaríamos llorando la derrota. Pero no es menos cierto que lo que te hizo providencial no fue lo que creías tu fortaleza, sino por el contrario, aquello que vives como una debilidad hasta el punto que te tiene amargado: tu corta talla. Tus cuatro piernas nunca te han hecho sentir raro porque todos vemos en ellas un prodigio y porque nadie más es como tú en eso. Además de fama, te dan agilidad y velocidad, es cierto, pero no aceptas tu condición de enano y debes darte cuenta de que para salvar la ciudad del asedio no bastaba con que pudieras correr mucho, también era necesario que nadie te viera para llegar hasta donde yo estaba.
Tus piernas te hacen sentir especial porque todos las admiramos, pero tu talla es un prodigio todavía mayor y te convierten en un ser doblemente especial. Tú crees que no eres como los demás pero te corrijo, somos los demás los que no somos como tú. Sin la suma de estas dos cualidades hoy estaríamos enterrando en lugar de celebrando.
¿Te gustaría ser rey? No, respondió Aspa con determinación. Yo sólo aspiro a ser un buen vasallo. Entonces, debes entender que tus cualidades no son las mismas que las mías y a pesar de que soy el rey nunca podré competir contigo. Eso es lo que te hace especial, no lo olvides.

14 de mayo de 2010

El circo de las mariposas


Para ponernos en situación, hay que imaginar que estamos a punto de iniciar un merecido fin de semana. Esta, en concreto, ha sido de aúpa, así que no está de más que nos concedamos un merecido descanso sobre todo de alma.

Os propongo que veamos una peli que dura veinte minutos. Si no disponéis de ese tiempo os pido que no iniciéis la proyección y que lo dejéis para mejor ocasión. Si tenéis niños en casa invitadlos a que os acompañen, apagad las luces y si además podéis conectar vuestro equipo con una tele de gran formato o si tenéis un proyector, mucho mejor. El vídeo viene en formato de alta calidad, así que todo tiene su importancia.

No tengáis prejuicios porque la peli sea en versión original y esté subtitulada. Es una de esas pelis cuyo mensaje podría entenderse incluso si se tratara de cine mudo, tal es su fuerza.

Y cuando acabe la proyección y si os apetece, continuad leyendo.




Espero que os haya gustado.

Vivimos tiempos turbulentos en los que subimos y bajamos crestas como si fuéramos montados en una montaña rusa desbocada. Así son las cosas siempre que algo se mueve para dejar paso a una nueva realidad, a un segundo nacimiento, de la misma forma en que una oruga pasa a ser una mariposa.

Aceptamos que estamos ante un ciclo de crisis económica, pero nos cuesta más admitir que también estamos asistiendo al inicio de una nueva vida de la que hemos de ser los protagonistas.

“El circo de las mariposas” cuenta una historia que enternece pero cuya principal virtud es que habla de todos y cada uno de nosotros. ¿Quién eres tú? ¿Will que no tiene brazos ni piernas, uno de esos niños que le lanzan tomates, Méndez que es capaz de ver lo que otros no ven, el forzudo ex pendenciero, el niño que no sabe que todo capullo encierra una mariposa, el padre que da confianza a su hijo para que de mayor sea lo que quiera, el niño aquejado de polio o su madre?

Tenemos un poco de todos ellos ¿no?

Esta pequeña joya es un regalo que yo recibí y que comparto. Otros muchos lo hicieron antes y hoy es una referencia a la que se ha encontrado muchas aplicaciones. Al coaching, por ejemplo, porque explica cuál es su esencia: todos tenemos una potencialidad infinitamente mayor que la que nos concedemos, de la misma forma que una bellota contiene una encina. Todo está en nuestro interior pero necesitamos que alguien crea en nosotros, empezando por uno mismo.
Otros han usado esta película para ilustrar en qué consiste el liderazgo inspiracional. Yo diría que incluso el liderazgo a secas, porque se observa lo que distintos líderes pueden conseguir con la misma materia prima. No falta quien ha visto en ella la clave de la superación de sus adversidades y también tienen razón, pero lo más importante es lo que hayas visto tú.

Seguramente no te habrás quedado indiferente y si mañana o la semana que viene te apetece volver a verla te animo a que lo hagas. Es probable que, por el mismo precio, veas cosas nuevas.

Buen fin de semana.

2 de marzo de 2010

Carta a un cliente desconocido



Querido cliente:

Perdona el atrevimiento de dirigirme a ti aunque todavía no nos conozcamos. Soy tu nuevo proveedor de servicios profesionales, pero aún no lo sabes. No pasa nada, a lo mejor nunca nos conocemos en persona, pero eso forma parte de las reglas del juego. Como una primera entrevista dura del orden de tres cuartos de hora a una hora, me he permitido mandarte esta carta para optimizar los tiempos si es que nos vemos algún día y no divaguemos demasiado.
Empezaré por decirte que no me gusta que me llames proveedor, a mi me gustaría más que me llamaras socio pero como eso es mucho pedir, me conformo con que me veas como un aliado estratégico y desde luego, ocasional.
Aunque tú no me conozcas yo ya sé quién eres. Me he informado. Te sorprendería saber las cosas que se saben de ti y de las que tú no tienes ni idea pero estate tranquilo, esto queda entre nosotros. He hablado con mi gente y me han dado su visión acerca de tu sector, tu mercado, tus clientes, tu facturación de los últimos tres años e incluso sobre tu reputación corporativa digital. Por cierto, parece que un antiguo socio va hablando mal de ti y lo hace en un foro muy activo de más de 2.000 miembros. Perdona la franqueza, pero yo que tú haría algo al respecto. De nada.
Soy un coste variable. Quiero decir con ello que tú decides el tiempo que me contratas y para qué. Bueno, para qué también lo decido yo pero ya nos entendemos. Mi coste hora es superior al del resto de tus operarios pero debes ser consciente que sólo trabajaremos juntos si crees que te voy a hacer ganar dinero. Pero si no te fías, también podemos trabajar juntos si me garantizas de por vida el 10% de los beneficios que obtengas con las soluciones que yo te proponga. ¿Qué no? Ya me parecía a mí.
Soy buena gente. No es porque lo diga yo o mi madre, sino que tú lo habrás averiguado antes o después de nuestra primera cita. Alguien te habrá hablado de mí o yo te diré con quién tienes que hablar para que te diga lo bueno que soy. Ya sabes que la gente exagera y seguramente no hay para tanto, pero una cosa te digo, siento respeto por lo que haces y has hecho en la vida, así que pido lo mismo a cambio.
No busques segundas derivadas en mi discurso. O no las hay, que es lo más probable, o no seré tan tonto de que se me descubran. Y menos por ti, que no me conoces de nada. Así que confía en mí, responde con sinceridad a las preguntas que te haga, empezando por aclararme el motivo por el cual estoy sentado en tu sala de espera donde me tendrás perdiendo el tiempo veinte minutos porque yo llegaré puntual a la cita y a ti te habrá surgido un compromiso de última hora.

Te aclaro desde ya que no soporto el desprecio al proveedor que es el deporte nacional que practica la mayor parte de los clientes. Menos tú, claro. A eso soy muy sensible, tanto, que luego volveré sobre el tema. También te informo que me sé todos los chistes sobre consultores, incluido el de vendedores de humo como los sioux, pero seguro que no te resistes a contarme el último. No te cortes. Yo tambien me sé unos cuantos sobre clientes que me guardo para las cenas de amigotes y también nos reímos bastante.
No sé más que tú de tu negocio. Sé menos, de la misma forma que yo sé de mi trabajo y tú poco o nada. Dejemos esto claro desde el primer momento para que no haya malos entendidos entre nosotros, no vayamos a empezar con tiranteces. A cambio, sé de muchos sectores y puede que tú no. Incluso es posible que sepa más de tu competencia de lo que crees y ya cuento con que me harás un montón de preguntas al respecto en cuanto llevemos más de un cuarto de hora hablando. Me contrates o no, averiguar lo que sé de tu competencia siempre está bien ¿no? Y además, es gratis.
Pese a todo, quiero tranquilizarte. Puede que no lo creas, pero lo que te pasa a ti no es un caso especial, lo he oído y visto cientos de veces y sé que te tranquilizará saberlo. Digo, lo de que tu caso no es especial no que lo haya oído otras veces.
En un momento u otro hablaremos de precios. Es una lástima, pero mis niños comen de lo que su padre cobra de sus clientes, tú ya me entiendes. Te cobraré lo que creo que vale mi trabajo y tienes que tener la confianza de que si creyera que no podrías pagármelo, lo más probable es que no hubiera concertado una entrevista contigo. Cuando te dé mi precio y te parezca caro, recuérdame que te cuente la historia de por qué un técnico cobró mil euros a un cliente al que reparó una máquina que no le funcionaba simplemente dándole un martillazo. Y ya que hablamos de precios, permíteme que te de mi opinión sobre el dumping. Es malo. En primera instancia para mí que me quedaré sin el trabajo y luego -y lo más grave- para ti cuando veas la diferencia que hay entre el oro y el dorado. Ni te cuento lo malo que será también para el que lo practica, pero en esa parte no pienso extenderme porque en el pecado llevará la penitencia.
Debes tener claro que mientras trabajemos juntos llevaré la camiseta de tu equipo con tu logotipo y todo y que procuraré aplicar todo mi oficio en satisfacerte. Normalmente me pagarás por un número de horas que habremos acordado y que serán ampliamente rebasadas porque muchas cosas que cuando te las pregunte me dirás que las tienes a mi disposición luego resultará que no es así. Pero tranquilo, un trato es un trato y no te cobraré horas extras. Ya sé que no lo haces para fastidiarme sino porque tu organización tiene carencias que no me vas a explicar el primer día.
Probablemente te sentirás impelido a pedir que haga por ti unos cuantos encarguitos que no estaban previstos. Ya sabes a lo que me refiero, los famosos “pues ya que…” Bien, que sepas que algunos los haré y otros no, si resulta que son gratis, claro.
Normalmente mi trabajo finalizará entregándote un informe de estado y recomendándote una serie acciones sensatas a tomar precisamente para solventar el problema que tenías y por el que me contrataste que tú verás tan adecuadas como impracticables. Si es así, los dos habremos hecho mal nuestro trabajo. Puede que tú más que yo, que quede claro desde ahora. Comparto contigo que es una lástima que los consultores no estemos agremiados junto a las hadas o los magos que son los que hacen trucos con sus varitas, aunque poco a poco vamos acercándonos.
Y hablando de informes. Dado que los clientes tenéis la tentación de pedirlos en papel y forrados con piel de becerro, te aconsejo que te conformes con recibirlos en disco óptico. La razón, además de que el precio del becerro está por las nubes, es que mis informes comparten las mismas propiedades que el resto en el sentido de que acumulan una cantidad similar de polvo en las estanterías, motivo por el cual mi profesión queda en entredicho. Además, el disco óptico es más moderno y uno se puede lucir más con eso de la interactividad que ya sabes que siempre mola.
Vuelvo al tema del desprecio al proveedor. No te pido que nos pongas a trabajar junto a tu despacho pero si puede ser tampoco nos desplaces al subsuelo. Esto no tendría que pedírtelo tan a las claras pero es que los sindicatos se están poniendo tontos con eso de las condiciones de trabajo y a mi equipo le aprecio. Y sigo. Normalmente te habré pedido que me firmes la conformidad a la propuesta que te pasaré en su momento y que estaré esperando recibir de vuelta incluso cuando ya hayamos iniciado el trabajo. Por supuesto que la culpa nunca será tuya sino de la desorganizada de tu secretaria o de los de administración y finanzas que ya sabemos como son. Mira tú si sé cómo son que en ese papelito que me habrás firmado un día u otro hay un apartado que habla de las condiciones de pago, que es justamente la primera hoja que miran al firmar y la única de la que se olvidan al pagar.
Y poco más. Ahora que ya nos conocemos un poco más ¿cuándo te va bien que te venga a visitar?

18 de septiembre de 2009

Disfrutar el momento

Era domingo por la mañana. Todavía temprano y antes de que la familia se fuera despertando y la importunara, Paula se puso a desayunar. Iba mojando distraidamente unas galletas en su taza de café mientras hacía el sudoku que venía en el periódico del día anterior. Estaba tan absorta en la tarea que cuando sonó el teléfono se asustó, derramando el contenido de la taza sobre la mesa. Su primera reacción fue maldecirse por su torpeza y levantarse en busca de un paño para limpiar el mantel, pero al incorporarse se dio cuenta de que, el azar había hecho que la mancha formase la caprichosa silueta de un mapamundi casi perfecto.
El teléfono seguía sonando pero ella fue incapaz de atenderlo absorta en la contemplación de aquella forma insospechada que se le presentaba ante sus ojos. Entonces tomó la decisión de inmortalizar esa imagen y corrió presurosa por el pasillo hacia su habitación en busca de la cámara fotográfica. Su hijo pequeño la llamó y fue a atenderle, lo que llevó su tiempo porque el niño quería que su mamá se quedara un rato jugando con él en la cama.
Cuando por fin hubo satisfecho los deseos del pequeño ya casi se había olvidado de lo que iba a hacer. ¡Ah, sí, la cámara! Su marido seguía durmiendo apaciblemente porque el domingo era el único día de la semana en que podía permitirse la licencia de holgazanear un rato más en la cama. ¡La cámara no estaba donde ella pensaba encontrarla! Tendría que despertarle para preguntarle dónde la había guardado la última vez pero le sabía mal hacerlo, por lo que se puso a rebuscar por todos los rincones de la habitación hasta que el marido se despertó por el ruido. ¿La cámara fotográfica? No sé, a mí qué me cuentas. ¿Y para qué la quieres ahora?
Paula recordó que probablemente se la hubiera tomado prestada su hija mayor para hacer un trabajo de imagen en el instituto, así que se fue a despertarla. ¿La cámara? Está ahí, sobre la mesa de estudio. El teléfono volvió a sonar y esta vez lo cogió. Era su madre para contarle que había pasado mala noche por culpa del lumbago y quería saber si Paula, que tenía buena memoria, recordaba cómo se llamaba aquella pomada que otras veces le había ido tan bien para que alguien de la familia se la comprara y se la acercara a casa. ¿Por qué no me cogiste antes el teléfono? fue su despedida antes de colgar malhumorada.
La mesa de estudio se parecía más a una leonera. Allí no había quien pudiera encontrar nada, pero por fin palpó con sus manos un bulto debajo de unos pantalones y dos jerseys que podría ser lo que buscaba. Lo era. Fue andando apresurada por el pasillo hasta el comedor para inmortalizar la imagen, pero cuando llegó había pasado tanto tiempo que la mancha había ido empapando la tela del mantel y ya no se distinguía nada. Ni con mucha imaginación hubiera podido deducirse que sólo unos minutos antes aquello era un mapamundi perfectamente reconocible. Se sintió desolada, así que recogió el mantel manchado y dispuso el servicio para el desayuno de la familia.
Unas horas más tarde, salieron a la calle para hacer el paseo de todos los domingos. El marido quiso saber por qué le había despertando con tanto alboroto y la hija mayor añadió que si no podía haber esperado a que ella se levantara para preguntarle por la dichosa cámara y para qué la necesitaba con tanta urgencia. Paula se los quedó mirando pero no les contó nada. Al pasar por delante de una farmacia de guardia se dispuso a entrar en busca de la pomada milagrosa para su madre. En ese instante, se dio cuenta de que en la cristalera se reflejaba la imagen distorsionada de su hijo pequeño. Su cabeza se veía enorme y en su frente podía leerse el eslogan del anuncio de un analgésico “Para que su cabeza no estalle. Alivio sintomático de cefaleas”. Sonrió y empujó la puerta.

Lo efímero puede durar sólo un instante. Disfrútalo como el regalo inesperado que es antes de que se desvanezca.