Hay un axioma que dice que nada se destruye sino que simplemente se transforma, es decir, que todo cambia. El cambio pues, es algo consustancial que puede ser operado por elementos físicos, químicos o psíquicos siendo estos últimos los que responden a nuestra voluntad. La vida me cambia, pero también yo cambio… si quiero. Y si no quiero me cambian de todas formas, lo que suele ser mucho peor porque supone hacerlo forzadamente y por norma general en contra de mis intereses.
Cambiar supone descubrir que ante cualquier cosa que te disgusta y que te afecta formas parte del problema o de la solución (si se trata de algo que no te gusta de ti, entonces desde luego no tienes escapatoria.). Si quieres que las cosas se resuelvan, muy a menudo es necesario cambiar el enfoque, los paradigmas, porque lo que funcionó en el pasado no tiene por qué funcionar ahora. Es un sano ejercicio preguntarse alguna vez (o a menudo, porque no duele) sobre el por qué de las cosas y en qué forma puedo transformarlas. Claro que no todo el mundo piensa así.
Durante algún tiempo trabajé con un compañero para el cual la seguridad era sinónimo de inmutabilidad. Cuando le preguntaba cómo un hombre joven y formado utilizaba unos esquemas de pensamiento tan conservadores, su respuesta siempre era la misma “es lo que aprendí de mis padres”. Punto pelota. Pensaba que de esa forma no se equivocaba, que apostaba sobre seguro, que los paradigmas defensivos con los que le habían protegido a modo de airbag para circular por la vida le inoculaban contra el germen de inseguridad que todo cambio conlleva al principio. Sentía aversión al cambio, pero la paradoja es que trabajaba en un departamento cuya principal misión consistía en avanzarse a los cambios de entorno y tomar las medidas necesarias para que su organización se adaptara. Alucinante. Puede que siga allí e incluso que haya prosperado.
De haber seguido en contacto con él me hubiera gustado hacerle llegar el post de Pilar Jericó en el que reflexionó acerca de la relación entre conservador y miedo. Y de todas formas, amigo mío, ¿cuándo empezarás a perder el miedo y darte cuenta de que necesitas cambiar para poderte explicar a ti mismo?
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Hace 1 año
Observando, sin apasionamiento, no veo disyuntiva entre destruir i transformar y mas hablando de cambio. Al fin y al cabo cambiar se puede definir como destruir un orden, ordenándolo de manera distinta: Cambiar nos lleva a ordenar y ordenar a desordenar, a aprender y a volver a aprender y así hasta concluir que el cambio es lo único permanente.
ResponderEliminarEnvejeceré quiera o no quiera, no puedo evitarlo. Como no puedo evitar el miedo que me produce. Pero el miedo no es otra cosa que un mecanismo de defensa. Usarlo con criterio nos facilitará madurar sin ansiedad. Solo tenemos dos alternativas dominarlo o que nos domine. Pero en ningún caso podemos evitarlo. Mentimos cuando lo negamos y erramos cuando lo ignoramos.
Creo que la diferencia entre el conservadurismo de tu amigo y tu análisis progresista estriba en imponer o explicar el cambio. Por lo tanto no existe paradoja en su postura: tu dominas tu miedo y a el le dominaba el suyo. Pero el cambio ha sido constante el la trayectoria de los dos
Respecto al “es lo que aprendí de mis padres” creo que la historia: ¿como se crea un paradigma? contiene una respuesta diáfana.
Aquí te la relato:
“Un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo.
Al cabo de unos meses, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros le daban una paliza. Pasado el tiempo, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos. La primera cosa que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado y apaleado por los otros.
Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera. Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato.
Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fueron, también, sustituidos. Quedó, entonces, con un grupo de cinco monos que, aun cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas. Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase subir la escalera, con certeza la respuesta sería: "No sé, las cosas siempre se han hecho así, aquí..."”.
O lo que es lo mismo “es lo que aprendí de mis padres”
Fali:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario que suscribo por completo. Me quedo con dos ideas esenciales: el cambio es lo único permanente y el miedo es gestionable y puede tener un efecto positivo y no sólo negativo. Espero verte de nuevo por aquí.