Al tiempo que conectaba mi primitivo gestor de correo y veía aparecer el número de e-mails que iba a descargarse a través de mi exigua línea analógica aproveché para revisar la lista de llamadas recibidas en mi ausencia entre las que un aviso me llamó la atención. Era de una persona a la que hacía tiempo que no veía ni sabía nada de ella pero que, por lo visto, había localizado mis coordenadas y tratado de ponerse al habla. En esa época, el móvil apenas existía por lo que los modos de acceso eran mucho más limitados. El texto del aviso decía “quiere que la llames mañana como muy tarde porque si no ya no podrás volver a contactar con ella”. Cuando me dispuse a marcar su teléfono me di cuenta de que faltaba un número.
En el correo electrónico había un mensaje de esa misma persona que decía “Hola hombre de palabra. Salgo mañana para Auckland y antes quería hablar contigo. He dejado un recado en tu oficina con mi número de teléfono pero si lo ves más tarde ya no hace falta que llames”. El hecho de que hubiera utilizado el mail como arma de refuerzo a su petición era igualmente llamativo por exótico pero olvidó repetir el número donde poder localizarla.
Con una curiosidad creciente contesté aquel mail aclarándole que, a pesar de que lo había intentado, no podía ponerme en contacto con ella porque faltaba un número. Pasó el día y no recibí respuesta. Volcado en mis quehaceres, acabé por olvidarme del tema.
Días más tarde recibí una llamada de un amigo.
- ¿Hablaste con Sara? Sé que trataba de localizarte y le dí el número de tu oficina.
- Lo intenté, pero verás lo que sucedió – Y le relaté la historia
- Vaya, cuanto lo siento porque parecía muy interesada. Se marchó a vivir a Nueva Zelanda con su marido.
- ¿Sabes lo que quería de mí?
- Me comentó que os habíais enfadado y que le dijiste que nunca más querías volver a saber nada de ella. Un poco drástico ¿no?
- Pues sí, nos enfadamos mucho pero de eso ya hace un montón de años y no recuerdo haberle dicho semejante cosa.
- Bueno, el caso es que ella me dijo que pensaba que “nunca” era demasiado tiempo.
Pasaron los años. Una tarde alguien me paró en la calle. Era Sara. El tiempo no nos habían cambiado tanto a pesar de todo y me había reconocido.
- Veo que sigues siendo un hombre de palabra. Dijiste que nunca más querías volver a saber nada de mí y lo has cumplido a rajatabla.
- Cuando llamaste hacía mucho tiempo que lo había olvidado.
- Yo no.
Y nos sentamos en una terraza a charlar sobre los viejos tiempos. En perspectiva, llegamos a la conclusión de que el motivo de nuestro enfado tampoco había sido para tanto. Antes de despedirnos nos intercambiamos nuestros números de móvil –ahora sí- y acordamos que volveríamos a vernos para comer juntos. Y desde entonces, nunca más… al menos por el momento.
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Hace 1 año
Hola Josep, muy curiosa tu historia. La palabra Nunca no me gusta nada, la odio e intento no utilizarla.
ResponderEliminarlas cosas cambian y lo que hoy parece drástico o dramático, mañana puede verse de forma diferente... en fín, que me alegro de que hayáis hablado. Besos
Saludos. Cuándo era joven tuve una novia o algo parecido y el adjetivo fue SIEMPRE, ja,ja,ja algo parecido pero a la inversa, ambas palabras tan absolutas como ingenuas. Las relaciones afectivas son sumamente delicadas y convulsas, no voy a descubrir nada nuevo, pero si quiero señalar, cómo es posible que nosotros o los demás cambien/mos tanto y difiramos tanto de lo que un día fueron/imos, dijeron/imos, pensaron/oso, o admiraron/mos. Me vanaglorio de no cerrar del todo la relación con quienes tuve en algún momento ese tipo de contacto, porque en el fondo pienso que no hemos cambiado lo suficiente como para pasar página y olvidar, simplemente son momentos diferentes que hay que versionar. Pero supongo que estaré equivocado. Yo también espero.
ResponderEliminarQue cosas a veces en un momento de enfado decimos cosas determinanates y lo real es que con el tiempo las aguas se calman y la vida sigue,por lo que un hasta lluego es mejor que un nunca más,tu relato me encantó,como es la vida no? siempre tiene sus vueltas.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hola Josep..!!
ResponderEliminarEs cierto que la palabra es puente de comunicación y deberíamos ser muy conscientes de ello.Sin embargo el tiempo y las circunstancias juegan su papel..confundiéndonos a veces..
Minuto a minuto evolucionamos y lo que oimos y decimos va tomando matices y significaciones distintas,porque el pensamiento y el sentimiento se mueven con distintas perspectivas..
Todo ello nos indica la necesidad de dar un margen amplio de confianza a los demás y a nosotros mismos..para recibir y recibirmos..renovar y renovarnos.
La mente y el corazón han de estar dispuestos para retomar,afrontar y valorar..lo que fue y puede seguir siendo..O bien lo que no fue pero nunca es tarde si la dicha es buena..
Nuestra disposición y apertura constante será el secreto de la paz interior que nos lleva sin duda alguna a buen puerto..la buena comunicación..!
Un abrazo,amigo.
M.Jesús
Hola Josep Julián:
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Denavegantes(c) cuando compara la palabra "Siempre" con "Nunca".
La experiencia de la vida recorrida, creo, nos hace más discípulos de la teoría de la Relatividad. Cuando somos jóvenes, la eternidad es "toda una vida por delante" y las palabras referidas se mencionan, e incluso se "jura y perjura" que, tienen valor de contrato.
"Nunca más, ¿entiendes?, nunca, nunca, jamás vuelvas a dejarme plantada y mucho menos colgarme el teléfono, te enteras? " o "Podrás contar conmigo, siempre, pase lo que pase, forever".
Si todo ésto lo mezclamos con sentimientos surjen "eternidades" del tipo: "Sin tí no podría vivir", "Eres el hombre de vida", "Si no es contigo, con ninguna", "Te voy a querer SIEMPRE", "NUNCA te olvidaré".
Con los años cambiamos de expresiones y usamos otras más ajustadas a la "relatividad":
"Fué bonito mientras duró", "Hasta que el cuerpo aguante", "¿En serio? ¿dije éso?", "NUNCA volveré a salir de juerga....hasta la próxima vez", "Oye, nos llamamos...un día de éstos, de este siglo", etc.
Nunca y siempre son demasiado tiempo cuando te sobra (o crees que te sobra) y demasiado poco cuando te acercas a la "eternidad sin palabras".
De momento, hablemos...que la eternidad "nunca" tiempo prisa y "siempre" puede esperarnos.
Un saludo, Josep J.
María Hdez.
Ejem.... que me equivoqué, quería decir:
ResponderEliminar"... que la eternidad "nunca" tiene prisa y "siempre" puede esperarnos".
Bonita historia personal, Josep. La verdad es que la expresión "nunca" no debería de utilizarse jamás, por excesivamente drástica. Yo me he sentido identificado porque en su momento más de una amistad quedó por el camino por motivos similares a los que aquí has expuesto con tu brillantez habitual. Un saludo.
ResponderEliminarHola Ginebra:
ResponderEliminarYa ves, pecados de juventud que unos creen olvidados y a otros les quedaron grabados. Por fortuna, el paso de los años introduce en nuestros diccionarios palabras sabias y balsámicas como por ejemplo "depende" y frases no hirientes. Una que me gusta mucho es esta "no debo haberme explicado bien".
Un salubo y buen regreso.
Hola Denavegantes:
ResponderEliminarSiempre y nunca tienen en común que son demasiado tiempo, tienes razón. En cambio en eso de las relaciones pasadas creo que no siempre se puede llegar al estadio que propones. Algunas permanecen en el recuerdo y hasta es bueno rememorarlas o revisitarlas de cuando en cuando mientras que otras lo mejor es enterrarlas profudamente. Pero supongo como tú que igual estoy equivocado.
Un saludo, navegante,
Hola María:
ResponderEliminarYa ves que yo también coincido con vosotros en lo de siempre y nunca. Hasta ahí vamos bien.
En lo de la modulación del lenguaje, también. Lo de la relatividad me ha gustado aunque no sé si estaría de acuerdo aplicándola a las relaciones, porque una cosa es modificar la valoración que de lo que sucedió y otra que el recuerdo, "el perfume" de esa relación se vea alterado lo más mínimo. Recuerda que la memoria olfativa es la que más viva permanece de todas. Es aquello de puedo perdonarte pero no olvidar.
En cualquier caso, a mí me gusta eso de "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos". Eso sí que es relatividad.
Un beso.
Hola * Hada Isol:
ResponderEliminarMe da mucho gusto cuando te asomas por aquí porque ya sabes que coincidimos en algunos otros pastos.
Un "hasta luego" está bien porque comprende un periodo de tiempo indeterminado. Lo que tiene de mágico son las consecuencias en función de la edad que tenemos cuando la pronunciamos. Si somos muy jóvenes esperamos impacientes a que el otro regrese y si somos ya de edad madura, en el fondo sabemos que lo más probable es que no regrese nunca y cuanto más tiempo pasa, más seguros estamos.
Así que "hasta luego" ;-)
Un abrazo.
Hola María Jesús:
ResponderEliminarSubrayo lo que dices de "recibirnos". Me gusta mucha mucho utilizar esa fórmula verbal que nos incluye en la acción y sus consecuencias.
Añadiría otra como "explicarnos" que te regalo a cambio de la tuya.
Y también esa imagen que comentas de "no fue, pero puede acabar sucediendo" que también se puede traducir por las asignaturas pendientes que todos tenemos y que alguna de ellas aún tengo esperanzas de aprobar.
Muchas gracias como siempre y un abrazo también para ti.
Hola Fernando:
ResponderEliminarIba a decir que me alegro de poder compartir contigo experiencias similares pero lo retiro porque no podemos alegrarnos de haber perdido relaciones personales por el camino.
Quién sabe si algún día recibes una llamada como la que yo recibí o tal vez la haces tú.
Muchas gracias y hasta pronto.
Hola Josep, Como le dijeron a Sean Connery al volver a interpretar a Bond, "nunca digas nunca jamas".
ResponderEliminarSaludos
Hola Josep Julian:
ResponderEliminar¿Comunicación? ¿Incomunicación? Esta historia es más habitual de lo que parece. Estoy convencido de que todos llevamos una similar dentro.
A veces damos un tremendo valor algo que se dijo o que se hizo y que la otra persona ni lo recuerda porque para ella fue algo vanal. Y fíjate, después de los años (a veces) aflora y tenemos la oportunidad de reconciliarnos con aquellas personas con las que no creíamos tener que hacerlo.
Maravilloso.
Siempre, nunca...son flor de un día Josep. Sólo nos marcan una pauta, la de querer atrapar el tiempo, el que lo posea será dueño de la eternidad.
ResponderEliminarLo ideal es no dejar que las palabras nos atrapen en nuestra propia jaula. Dejar opción a cambiar nuestro destino, como dice Iguana tango en su canción "Siempre Nunca"... "Nunca hay caminos demasiado estrechos, siempre queda tiempo para lo esencial..." Un abrazo
Las palabras nunca, jamás, siempre...no me gustan. Prefiero los grises al blanco o negro.
ResponderEliminarMuy buena historia sobre la comunicación, la incomunicación, o los fallos en la comunicación... Lo que uno dice, el otro lo interpreta a su manera, y en muchas ocasiones, el primero (en este caso, tú) no es ni mucho menos consciente del efecto que han causado sus palabras en el interlocutor.
ResponderEliminarPara más inri, lo redondeas con el siguiente paso, se intenta la comunicación pero falla "por motivos técnicos", bueno, no era vuestro día.
Al final, pudisteis veros y hablar, pero bueno, una vez hecho eso, quizás no iba a haber nada más, como en la viñeta con la que ilustras perfectamente muchas relaciones...
Debe ser como lo que comentaba María Hernández de la Luna, una vez que se ha hecho realidad el reencuentro (la llegada a la Luna en su caso), ya se ha perdido el interés por repetir, como en otros anhelos que tenemos...
Un saludo
Pablo Rodríguez
Aunque se puede aplicar de vez en cuando, las palabras siempre y nunca pierden su sustancia cuando las mezclas con el tiempo...dificil tema el que has tocado.
ResponderEliminarUn abrazo ¡
Hola Josep
ResponderEliminarLas palabras nunca y siempre, a mi entender, se utilizan para reforzar el mensaje, aunque sea de manera inconsciente. Su interpretación en el contexto que se describe, está mas próxima al refuerzo de un estado emocional, que al significado propio del adverbio. El tiempo, precisamente al que se alude, es el que ajustará la relatividad del mensaje. Como bien se ha comentado, lo que antes fue muy importante y a veces dramático, ahora no deja de ser una anecdota o una suave experiencia.
Respecto a lo de ser "hombre de palabra" por mantener lo dicho, no deja mas que traslucir una evolución personal mínima y un escaso aprendizaje de las experiencias vitales.
En fin, siempre es mejor un "te llamo" tal y como se refleja en la viñeta, que si bien ambos interlocutares lo interpretan correctamente, siempre te permite utilizar las medidas de tiempo que convengan.
Como de veras,y a pesar de todo, las palabras siempre y nunca, suelen utilizarse profusamente en cualquier texto, y para muestra mi último párrafo.
Un abrazo
Maite
Hola J. Carlos:
ResponderEliminarPues sí, nunca digas nunca jamás, ni de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre porque como indica la frase del mes, todo lo que dices te cae encima.
Aprovecho para decir que la historia contada es cierta a excepción del nombre de la afectada. Lo digo por alusiones.
Un saludo.
Hola Javier:
ResponderEliminarAnte todo te doy la bienvenida e invito a que cuando tengáis ocasión visitéis el recién estrenado blog de Javier (la publicidad te la cobraré aparte, je,je).
Creo como tú que todos llevamos dentro una historia similar o dos o... y además tienen esa propiedad de boomerang que hace que casi siempre nos pille desprevenidos y nos golpeen en el cogote.
Aún y así sabemos que la vida consiste en tomar decisiones que sólo el paso del tiempo confirma que fueron acertadas o no. ¿Qué sucedería si viviéramos dos veces?
Un saludo y espero verte pronto de nuevo por aquí.
Hola M.:
ResponderEliminarCuando usamos esos términos queremos indicar que lo que pensamos es inmutable aún a sabiendas que no es así porque todos evolucionamos la mayor parte de las veces en el sentido contrario al que manifestamos en su momento.
En el fondo, los humanos somos unos puñeteros posiblistas.
Un abrazo.
Hola Josito:
ResponderEliminarSi hubieras conocido a la "Sara" maximalista de la época no sé si mantendrías esa afirmación, je,je.
Siempre es mejor disponer de recursos suficientes para mejorar nuestra paleta de colores, en eso estoy de acuerdo.
Un saludo.
Hola Pablo:
ResponderEliminarCreo que me voy a extender un poco más en la respuesta a tu comentario.
Una de las cosas que aconsejo es que cuando nos comunicamos ante un público tratemos de ponernos en el lugar del que escucha. Como eso es demasiado abstracto sugiero un método conductista pero muy eficaz: que uno se grabe lo que dice y que lo escuche media hora después de haber terminado su intervención. El resultado suele ser demoledor porque desde la perspectiva del que escucha lo que hemos dicho suele sonar a pedante, redundante y...absoluto, es decir siempre necesitado de añadir un montón de matices. Eso me pasó con mi amiga y ella, también en su absolutismo, se lo guardó para cuando llegara el momento.
En lo que sí que creo que yo tenía razón es en que esa relación no me aportaba nada nuevo pasado el tiempo. Y por eso no nos hemos vuelto a ver ni a llamar (ninguno de los dos).
Un saludo.
Hola David:
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo y no sólo eso sino que esa mezcla de tiempo, siempre y nunca suele resultar sumamente indigesta.
Un saludo.
Hola Maite:
ResponderEliminar"Siempre y nunca, todo y nada, seguro y créeme" son muletillas de lenguaje excepto cuando alguien se lo cree y entonces a ver quién es el guapo que se desmiente a sí mismo cuado te las echan en cara, al menos en ese momento.
El ser "hombre de palabra" en el sentido de "mantenerla y no enmendarla" sí que es síntoma de inmovilismo, de eso no cabe duda porque sabrás que hay una fórmula que indica "comedia = tragedia + tiempo" y expresa precisamente el concepto de relatividad de las cosas no en el momento en que se produjeron sino con el paso del tiempo. Suerte tenemos de que el tiempo suaviza las cosas porque en el momento en que pronucíé que "nunca más la quería ver" te aseguro que lo creía y un mes y un año después.
El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.
Un saludo.
Muy buena respuesta, Josep, y además me parece muy intersante el método que propones de grabarte y luego escucharte...
ResponderEliminarUn saludo
Pablo Rodríguez
Josep, lejos de mi intencion, tratarte de inmovilista ya que se positivamente que siempre has avanzado a pesar de los obstáculos.
ResponderEliminarAcepto de buena gana tu ultimo comentario, ya que "no estoy libre de pecado", pero ya sabes que el tiempo y consecuentemente la edad, lo relativiza todo, aunque el recuerdo se mantiene.
Un abrazo
Maite
Perdon, se me olvidaba, un acierto el cambio de fotografia, se te ve mucho mejor.
ResponderEliminarPablo:
ResponderEliminarLa última vez que alguien hizo ese experimento aconsejado por mi convocó una nueva reunión para matizar lo que había dicho. Así, como suena.
Saludos.
Maite:
ResponderEliminarNo me lo había tomado como nada personal, pero es que las cosas suelen suceder de esta forma. Me pasa a mí, te pasa a ti y a algunos más.
Sin embargo, me alegra que estemos de acuerdo con eso de que perdonamos pero no olvidamos. La buena memoria es uno de nuestros mayores patrimonios.
Y gracias por lo de la foto. En la otra se me veía más como busto parlante ¿verdad?
Un saludo.
completamente de acuerdo.
ResponderEliminar“Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta el martillo. El vecino tiene uno, Así, pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se le habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir –buenos días-, nuestro hombre le grita furioso: -¡Quédese usted con su martillo, so penco!"- pg 43. El arte de amargarse la vida, de Watzlawick.
ResponderEliminarComo la vida misma.
Hola Visi:
ResponderEliminar"Créeme" cuando te digo que "nunca" prestaría un martillo a alguien que "siempre" le da tantas vueltas a "todo" y que además me distrae de "lo urgente".
Muxus.
Hola Josep Julián,
ResponderEliminarEsta entrada me ha sacudido la pereza que da el escribir con estos calores porque tiene un punto de morbo. Me explicaré:
Los adverbios “nunca” y “siempre” se nos presentan envueltos por la aureola de lo incomprensible. Si, en eso consiste la atracción que ejercen sobre nosotros y por eso tiñen de solemnidad las frases en las que se emplean. Porque nadie alcanza a entender el concepto de infinito, pero cuando acompañas con un “siempre” o con un “nunca” cualquier expresión de sentimiento pretendes garantizar su veracidad y, en realidad, lo que logras con ello es levantar sospechas de mentira. En esta contradicción radica el morbo al que me refiero.
Cuando has escrito: “... y nunca más querías saber nada de ella” has conseguido despertar mi curiosidad (morbosa) por saber cual y cuan grave sería la causa del enfado. Sin embargo, creo que no hubiera escrito estas líneas si hubieras dicho simplemente “... hace algún tiempo nos enfadamos”.
¡En fin!, aún estando de acuerdo contigo en que el empleo de los dos adverbios levantan sospechas de charlatanería, de soberbia o de ignorancia, reconocerás conmigo que su uso hace que las conversaciones, las novelas y hasta las películas sean mucho más divertidas.
“SIEMPRE” es un placer leerte.
Un saludo
Calentones los tenemos todos. Hoy puedo decirte palabras que claven los clavos de tu ataúd y mañana lo mismo te quiero comer a besos. Funcionamos así, qué le vamos a hacer. El tiempo, además, tiene la capacidad de anestesiar, amortiguar y minimizarlo todo. Lo que ayer fue drama y tragedia, hoy nos sirve para echarnos unas risas al calor de unas cañas. El tiempo te ofrece nuevas perspectivas. Nada es inmutable, y mucho menos nosotros mismos, en constante evolución o involución, eso ya depende de cada cual.
ResponderEliminarHola Fali:
ResponderEliminarAgradezco que hayas vencido la pereza que da el calor para escribir y nos regales tu comentario.
Lógicamente, lo que pasó entre Sara y yo queda entre nosotros aunque admito que según como se cuentan las cosas tienen más morbo.
Un saludo caluroso y hasta pronto.
Hola Domingo:
ResponderEliminarLo del calor de las cañas será una imagen je,je. Pero sí claro, el tiempo es un agente amable respecto a la rememoración del pasado. Además, parece estar demostrado que cuanto más tiempo pasa el recuerdo de los hechos no se parece en nada a lo que realmente sucedió, asi que...
Saludos.
Interesante historia con la que creo que más de uno nos identificamos, a veces “las cosas no son para tanto” como bien dices, pero en nuestra inmadurez construimos barreras que nos separan en vez de puentes que nos acerquen. Lo importante es que ha habido una oportunidad para el reencuentro, la comunicación, la explicación y el retomar la relación. Las diferencias siempre se pueden solventar y la amistad cuando es verdadera perdura a través del tiempo y la distancia. Gracias por compartir esta historia que seguramente a más de uno le habrá hecho pensar en algún asunto pendiente. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarHola Belkis:
ResponderEliminarLa relativización es un recurso que ayuda a poner las cosas en su sitio o en otro distinto al que lo dejamos, de eso no hay duda. Para ello hace falta tiempo y que alguien nos recuerde que "tampoco fue para tanto".
Me interesaba poner valor a lo de las asignaturas pendientes que todos tenemos suspensas y en la posibilidad de poder volvernos a presentar a examen siempre que haya voluntad.
Es más que probable que no hubiera pasado nada si las cosas se hubieran quedado como estaban al menos por mi parte, pero Sara no pensaba lo mismo y me invitó a cerrar un capítulo que había quedado inacabado.
El otro día mientras iba en moto me crucé con otra "Sara" de la que estuve colgado en mi juventud y no me detuve para saludarla porque el semáforo se puso en verde antes para ella. Desde entonces ando loco tratando de localizar a alguien que me pueda dar su teléfono.
Un beso.