3 de abril de 2009

Galgos contra Podencos

Durante mi etapa como ejecutivo de un banco viví la desagradable experiencia de un consejo de dirección dividido de forma artificial mediante la contratación de un nuevo ejecutivo por parte del presidente con la pretensión de dinamizar la entidad. Esa decisión, que pretendía ser similar al efecto que produce la introducción de una piraña en un estanque repleto de barbos produjo una automática realineación del resto de ejecutivos que, sin entrar en mayores detalles por no ser ahora de interés, produjo una serie de efectos nocivos contrarios a los deseados y que culminó, en distintas fases y en primer lugar, con la renuncia de la piraña y la posterior salida de otros ejecutivos, entre ellos yo, desangrados por aquella lucha fraticida. Como sucede en tantas ocasiones, aquello concluyó con “la entrega de medallas a los no participantes” y el restablecimiento de la correspondiente pax romana. Es decir, aquí paz y después gloria.

Mientras duró aquella situación que se prolongó durante bastantes meses, se produjo un efecto curioso. Algunos barbos decidieron seguir comportándose como tales mientras que otros corrieron a refugiarse detrás de la cola de la piraña para no ser devorados. El resultado fue que la convivencia interna se resintió de tal modo que el sindicato con más representación en el banco publicó uno de sus boletines con el ilustrativo título de “Galgos contra Podencos” en el que se analizaba con bastante tino lo que estaba sucediendo. En otra ocasión, vino a visitarme uno de nuestros directores territoriales, víctima como muchos otros de las tensiones que se produjeron en aquellos meses, para rogarme de forma muy ilustrativa que "las tortas entre vosotros no os las deis en mi cara". ¿Qué había sucedido?

La respuesta está en el funcionamiento de los socio-guetos. Se define así a las distintas agrupaciones de individuos que se producen por afinidades excluyentes. Los del Barça no pueden ver a los del Real Madrid y a la inversa, por ejemplo. Estas agrupaciones, que pueden surgir espontáneamente (como en el caso del banco) o que llegan a ser hereditarias (Montescos contra Capuletos) comparten algunas cualidades muy distinguibles: El grupo A tiene una serie de valores concretos y lo mismo sucede en el B; el grupo A es enemigo acérrimo del B, pero si por casualidad un miembro del A se lleva bien con alguno del B, eso puede llegar a provocar problemas a ambos llegando incluso a la expulsión de uno de ellos o de ambos.

Imaginémonos algo más sutil pero que funciona de forma similar. Todos nosotros escuchamos noticias o leemos la prensa, pero quien lee El País no es lector de El Mundo y viceversa; quien escucha la COPE aborrece la Cadena SER y viceversa; quien ve Telecinco por defecto, le cuesta sintonizar otra cadena televisiva y si lo hace, no puede reprimir una mueca de incomodidad. Es decir, de forma consciente pero también inconscientemente (lo que resulta más frecuente) escogemos formar parte de uno u otro socio-gueto pero raramente lo somos de dos antagónicos.

Lo atávico es algo presente en nosotros y está tan fuertemente arraigado que, por mucho que pensemos que hemos evolucionado, no nos aleja de los comportamientos cavernarios. Somos gregarios y excluyentes y por si eso fuera poco, el recuerdo de filia o fobia permanece prácticamente invariable en el tiempo. ¿Exagerado? Me pongo como ejemplo. A pesar de que desde aquel episodio que relataba al principio de este post han pasado ya más de diez años y hace ya mucho que no trabajo para ese banco, sigo sintiendo un rechazo frontal a entrar en un prestigioso establecimiento de ropa por el simple hecho de que ostenta como denominación comercial el mismo apellido que el de “la piraña”. Y eso que estoy seguro de que no tienen relación alguna, aunque sólo sea por el simple hecho de que uno y otro están separados por más de mil doscientos kilómetros de distancia.

2 comentarios:

  1. Hola, Josep Julián.
    Me parece muy ilustrativo tu post acerca del funcionamiento que se produce en muchas empresas (has añadido recientemente el caso de la jugadora del Español, también demostrativo del mismo hecho).
    Por ilustrarlo un poco, yo hace unos años también viví una situación similar en una empresa en la que estuve, cuando yo llegué había dos "bandos" claramente diferenciados. La empresa estaba en un polígono industrial, y casi todos los trabajadores eran del pueblo cercano, y las rencillas personales que tuvieran desde jóvenes las trasladaban al trabajo.
    El resultado, lo puedes imaginar, una gran tensión, una manera de trabajar bastante ineficiente (como casi no se podían ni hablar entre bandas, en ocasiones podían perder horas de trabajo buscando un dato antes que preguntárselo a los "rivales"), etcétera.

    Y como seres sociales que somos, es difícil sustraerse a esta dinámica de conmigo o contra mí, si las posiciones enfrentadas están muy definidas, parece que si no te decantas por una u otra, eres sospechoso para los dos bandos.

    En cuanto a lo que comentas de los medios de comunicación, es cierto que se suele tener preferencia por los de una u otra tendencia, yo procuro leer y escuchar un poco de todo (leer, por ejemplo, El País y El Mundo), porque es la mejor manera de conocer distintos puntos de vista.

    Un saludo
    Pablo Rodríguez
    www.economiasencilla.com

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  2. Pablo:

    Gracias por tu comentario. A veces tengo la sensación de que imágenes como las que describo en el post pueden parecer algo extremas y en este sentido las experiencias vividas por los lectores ayudan a ver que, en realidad, no lo son tanto y que, por desgracia, son el pan nuestro de cada día.

    Hay un estudio revelador que se titula "sobre la estupidez humana" que trata de demostrar con un modelo que en lo que más nos afanamos los humanos es en establecer relaciones "pierdo/pierdes" seguidas de cerca por las de "gano/pierdes".

    Podemos invertir mucho tiempo en alertar sobre esto, pero parece que no aprendemos.

    Un saludo y hasta pronto.

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