25 de mayo de 2011

Ángela y la globalización



Más allá de toda duda, Ángela era una mujer comprometida. Apoyaba causas de todo tipo desde la protección a los animales abandonados hasta la lucha del pueblo saharaui y todas las banderas que enarbolaba tenían en ella una de sus más decididas defensoras. El problema era que, llegado un punto, ya no podía con su alma.

Combatía todo lo que atentara contra la defensa de sus intereses, que no eran otros que las causas a las que se entregaba, lo que la abocaba a llevar un estilo de vida estresante. Nada de transgénicos, guerra a los añadidos “E”, siempre soja y nunca lácteos, café de comercio justo, ropa ecológica, ni hablar de conducir automóviles sino usar siempre bici o transporte público. La lista era tan larga que parecía no tener fin y en su caso, eso era más que una forma de hablar.

Un día de principios de verano recibió la visita de su adorada amiga Lucía que venía a la ciudad porque estaba considerando matricularse en un MBA. Amigas dese la infancia, la vida de ambas había discurrido por caminos radicalmente distintos. Lucía era una mujer convencional, sin estridencias de ningún tipo que estaba en esa edad en la que uno no sabe si ya está suficientemente preparado para afrontar su futuro profesional o debe seguir formándose. En ese debate, no se había planteado siquiera otros temas de interés y mucho menos los que mantenían tan ocupada a su amiga Ángela.

Como chicas nacidas en un pequeño pueblo, su visión del mundo era completamente distinta. Lucía había hecho lo que se esperaba de ella y a todo lo más que había llegado era a estudiar la carrera en la universidad de la capital de provincia. Económicas que vale para todo, como le había indicado su padre, agricultor y pequeño empresario. Ángela, por el contrario, siempre tuvo claro que su vida no se movería hacia lo que se esperaba de ella y desde muy jovencita supo que a la primera oportunidad se trasladaría a la gran ciudad y que una vez allí bebería de todas las fuentes que se le ofrecieran como correspondía hacer a un espíritu rebelde.

Cuando Lucía llamó al timbre de la casa de su amiga y Ángela abrió la puerta se encontró con una persona de la que estaba en las antípodas pero se fundió en un caluroso abrazo después de los años que hacía que no se veían fuera del pueblo. Lucía alucinó de inmediato al ver la decoración de la casa y la atmósfera que en ella se respiraba, con gatos y perros por todas partes y carteles de todo tipo de campañas. Un poco asustada, avanzó que sólo se quedaría unos pocos días y que procuraría no ser una molestia. Escuchar aquello fue un alivio para Ángela.

Sin embargo los trámites se complicaron y Lucía permaneció unos días más en casa de su amiga lo que dio pie a que aparecieran los roces. Una noche, durante la cena, Lucía fue recriminada porque usaba unas zapatillas deportivas de una marca a la que se acusaba de utilizar mano de obra infantil, lo que caldeó el ambiente. Ángela le soltó un discurso en que la acusaba poco menos de ser la responsable directa de dicha explotación infantil y Lucía reaccionó preguntándole si ella conocía la procedencia de su ropa interior y las condiciones laborales de quienes la habían confeccionado. Obviamente, no lo sabía pero le daba igual porque no podía tener información sobre todo y tampoco podía prescindir de usarla hasta saberlo.

Entonces Lucía le dijo: supongamos que tenemos 1.000 € en nuestro bolsillo y que estamos dispuestas a gastarlos.

Si gastamos ese dinero en cosas de poco valor, ese dinero va para a China que es el banquero del mundo.

Si gastamos el dinero en gasolina, va para los árabes, que son los dueños del mundo.

Si compramos un ordenador, el dinero va para la India donde hay más de cien millones de multimillonarios.

Si compramos frutas, irá para México, Honduras o Guatemala, pero sólo en parte porque la mayoría de las empresas frutícolas son multinacionales.

Si compramos un coche, el dinero irá para Alemania o Japón y lo gastemos como lo gastemos ningún centavo de ese dinero ayudará a nuestra economía ni a hacer un mundo mejor.

Ángela se quedó pensativa y la discusión fue derivando hacia otros derroteros pero a la mañana siguiente hizo un repaso de las cosas que atesoraba en su casa llegando a las siguientes conclusiones:

Casi todas las cosas que poseía eran de poco valor y la mayoría compradas en bazares o mercadillos así que la procedencia no ofrecía dudas; no gastaba dinero en gasolina pero usaba transporte público y cuando quería ir de viaje a otro país utilizaba el avión que sí consume y contamina; el ordenador y la mayor parte de los chismes informáticos que tenía en casa eran de marcas desconocidas y muy baratas, así que en algún lado estaba el truco; consumía mucha fruta y raramente de procedencia local porque en el Lidl lo que primaba era el precio, no la procedencia; coche no tenía, de forma que en eso no ayudaba ni a los alemanes ni a los japoneses pero le pareció poco consuelo comparado con el resto.

Despertó a su amiga y la invitó a que se marchara de su casa ese mismo día porque después de haber pensado en lo que le dijo y con todo el estrés que ya llevaba encima, ahora tenía tres o cuatro nuevas campañas a las que tenía que alistarse por su culpa y que eso era más de lo que podía soportar.

Lucía acabó su master y escribió a su amiga diciéndole: “cuando estés más aliviada acuérdate de llamarme porque de todo lo que he aprendido aquí, seguro que se te ocurren varios motivos más para declarar la tercera guerra mundial”.

Ángela le contestó: “No esperes que lo haga. Por tu culpa no consumo ninguna hortaliza que no haya crecido en el huerto de mi terraza, ni visto con nada que no me haya tejido yo misma, ni puedo volver a visitar a mis padres porque tengo que coger el autobús. Te odio.”

27 comentarios:

  1. ¡ Hola !

    Tu entrada me inspira una serie de reflexiones.

    Cuando me topo con alguien volcado en alguna "causa" y haciendo proselitismo (creo que es consustancial al hecho de estar volcado en esas causas) me formulo las preguntas siguientes ( a veces en voz alta y ante el interlocutor):

    ¿ Intentas apoyar a tus seres cercanos sin juzgarles ?
    ¿ Intentas transmitir optimismo en todo momento, aunque estés de capa caída ?
    ¿ Eres asertivo con tus jefes/clientes, o "simpatizas" con ellos ?
    Si puedes ayudar a alguien cercano, ¿ lo haces sin hacer preguntas )
    ¿ Cómo tratas a los poderosos y cómo tratas a los humildes ?
    etc ... Hay muchas más preguntas que formular, pero creo que se me entiende :)

    En definitiva, en todas esas pequeñas cosas que puedes hacer en el día a día para mejorar "el mundo", ¿ cómo te comportas ? o prefieres dedicas tus energías a causas generalmente lejanas y más "románticas" pero que no te obligan a "cambiar" la forma en que interactuas con los demás, día tras día.

    etc etc ...

    Pues eso, un abrazo, y a seguir bien :)

    ResponderEliminar
  2. Josep
    Con esto de la globalización la cosa está compleja, necesitaríamos un "navegador" de última generación....Si protejo a los guepardos, se me mueren los furtivos y eso...
    Creo que deberieramos retirarnos a la Madre de Deu de los Montes que es una ermita que está en el quinto coño por San Quirçe de Besora.... Ya pago yo el taxi...
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Hola Josep:
    Muy interesante todo lo que pretendes plasmar en este post.
    Ando inmersa, precisamente, en escribir algo sobre un "E", por lo que Ángela y yo tenemos un puntillo cercano.
    Aún así, creo que el último párrafo de tu historia puede "hablar" más de lo que parece.
    Permíteme esta licencia:
    "Por tu culpa (conocimiento + remordimiento), HE DECIDIDO (por mi misma) no consumir ninguna hortaliza que uno crezca en el huerto de mi terraza, ...".
    Para mi hay una clara diferencia entre DECIDIR personalmente qué quieres hacer con tu vida y cómo vivirla y TENER QUE VIVIR como decidan otros.
    En las historias que cuentan mis padres, de hace apenas 50 años, hay miles de Ángelas españolas que consumían lo que plantaban, si podían, que vestían con lo que cosían, si tenían para hacerlo y que jamás salieron de su pueblo, porque no había con qué hacerlo. La diferencia estriba en lo siguiente: no eligieron vivir así, era lo que había.
    Eso si, si le echas un vistazo a la revista Life de la época, por ejemplo, cuando aquí se remendaba hasta el último agujero, allí se publicitaban coches, comida enlatada, cigarrillos y un "estilo de vida" muy "chic".
    Como curiosidad queda que, pasados estos años, esos coches "contaminan", la comida enlatada "puede reducir la calidad de tus espermatozoides", los cigarrillos "matan" y el consumismo, a la larga, "empobrece".
    Que el guión del mundo lo escriben unos pocos, es cosa sabida, pero no es lo mismo poder decidir si quieres ser "actor" a que te encasillen como "extra" sin otra posibilidad.
    Ojalá cada habitante de este mundo pudiera elegir y sentirse dueño de su existencia; la triste realidad es otra.
    Respecto al comentario de Jd Román:
    Tienes mucha razón en lo que aportas; también se puede (y se debe) intentar hacer un mundo mejor en nuestro entorno, pero no es necesario cerrar los ojos a lo demás.
    De hecho, aunque hubieras gritado tu comentario, en lugar de escribirlo aquí, yo no lo hubiera oído porque estoy a miles de kms.
    La globalización, aplicada como herramienta económica, lleva aparejada una "consecuencia" que, tal vez, no estaba prevista: la circulación de información, en tiempo récord, entre personas de todo el mundo.
    Depende de uno, si aún puede, ELEGIR qué hacer con ella.
    Un beso para tí, Josep y saludos a Jd Román.
    Feliz semana (o lo que queda)

    ResponderEliminar
  4. Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.... jejejeje

    Abrazos

    ResponderEliminar
  5. Hola Josep:

    Que estamos atrapados en nuestras propias contradicciones es un hecho. Todos somos culpables, todos somos inocentes en este aspecto. todos somos en ocasiones Angela o Lucía. Ni blanco ni negro. Por otro lado, estoy bastante de acuerdo con el comentario de JD Román.

    Lo positivo de esto es que se puede decidir y elegir como apunta María.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  6. Jajajaja! ácidos andamos, Josep.
    Oye, que me voy en el mismo taxi que tú y José Luis. Es que la cabra siempre tira al monte ¡que quieres!

    ResponderEliminar
  7. Me gusta. En ocasiones creo que muchos hemos estado tentados de meternos en ese "fregao". Yo creo que hay que ser consecuentes con los principios que se tienen, pero no hasta el sufrimiento. Porque cambiar el mundo es una tarea mucho más compleja.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. Hola Josep:
    El comentario anterior es mío, de Javier Rodríguez. Por alguna razón que no entiendo no puedo comentar con mi cuenta de google, pero sí como anónimo.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  9. Hola jd roman:
    Soy Josep Julíán pero una gracieta de Blogger en la que por lo que veo ha caído atrapado alguno más me impide comentar con mi nombre en mi propio blog.
    Yendo a la materia y como decía un amigo mío sevillano, no estoy de acuerdo contigo pero me gusta cómo piensas, es broma, porque mis diferencias son sólo de matiz.
    Pienso que toda causa necesita proselitismo pero no necesariamente de los activistas. Valga como ejemplo y salvando las distancias, los piquetes informativos de las huelgas.
    Es verdad también que las preguntas que formulas tienen una intencionalidad clara que, por resumir, es dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Pocos aguantan la prueba del algodón y los que lo hacen no se dedican al proselitismo sino a la causa.
    Esto me recuerda una vez en la que vi a un grupo de manifestantes pasivos que protestaban contra el maltrato de animales, el uso de sus pieles y los métodos atroces de sacrificio que después de horas de exhibir sus carteles con imágenes crueles oi como uno le decía a otro: a ver cuando se acaba esto, que he quedado para cenar en un argentino que tienen una carne de primera.
    Vivir para ver. La coherencia va a precio de oro y por eso se ve mucha bisuteria.
    Gracias por tu comentario y un abrazo.
    Josep Julián

    ResponderEliminar
  10. Hola JLMON:
    Soy Josep pero una gracieta de Blogger en la que por lo que veo ha caído atrapado alguno más me impide comentar con mi nombre en mi propio blog.
    Vale, reservo plaza que ya sé cuál dices.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  11. Hola María:
    Soy Josep Julíán pero una gracieta de Blogger en la que por lo que veo ha caído atrapado alguno más me impide comentar con mi nombre en mi propio blog.
    Tu comentario es muy rico en matices, así que lo primero, decirte que se agradece y segundo que no se puede despachar en dos líneas.
    Me parece muy interesante eso que introduces; no es lo mismo vivir como decides que como puedes porque no puedes de otra forma.
    Hoy en día en esta parte de mundo comer tus propias verduras es un lujazo si tienes un huerto y una putada si no tienes más que una maceta en tu balcón y en cualquier caso, una elección porque seamos claros, Lidl hay en todas partes y hasta ahí llegamos. Lo mismo que tejerte tu ropa y otras cosas que, por cierto, es carísimo en tiempo.
    La metáfora de Ángela y Lucía es precisamente que todos podemos ser de sus bandos pero sólo en parte. Matizo así para no usar eso de que tenemos de las dos. No, no tenemos de las dos, pero podemos empatizar con cada una de ellas sólo en parte.
    A Ángela le diría que el diablo no tiene razón pero sí buenas razones y las razones auspician causas, pero no se puede salir detrás de todos los balones por pura eficacia. Y por otra parte y pensando en Lucía, le diría que no se puede ser inocente de todo. Así, por resumir.
    Dejo la parte de jd roman por si decide contestar por alusiones.
    Una gozada tenerte aquí.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  12. Hola Myriam:
    Ya te digo. Pura coincidencia.
    Un abrazo.
    Josep Julián

    ResponderEliminar
  13. Hola Fernando:
    Soy Josep Julíán pero una gracieta de Blogger en la que por lo que veo ha caído atrapado alguno más me impide comentar con mi nombre en mi propio blog.
    Bien, como dices todos tienen razón, Ángela y Lucía, María y jd roman y también tú mismo y los que vengan a continuación lo que demuestra que la interpretación depende de la posición del observador. Por eso digo, no sé si tengo de ambas, pero sí que puedo hacer míos parte de sus puntos de vista bien porque llegue a la conclusión de que tienen razón (simpatía) o bien porque entienda que ellas desde su posición vean las cosas como las ven (empatía).
    O sea, que ní sí ni no, sino todo lo contario.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  14. Hola Cristalook:
    Ya estás apuntada al carro. Menudas tertulias nos vamos a pegar.
    Un beso.
    Josep Julián (aunque ahora me obliguen a ir de enmascarado como anónimo)

    ResponderEliminar
  15. Hola Javier:
    Ves, yo también salgo como anónimo gracias a los chicos de Blogger. Tranquilo que eso lo solucionan en un pis pas (al menos llevamos así tres días).
    Muy interesante lo que apuntas: cuidado con el enrolamento patológico. Todo tiene un límite.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  16. A estas alturas todos sabemos que globalización no es otra cosa que decir que el mercado no tiene fronteras, por lo demás si te he visto no me acuerdo. Con respecto a los ciudadanos comprometidos con el medio ambiente, la solidaridad, etc... al igual que el que no se plantea estos principios, y solo quiere vivir en paz, cómodamente en su pequeño huerto doméstico, ambos deberían ser compatibles, el problema surge cuándo uno de esos extremos enarbola la bandera “de lo que debe ser, sea como sea”, cuándo inevitablemente usará gasolina, comprará artículos elaborados por manos infantiles en cualquier punto de Asia, etc... ¿Lo recomendable no sería gestionar ese mercado desde un punto de vista ético?, la pregunta es ¿ estamos en condiciones de poderlo llevar a cabo?. Si atacas la raíz del asunto, tal vez Lucia y Ángela, encuentren más puntos en común que desavenencias. Saludos.

    ResponderEliminar
  17. Hola.
    Leyendo el relato me has recordado a una amiga de mi mujer...
    Pero mejor no entrar en polémicas...

    Lo cierto, es que más de una vez he llegado a pensar el por qué no los sindicatos de este país no coordinan una pagina web sencilla pero efectiva simplemente informando de los productos manufacturados en este país, esos productos generalmente dirigidos por multinacionales que no debieran escapar a la capacidad del ciudadano de saber que si compra ‘un algo’ genera un empleo a su vecino (¿a quién consideramos vecino?, pero eso es otro tema). Suena algo ‘localista’/’nacionalista’, algo que no soy pero, soy de la opinión que es bueno saber la procedencia.
    Sí, yo me fijo en ello, pero tampoco es un factor que tenga dirigir todas mis compras.
    Creo que el mejor ejemplo son las frutas y verduras. Si me quiero regalar una piña, es normal que asume que me puede venir de Costa Rica. Pero... Porqué comer melón fuera de temporada asumiendo que me venga congelado desde 8000 km...
    Bueno... Hay que fijarse pero no esclavizarse... Está todo interrelacionado.

    Feliz finde!

    ResponderEliminar
  18. Hola Adolfo:
    No soy tan optimista. Las visiones de Ángela y Lucía no están llamadas al encuentro, lo mismo que sucede con las cosmovisiones, que para eso son cosmovisiones.
    Un abrazo.
    Por cierto, ya ves que siguen los problemas con Blogger y que de momento tengo que seguir yendo "de incógnito"

    ResponderEliminar
  19. Hola Gabi:
    "Anónimamente" respondo a tu comentario para preguntarte sobre esa amiga de tu mujer. ¿A quién se parecía de las dos, a Lucía o a Ángela?
    Quizá la respuesta a tu primera pregunta sea que prácticamente no hay nada relacionado con la alimentación que no sea susceptible de estar en manos de multinacionales y por tanto los orígenes son difusos. Estoy de acuerdo contigo que preferiría no comer melón más que en temporada pero a ver quién le pone el cascabel al gato y qué pasaría a la inversa, cuando en Sudáfrica no es época de naranjas y aquí sí y se las mandamos.
    Lo de las causas no tiene fin y lo que no sé es si equivocamos la estrategia. Pero ya sé que eso es como no decir nada.
    Un abrazo.
    Josep Julián, el anónimo por la gracia de Blogger.

    ResponderEliminar
  20. Hola Josep,
    Yo también opino como Fernando más arriba. Creo que todos tenemos un poco de las dos, pero lo importante es ser consciente de ello y poder reflexionar libremente sobre qué opción nos parece mas justa, aunque a veces nos cueste ser coherentes con ella. Por otro lado, a mi siempre me han dado un poco de alegia los evangelizadores, los proselistas y en general los que van de espíritus puros juzgando y condenando a los demás.

    Un abrazo,

    Astrid

    ps. firmo por si sigue el rollo de blogger, que a mi también me ha tenido unos dias sin poder acceder a mi cuenta.

    ResponderEliminar
  21. Jajajajaja... Hay que saber negociar con la vida... cualquier radicalismo, es malo, lo dicen muchos sabios y filosofías ancestrales: "Huye de los extremos".

    ResponderEliminar
  22. Hola Astrid:
    Como le decía a Fernando no sé si es que tenemos de las dos o que somos capaces de ver algunas cosas como ellas y otras no. Al fin y al cabo, el debate siempre debería moverse rehuyendo los extremos excluyentes. No se puede aceptar lo que no gusta en la misma manera que no podemos evitar vivir en el mundo.
    Por lo que parece, sigo siendo anónimo.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  23. Hola Malvada Bruja del Norte:
    Eso es, cuidado con los extremos que luego viene el abismo.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  24. Reproduzco aquí un comentario que el amigo Armando Alonso no ha podido mandar gracias a los problemas con Blogger y que he recibido por correo electrónico:

    Hola Josep Julián. Soy Armando y no sé si hoy podré por fin dejar mi comentario.
    Muy buena la historia de Lucía y Ángela. Refleja muchas situaciones reales.
    A mí me hace recordar la persistente utilización de una frase que me irrita demasiado: "Lo que tienes que hacer es ... ... ". Y luego el interlocutor de turno, te suelta el rollo de su estereotipo de vida, que, claro está, es el mejor.
    En mi opinión, en el fondo de todo subyace la siguiente idea: "Yo soy el que mejor actúa en la vida; y mi estilo es el que vale". Creo que necesitamos ejercitarnos en comprender que hay más personas que yo en el mundo.”
    Un fuerte abrazo.
    Armando

    ResponderEliminar
  25. Hola Armando:
    Sí, la verdad es que nos perpetuamos en eso de que "consejos vendo, para mí no tengo" que nace de nuestro empecinamiento por querer tener razón a toda costa.
    Muchas gracias por tu comentario y por el esfuerzo suplementario que te ha supuesto.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  26. Muy interesante el post,Josep.
    La dichosa globalización nos acosa por todos lados y ahí estamos eligiendo lo mejor que podemos.Naturalmente hemos de defender lo nuestro,pero sin complicarnos demasiado.También es bueno compartir y ver nuevas posibilidades y perspectivas,porque seguimos "aprendiendo a vivir"y todos somos "ciudadanos del mundo"
    Mi gratitud por compartir y mi abrazo siempre,amigo.
    M.Jesús

    ResponderEliminar
  27. Hola Majecarmu:
    Esa en parte es la conclusión, que somos ciudadanos del mundo pero de este mundo y no podemos obviar una parte como si no existiera la otra.
    Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.

    ResponderEliminar