Cuentan que en un tiempo muy lejano vivió en un recóndito lugar de la India un hombre viejo y sabio que se llamaba Hakum. Nadie recordaba su edad, ni siquiera él mismo. Hakum era muy apreciado y venerado por toda la gente del pueblo y todo el mundo le iba a ver en busca de sus buenos consejos.
Así, las mujeres cuando se quedaban embarazadas iban a su encuentro y le decían:
- Hakum, Hakum, tú que eres viejo y sabio ¿podrías decirme si el hijo que he engendrado será niño o niña?
Él se quedaba pensativo un rato y finalmente les contestaba. No se equivocaba nunca.
Igual que las jóvenes mujeres, los labradores antes de hacer el plantel de sus tierras también acudían a la cabaña de Hakum.
- Hakum, Hakum, tú que eres viejo y sabio ¿podrías decirnos qué será de nuestra cosecha si plantamos ahora la semilla?
Entonces el viejo hombre empezaba a escrutar el cielo y a husmear la tierra de la que cogía un pequeño puñado y después la dejaba caer lentamente, observando cómo se la llevaba la brisa. Cuando le parecía, se giraba hacia los hombres que esperaban ansiosos su respuesta y les decía:
- Debo deciros que pronto caerá una gran tormenta. Si la plantáis ahora, la fuerza del agua se llevará vuestra simiente y os arruinará la cosecha. No os precipitéis. Más vale que esperéis un poco a que vuelva a salir el sol. Estad seguros de que, llegado el tiempo, tendréis que contratar más hombres que os ayuden para cuando llegue el tiempo de la cosecha.
Y no se equivocaba nunca, así que la fama de Hakum ya superaba los límites del pueblo. Cada año gente de todos los rincones de la comarca venía a visitarle y preguntarle sobre todas las cosas que os podáis imaginar, y aunque a menudo le traían regalos y presentes, él nunca los aceptaba.
En una ciudad próxima vivían unos jóvenes estudiantes que trataban de bobalicones a los vecinos que iban a ver a Hakum. ¡Ignorantes, asnos! -les decían- ¿no veis que lo que este viejo os dice os lo podríamos responder nosotros sólo consultando algunos de nuestros libros? Pero la prepotencia de aquellos jóvenes dejaba indiferentes a sus vecinos y año tras año cada vez más gente iba a ver a aquel hombre venerable que nunca rechazaba a nadie, por peregrina que fuera su pretición.
Los estudiantes, enfadados, se reunieron una noche a la hora de la cena y comentaron las afrentas que les hacían sus parientes y amigos y uno de ellos, el de inteligencia más despierta, de pronto les dijo:
- Escuchad, creo que ya sé como saldremos de ésta y os aseguro que la fama de ese chalado de Hakum se acabará para siempre.
Todos escuchaban con expectación e impaciencia por conocer los detalles.
- Iremos al bosque y prepararemos una trampa para pájaros. Cuando cojamos uno se lo llevaremos a Hakum. Lo esconderé a mi espalda y le peguntaré que, dado que es tan listo, me diga si el pájaro está vivo o muerto.
- Pero esto es bien sencillo de adivinar dijo uno de ellos completamente decepcionado. Cuando nos vea llegar con el pájaro en la mano sabrá que está vivo.
- Mira que eres de animal -le dijo el otro. Si Hakum me dice que el pájaro vive, lo estrangularé con disimulo y se lo mostraré muerto en la palma de la mano.
- Ahora lo entiendo, dijo un tercero. Y si te dice que está muerto lo dejarás volar. Esta sí que es buena. Acabaremos con la fama del viejo y nos haremos ricos respondiendo las preguntas de estos simplones.
Al día siguiente hicieron lo acordado. Pusieron la trampa y después de esperar un rato un joven gorrión cayó en ella. Los jóvenes lo cogieron con mucho cuidado para no hacerle daño y se fueron hacia donde estaba Hakum. Al llegar tuvieron que esperar un largo rato, pues la cola era más larga que cualquier otro día. También se dieron cuenta de que, conforme el tiempo iba pasando, la hilera crecía y crecía tras ellos. Mucho mejor, pensaron, de esa forma mucha más gente vería que Hakum se equivocaba y eso haría que su fama decayera en beneficio de ellos.
Algo antes de mediodía les llegó su turno. El joven que había tenido la genial idea se adelantó hacia el hombre sabio y le dijo:
- Hakum, Hakum, tú que eres viejo y sabio ¿nos podrías decir si el pájaro que escondo a mi espalda está vivo o muerto?
El hombre se limitó a mirar uno por uno a los jóvenes que se le presentaban risueños y triunfantes y dirigiéndose a quien llevaba la voz cantante le dijo al oído:
- Joven pretencioso, qué te has pensado. Bien sabes que el hecho de que el pájaro viva o muera depende de ti.
Y dicho esto le guiñó un ojo.
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Hace 1 año
Perdona si irrumpo tan a las bravas en tu blog, amigo Josep, ¿pero cómo si no podría hacerlo? ¡Je,je,je! Soy nuevo por aquí y bueno, si das tu permiso, pensaba acomodarme por estos lares, porque intuyo que tienes algo de la sabiduría de Hakum. :)
ResponderEliminarParece que la historia de Hakum está tan vigente como en aquellos tiempos lejanos. Hoy, lo mismo que ayer, los jóvenes (y todos lo hemos sido) sólo son capaces de ver "el traje" con el que nos viste la vida: las arrugas, las canas, el andar pausado, los dedos torcidos, sin reparar que para lucir tan distinguido traje hay que haber vivido mucho y distinto.
ResponderEliminarLa juventud tiene el don (o el deseo) de la inmortalidad, porque el camino hacia la muerte se le antoja lejano y fuera de su ruta.
La senectud tiene el don de la experiencia donde los días pasados forman un entresijo de vivencias propias y ajenas.
Quedarse sólo con la visión externa de un abuelo, que viste con canas de plata y arrugas con solera, es tan nefasto como sólo ver los piercings y los tatuajes de un joven. Cada uno tiene lo que al otro le falta; a uno le escasea la juventud y al otro experiencia. ´
Sería ideal que pudieran contagiarse mutuamente de sus "males"; uno ganaría ilusión por vivir y el otro obtendría un punto de vista más meditado.
Pero leyendo tu cuento parece que la vida continúa igual que ayer; el joven sólo ve a un viejo, lleno de arrugas, y el viejo sólo ve a un joven, lleno de "nada".
Un abrazo
Magnífico cuento para explicar el respeto perdido a los mayores. Respeto que, por otra parte, se echa de menos cuando el proceso del cambio se ha confundido con el proceso del intercambio. Con su ímpetu la juventud simplifica un proceso de evolución a un simple: "quítate tu (viejo) para que me ponga yo (joven)", y excusan su actitud en el tópico: "es ley de vida". Es ahí, cuando se "ha puesto" el joven, cuando se echa en falta el respeto que se merecen los años.
ResponderEliminarMe gustaría añadir al comentario de María Hernández donde dice "el viejo ve un joven lleno de "nada"", que esa "nada" esta taponada por la soberbia. Situación que hace mucho más difícil llenarlo de sabiduría. Es un vacío que contrasta radicalmente con la humildad de Hakum, que le sirve como contenedor de su sabiduría.
Un saludo.
Amigo Domingo:
ResponderEliminarSé bienvenido por estos lares y espero que te sientas cómodo entre nosotros. Frecuéntalo tanto como quieras y si puedes, deja algún comentario. Todos aprendemos más si conocemos la opinión de otros.
Un saludo.
María:
ResponderEliminarEstá claro que la veteranía es un grado y que la experiencia crece en la misma medida en que decrece el ímpetu. Por fortuna, creo que hay un momento suficientemente largo en la vida en que ambas líneas de cruzan y esa es la madurez.
Ojalá que sepamos sacarle el máximo jugo a esa época fértil.
Gracias por visitarme y hasta muy pronto.
Josep.
Fali:
ResponderEliminarQué placer verte por aquí de nuevo. Suscribo plenamente tu comentario.
Un saludo.
Josep.
El otro día una persona más mayor que yo hablaba de su abundancia de experiencias (con motivo de su larga vida) como "juventud acumulada". Me gustó esa expresión porque permite aunar la idea de la ilusión de la juventud y la de haber vivido muchas cosas que proporcina la madurez.
ResponderEliminarLos libros enseñan a superar muchas cosas, son algo inigualable pues en ellos se centra el saber de la humanidad.... pero la sabiduría se adquiera con los años de vvir manteniendose en su eje central.
ResponderEliminarSaludos
Abuela Ciber:
ResponderEliminarUn placer verte por aquí. Tienes razón, la sabiduría la da la experiencia y el criterio que me imagino que es lo que llamas eje central de la vida.
Un saludo afectuoso y hasta pronto.
Hola Josep!!
ResponderEliminarDando una vuelta por este mundo de inquietudes y emociones, me paré en tu interesante blog.
Al leer, al reflexionar y colarme entre tus letras, no he podido más que sumarme como seguidor y darte mis felicitaciones.
La conciencia , nuestra forma elegir nuestras decisiones,la voz interior y por supuesto , el sentimiento, son síntomas que creo que voy a compartir contigo.
Un abrazo y por aquí andaré....
Hola David:
ResponderEliminarSiempre es un placer sumar un nuevo amigo y te agradezco tu comentario. En realidad, lo que aquí pretendemos es exactamente lo que tú dices en el segundo párrafo y por ello te doy las gracias. Ya sabes que ésta es también tu casa.
Saludos.
Josep , de nuevo gracias por entrar en mi mundo de conciencia y sentimiento.
ResponderEliminarSi pretendes lo que escribo en el segundo párrafo, pues seguro que tendremos feeling.
Estuve en la conferencia de Alex Rovira y Brian Weiss en el fórum , hace unos meses...
Infórmate de ella , creo que te gustará.
David:
ResponderEliminarGracias por pasarte. A Brian Weiss no le conozco pero sí a Alex Rovira por lo que ya me informaré sobre el contenido de la conferencia.
Espero verte por aquí más veces. Ya ves que nuestras temáticas son distintas pero apuntan en la misma dirección.
Un saludo.
Me parece estupendo este cuento Josep que deja muy claro que las cosas dependen de nosotros, y de la iterpretación que demos a las acciones, de las actitudes con que afrontemos las situaciones. Fijate que de la misma flor que la abeja saca la miel, las arañas sacan veneno. Interseante ¿no?. Gracias por compartirlo. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarHola Belkis:
ResponderEliminar¡Qué bien que hayas hecho doblete de comentarios!. Lo de la distinta función consecuencia de la misma acción me ha dado mucho que pensar pero claro, es evidente que cada cual se comporta según su naturaleza.
Y por cierto, quería pedirte permiso para usar alguna de las fábulas que recoges en tu blog para mis sesiones de formación. Por mi parte, te presto las mías.
Un saludo y hasta muy pronto.