9 de enero de 2012

Soc un arbre nu. Soy un árbol desnudo



Hoy hace una semana que Pepe (Josep para vosotros) dejó este mundo terrenal en el que tanto había disfrutado y que también le había hecho sufrir. Como hombre intenso, no ha pasado nunca desapercibido y ahora yo -que no he aparecido casi en su blog- quiero compartir con vosotros unas palabras suyas que estaban en su fondo de pantalla y que escribió a finales del 2010 dentro de unos días muy especiales para él.

Entended este post como un nuevo mensaje suyo para vosotros, sólo que en este caso no será posible que responda a vuestros comentarios.

Itzi

Soc un arbre nu

Abans que acabi el dia
M’haureu perdut de vista.

Soc com una muntanya blanca i verda,
Vestit i nu al mateix temps.

Abans que el sol s’amagui serè de tornada
A una vida que conec però amb la que em relaciono malament.

Però em dureu a la càmera de les vostres retines
I aquest serà un lloc on tornarem de tant en tant,
Potser cada dia.

Els arbres nus mai no deixem de ser arbres
I no per això perdem la nostra naturalesa.
Així nu com ells torno a casa. Nu i ple de saba
Que recorrerà les meves venes els dies que han de venir.

Tornaré. Ja torno.


Soy un árbol desnudo

Antes de que acabe el día
Me habréis perdido de vista.

Soy como una montaña blanca y verde,
Vestido y desnudo al mismo tiempo.

Antes de que el sol se esconda estaré de vuelta
A una vida que conozco pero con la que me relaciono mal.

Pero me llevaréis en la cámara de vuestras retinas
Y éste será un lugar donde volveremos de vez en cuando,
Quizás cada día.

Los árboles desnudos nunca dejamos de ser árboles
Y no por eso perdemos nuestra naturaleza.
Así desnudo como ellos vuelvo a casa. Desnudo y pleno de savia
Que recorrerá mis venas los días que tienen que venir.

Volveré. Ya vuelvo

6 de diciembre de 2011

Libro de Bitácora (Noviembre 2011)



Con días de retraso acudo a la cita mensual que desde hace casi tres años mantengo con vosotros para compartir los sucesos destacables del mes desde mi particular óptica. Este mes ha sido muy intenso en lo noticiable pero también será más corto en el análisis porque estoy convaleciente de una intervención quirúrgica de cierta relevancia y todavía no es prudente prodigarse en exceso. Ahí van algunas cosas que he anotado en mi libro de bitácora:

• Lo más noticiable en clave nacional ha sido la apabullante victoria electoral del PP que, no por esperada, ha supuesto la constatación de un hartazgo mayúsculo de la clientela socialista que se ha disparado en varias direcciones: la abstención, el voto a IU o a UPyD o al propio PP. Lo curioso es que los estrategas electorales han vuelto a acertar de pleno, no en cuanto al porcentaje de votos sino en eso de que las elecciones no las gana nadie sino que las pierde quien gobierna. Siguiendo este axioma no es de extrañar que el PP haya presentado el programa electoral más hueco y abstracto de toda la historia. Las malas noticias ya vendrán más tarde.

• No conviene olvidar que la contienda electoral afecta a más que a dos partidos por lo que resulta interesante observar qué ha sucedido más allá de los resultados de los dos grandes bloques. Lo primero que hay que decir es que, con una mayoría absoluta tan apabullante como la obtenida, el resto de victorias se convierten en pírricas pero hay que destacar los buenísimos resultados de los partidos nacionalistas catalanes y vascos. Si hablamos de CiU claramente puede verse el rebufo del desencanto socialista pero si vemos los vascos, hay que considerar lo que ha supuesto para el PNV la potente irrupción de Amalur que casi con total seguridad obtendrá grupo parlamentario y con él una plataforma potentísima para hacer oír su voz. Si se confirma que los socialistas catalanes pueden optar por hacer lo mismo asistiremos a unos debates de lo más intensos a la par que estériles más allá del derecho al pataleo. No hay que olvidar tampoco el ascenso de Rosa Diez y su UPyD que con toda probabilidad se convertirá en el próximo futuro en la única fuerza nacional que dé y quite mayorías de gobernanza en este país, papel que hasta ahora correspondía a los partidos nacionalistas. Interesante.

• Berlusconi ha sido barrido de escena. Por fin. Por el bien no sólo de Italia sino del resto de Europa este sátrapa bufón y viejo verde ha sido apeado del gobierno aunque el método curiosamente haya sido poco democrático. Se lo cargó en primera instancia Merkozy y luego Napolitano, el presidente de la República y el hombre más valorado entre los políticos italianos a pesar de su pasado comunista. Italia no dejará nunca de sorprendernos. En su lugar, la aparición de los tecnócratas con Monti a la cabeza. En mi opinión no es una mala solución al menos para Italia que ya en el pasado optó por soluciones similares cuando se encontraba encallada y que siempre ha dado buenos resultados. La paradoja es que los políticos profesionales de ese país son por lo general bastante peores gestores que los académicos sin vocación política.

• En Grecia también han llegado los tecnócratas aunque en este caso por acuerdo de los dos grandes partidos políticos. Papandreu tuvo que lidiar con una herencia envenenada que al final acabó nublándole la razón y proponiendo un referéndum para que el pueblo griego votara las drásticas medidas a las que había que hacer frente. Sonaron todas las alarmas y finalmente no se produjo pero no me negaréis que el gesto tuvo mucho de épica espartana clásica, rollo 300 en el paso de las Termópilas. Bueno, ahí tenemos un buen ejemplo de cuando una buena herramienta es peor que una mala.

• La Casa Real se ha llevado un disgusto morrocotudo con el affaire Urdangarin del que, a pesar de que se tienen sobradas evidencias en su contra, parece que la fiscalía todavía no ha encontrado el momento de emplumar. Lo dicho, un disgusto. Quién iba a decirles que su guapo, atlético y aseado yerno, casado felizmente con la hija lista y miembro él mismo de una familia tan rancia y adinerada sería capaz de emular al Bigotes en sus desmanes financieros, informes huecos, asesorías ficticias y demás zarandajas. Una pena. Pero que quede claro, no forma parte de la Casa Real, como el ictus de Marichalar. Espero que el ejemplo que pongo disipe dudas.
Y por último y como siempre, quisiera dar las gracias a todas aquellas personas que se han pasado por aquí aunque no hayan dejado rastro. A unos y otros, muchas gracias.

24 de noviembre de 2011

La misión del capitán Sagredo


Cuentan las crónicas que allá por principios del siglo pasado un capitán del cuerpo de Regulares que se encontraba de patrulla por el Rif fue hecho prisionero junto a sus tropas y trasladado a un apartado refugio de los insurgentes donde fue aislado del resto de sus fuerzas e internado en una lúgubre cueva en la que coincidió con otros oficiales prisioneros.

Al percatarse del desánimo que cundía entre sus compañeros de encierro al verse del todo abandonados a su suerte y apenas sin esperanzas de ser rescatados por sus compañeros de armas, el capitán Sagredo, hombre joven y apuesto y también hijo y sobrino de militares, tomó la iniciativa y organizó la convivencia de forma que a los pocos días la moral había subido unos cuantos enteros.

De todos los oficiales prisioneros no era el de más graduación, pues había un coronel y dos comandantes, además de otro compañero de grado y un teniente, pero todos ellos parecían sombras de sí mismos. A la vista de su estado, no era fácil imaginárselos orgullosos en sus destinos o llenos de proyectos o de paseo con sus esposas por las calles de Tetuán unos meses atrás. Ahora, no eran más que pobres hombres sin ninguna esperanza.

Sagredo dispuso una serie de rutinas entre las que se encontraba que cada tarde, un poco antes del anochecer, cada uno contaría una historia acerca de sí mismo y la única condición que puso fue que no era necesario que fuera del todo cierta si bien esa parte de fábula debía pasar desapercibida para el resto. Si era pillado in fraganti, el susodicho sería objeto de burla colectiva con independencia de su graduación. Aquella iniciativa sólo contó con el apoyo inicial de los oficiales más jóvenes pero cada tarde, a la hora del crepúsculo, se formaba un corro expectante en el que no faltaba nadie.

El primero en relatar su aventura fue el otro capitán, que se apellidaba Guzmán-Garzo. Este contó que fue hecho prisionero otras tres veces antes de esa y que de todas se había evadido, si bien era cierto que en la última fue alcanzado por un tiro de rifle en una pierna y que desde entonces se había visto considerablemente mermado en sus capacidades físicas y ahora correr era prácticamente imposible para él. La historia fue dada por buena.

La noche siguiente fue uno de los comandantes el que tomó la iniciativa y se explayó en una narración llena de claroscuros que despertaron la desconfianza del grupo de oficiales. Contó que sólo con un pequeño destacamento y escaso armamento había rodeado una fuerza enemiga considerablemente superior a la suya y que semejante gesta le había supuesto una condecoración y un rápido ascenso de teniente a capitán. El coronel fue el que más le censuró aunque el comandante Olavide juró que era del todo cierta.

El joven teniente Ruíz relató que se había enamorado de la hija del coronel de su regimiento pero que como era pobre no había sido aceptado. Sintiéndose despechado, se había apuntado como voluntario a una misión arriesgada y que al ser descubiertos por las fuerzas enemigas en campo abierto habían tenido que combatir hasta el último hombre. El mismo resultó herido y hasta dado por muerto por el enemigo pero, llevado por su honor, levantó la mano y así supieron que todavía estaba vivo y así fue como fue hecho prisionero. Su historia, que contenía hasta tonos de romántica marcialidad, fue aplaudida no sólo como cierta sino como heroica.

La siguiente noche fue el otro comandante, un hombre experimentado pero de carrera estancada el que tomó la iniciativa. Contó que su vida había sido la de un pobre desgraciado sin fortuna, que se casó con la única mujer que le aceptó, la hija de un guarnicionero de Tetuán y que siempre había estado destinado en puestos administrativos y por tanto alejados de la línea de fuego. El comandante Cuadrado no aclaró por qué siendo así había sido apresado en territorio conflictivo y sólo alcanzó a decir que se había desorientado en una noche sin luna. Nadie le creyó y fue objeto de burla.

El coronel Preciado dijo que no tenía historia alguna que contar, excepto que ya ni recordaba la última vez que había estado en su pueblo, allá por Murcia, pero que cada noche soñaba que su madre le preparaba una piperrada de tomate. En esos sueños siempre era niño pero vestido con uniforme militar de gala y que mandaba una guarnición completa de soldados de plomo, deslumbrantes en su aspecto pero sin alma.

La última noche fue el propio Sagredo quien contó su historia. Aunque vestido de oficial de Regulares, en realidad era un agente secreto mandado allí por el estado mayor al objeto de organizar la evasión de todos los oficiales. La disposición táctica del terreno impedía una ofensiva a gran escala pero sus superiores habían decidido que se hiciera capturar y así poder entrar en contacto con ellos. En realidad, lo único que quedaba por decidir era el momento en que se darían a la fuga si bien eso también dependía del estado físico y anímico en que les encontrara. Les contó que lo que había visto le preocupaba, porque si bien desde la retaguardia habían dispuesto puntos de abastecimiento y enlaces que les facilitarían su llegada al cuartel general, no sabía qué parte de las historias que habían estado contando eran ciertas o falsas, así que ahora que conocían su propósito convenía que actuaran en consecuencia, es decir, que decidieran quienes le acompañarían o se quedarían allí presos hasta el fin de la contienda.

Nadie habló, pero a la noche siguiente, una noche sin luna, se dispuso a partir. ¿Quiénes crees tú que le acompañaron?

11 de noviembre de 2011

La marea


Vivimos tiempos convulsos en los cuales la reflexión nos lleva al uso de imágenes para ilustrar las cosas que pasan. El poder de las imágenes es enorme no sólo por su carga simbólica sino también y sobre todo por su capacidad de sintetizar argumentaciones.

El problema de las imágenes es que no eres tú quien se apodera de ellas sino que te tienen a ti, de forma que te encuentran más veces de las que tú vas a buscarlas, pero esa es una condición que no debería preocupar demasiado, al menos a mí no me preocupa en absoluto.

El caso es que desde hace días me viene a la cabeza la imagen de la marea para explicar algunos acontecimientos relevantes. Podemos imaginar que somos como boyas ancladas en el fondo marino y que cada uno de nosotros tiene más o menos longitud de cadena. Sabemos que hay momentos de felicidad y de infelicidad, épocas en las que las cosas nos van bien y otras que no, cosas en las que somos hábiles y otras en las que no tenemos tanta o ninguna pericia y que todo eso sucede de forma cíclica, como las mareas, que están sujetas a un ritmo inexorable. En función del número de eslabones de nuestras cadenas a veces permanecemos por encima del nivel de agua y otras por debajo.

La cuestión a reflexionar es hasta qué punto somos responsables de las cosas que nos suceden y más concretamente cuál es nuestra responsabilidad al respecto. En esto hay dos actitudes: la queja por lo que nos pasa, típicamente asociada a nuestro papel de víctimas y la actitud responsable que consiste en tomar acciones y generar más cadena para evitar quedar sumergidos por los acontecimientos.

No cabe duda de que el papel de víctima es sumamente agradecido porque exime de toda responsabilidad. Es esa actitud la que nos lleva a tratar de colocar la solución de nuestros problemas en otros; si somos requeridos para ello, diríamos que casi en la obligación de aceptar ese encargo en cuanto nos es solicitado, pero ese papel de víctima o de rescatador ni genera conocimiento sobre la experiencia ni nos capacita para afrontar la solución del próximo problema que nos aceche siempre que no nos falte ayuda disponible. La tendencia de esa conducta es que cada vez tenemos más dificultades en encontrar almas nobles que nos ayuden y que con el paso del tiempo encontremos cerradas las puertas que antes teníamos abiertas.

Adoptar la postura responsable nos empuja a la acción. Es mucho más cansado porque exige esfuerzo pero podemos solicitar igualmente ayuda si bien no para solucionar los desaguisados sino para aprender cómo hacerlo. Es un papel de protagonista, no de víctima y como tal genera conocimiento, en definitiva, más eslabones en nuestra cadena siempre incompleta.

La buena noticia es que la marea nunca es repentina sino previsible y anunciada. Es paulatina y por ello nunca traiciona, es decir, avisa con tiempo de su llegada y no suele pillarnos de improviso. Las más de las veces sabemos lo suficiente sobre ellas como para que no podamos acusarlas de traidoras o de imprevisibles, nunca llegan como ladrones en la noche y en tanto que somos boyas forman parte de nuestra misma esencia.

Sabemos que la vida es una continua sucesión de pleamares y bajamares y eso debería bastarnos para que nos sintiéramos responsables, pero volviendo a la reflexión inicial parece que nos sentimos mucho más identificados con nuestro papel de víctimas. Muchos incluso son tan expertos en eso que son capaces de introducir el sentimiento de culpa por lo que les sucede aunque no estén dispuestos a mover un solo dedo para evitar que les vuelva a suceder. Esos son los grandes maestros de la manipulación y conviene estar atentos. Diría más, preguntarnos si somos uno de ellos.

4 de noviembre de 2011

Algo para recordar


Los sentimientos actúan como rayos. Somos tan capaces de sentir con gran intensidad como incapaces de guardar las sensaciones que nos producen, lo mismo que sucede con los rayos cuando tocan suelo, que se desvanecen por efecto de la toma de tierra. Sin embargo, esto es así más por nuestra incapacidad manifiesta de saber escuchar a nuestro cuerpo que porque no generen recuerdo. Los mensajes que nos manda la experimentación de las sensaciones se asocian más a las circunstancias en que se produjeron que al sentimiento mismo.

Tenemos gran capacidad de coleccionar experiencias, eso sí. Pero casi siempre recolectamos con más intensidad las traumáticas. A nadie se le olvida qué pasa cuando metemos los dedos en un enchufe y lo evitamos, pero ya cuesta un poco más recordar o revivir experiencias más placenteras y, sobre todo, asociarlas a sentimientos.

Nuestra educación juega en contra porque está más orientada a la censura y a la evitación que al placer, en especial al placer que provoca la experimentación sensorial y sentimental como lo demuestra que siempre que nos referimos a lo “sentimental” lo asociamos a lo ñoño o sensiblero. No cabe duda de que han hecho un buen trabajo con nosotros en este sentido, pero eso no impide que podamos reflexionar sobre ello.

Nos cuesta enormemente cuestionarnos los paradigmas sobre los que sustentamos las vigas de nuestras vidas, no importa si algunas de estas ya están lo suficientemente carcomidas como para amenazar ruina. No hay nada que nos cueste más que asumir los riesgos de preguntarnos qué hay más allá de lo que siempre hemos creído como inamovible, a pesar de que no seamos felices con nuestras vidas.

Invoco la capacidad que todos tenemos de echar la vista atrás y rebuscar en nuestro interior en busca de algo para recordar y que no se haya consumido al instante después de haberse producido. Nuestros sentimientos no son algo que se consuma al instante sino que se atesora en algún lugar y que siempre queda disponible. Son como pequeños grandes regalos a los que no damos suficiente valor quizá porque no vienen envueltos en llamativos paquetes de colores. Tenemos una responsabilidad con eso porque estamos dotados de sentimientos precisamente para hacernos notar que somos seres superiores en la escala evolutiva o al menos alardeamos de eso. Sentimos vergüenza de lo que precisamente nos define como humanos, ese es el gran contrasentido.

Vengo de vivir experiencias intensas y de aprender que se recibe mucho más de lo que se da. La lástima es que eso parece que sólo es perceptible cuando se pasa mal, lo cual es injusto. Hoy no quería escribir mucho sino hacerlo de forma intensa, así que os deseo que paséis un buen fin de semana y que si podéis dediquéis algo de tiempo a visitar el desván de vuestra memoria en busca de algo que realmente merezca la pena recordar.