La búsqueda de la inocencia es una constante en nuestra vida, sólo que muchas veces la inocencia no es un consuelo ni tampoco un valor, sino todo lo contrario. Imaginemos una reunión de responsables funcionales que se aprestan a presentar en el comité de dirección los motivos por los que no han logrado un resultado. Su objetivo no será otro que tratar de demostrar su inocencia, su no responsabilidad en el incumplimiento. “No soy culpable, el culpable puede que sea otro”, “si de mí hubiera dependido, pero por desgracia las circunstancias no acompañaron”, “tal vez mis colegas puedan dar sus razones”… pero yo no fui, que quede claro, ergo soy inocente.
Si todos los reunidos presentan argumentos “irrefutables” de la misma naturaleza, la conclusión es clara: todos somos inocentes pero el resultado no se obtuvo, de eso no hay duda. Entre todos la matamos y ella sola se murió. Triste consuelo el que aporta la inocencia, porque demasiadas veces nos deja al margen del problema aunque no seamos tan conscientes de que nos inhabilita para la propuesta de soluciones.
Recuerdo multitud de escenas similares a esta, a veces como espectador y otras como actor. Nadie quiere presentarse como responsable de lo que va mal porque es más sencillo culpar a la coyuntura que me da la razón que integrarla en mi acción. No se vende nada porque hay crisis ¿quién puede negar eso? Ahora bien, distinta cosa sería si integrara la crisis en mi escenario porque entonces lo que tendría que ver es qué y cómo tengo que vender si hay crisis. Ya no soy víctima de las circunstancias, sino que las integro impulsándome a la acción.
Imaginemos que mantengo un lápiz sostenido en mi mano y lo suelto. ¿Por qué cayó? Por la fuerza de la gravedad. ¿Qué parte de culpa tengo yo? Ninguna, faltaría más. Fue la fuerza de la gravedad lo que hizo que el lápiz se cayera. Está claro que soy completamente inocente de que el lápiz se haya despuntado ¡culpemos a la ley de la gravedad! ¿Quién puede negar este hecho irrefutable?
Sin embargo, sí que tengo mucha responsabilidad en ese suceso. Claro que la gravedad existe, pero mi responsabilidad incluye asumir su existencia y sus leyes. Si el lápiz se cayó fue porque yo lo solté o se me escurrió entre los dedos y de eso soy plenamente culpable. Ya sé lo que sucede cuando suelto el lápiz: que la gravedad hace que se caiga. Puede que no sea completamente culpable, de la misma forma que no soy en absoluto inocente porque sabía perfectamente lo que pasaría.
Esta búsqueda de la inocencia parte de un error de enfoque muy común: Tengo lo que tengo porque soy como soy o estoy donde estoy, en lugar de este otro: En función de lo que soy o dónde estoy hago lo necesario para obtener lo que deseo.
Las diferencias entre ambos enfoques son muy claras: el orden de los postulados y la aparición o ausencia del verbo “hacer”. El primero me excluye por completo del resultado de la acción: exactamente igual que los que se reunieron para demostrar su completa inocencia ante el desastre, mientras que el segundo me convierte en protagonista de pleno derecho porque:
1º) tengo conciencia de las condiciones en las que opero y cuáles son mis limitaciones
2º) ejerzo alguna acción para conseguir mis propósitos
3º) soy responsable de los resultados que obtengo
Esta “llamada a la acción” (call to action) está íntimamente relacionada con multitud de escenarios entre los que mencionaré tres: el espíritu de superación de marcas deportivas, el planteamiento de una acción de marketing o la base del coaching. Dado que no soy deportista practicante ni tampoco estoy interesado en este momento en proponeros acciones de marketing, me centraré en la parte del coaching que lo ilustra a la perfección.
Cualquier tipo de coaching parte de un mismo supuesto: la capacidad de desarrollar nuestra propia potencialidad. Es decir, no se basa en aprender cosas que no sabemos o no están en nosotros, sino en aflorar lo que llevamos dentro pero no hemos desarrollado suficientemente. Por tanto, no apela a la inocencia (lo que no somos o no sabemos) sino a nuestra implicación en los resultados que obtenemos a través del ejercicio o el esfuerzo que aplicamos en la puesta en acción de nuestras habilidades (lo que está en nosotros y por tanto en nuestras manos hacer). Por ello el coaching es tan poderoso y tan temido a veces, porque nos separa de nuestras excusas para acercarnos a nuestra responsabilidad sobre los resultados que obtenemos.
Parte de lo que somos para compararlo con lo que estamos siendo y las diferencias, por lo general, son muy acusadas. Por eso no es un ejercicio especialmente apto para “inocentes” que creen que “la culpa fue del cha, cha, cha” sino para aquellos que, asumiendo su responsabilidad, están dispuestos a mejorar su rendimiento.
Hace ya años, cada vez que me reunía con uno de mis jefes y le contaba lo calamitoso que era algo, la primera pregunta que me hacía era: ¿qué parte de culpa tienes tú en eso? Entonces no lo sabía porque no se había inventado el término, pero me estaba haciendo coaching y enseñándome que lo único que no estaba dispuesto a admitir era mi completa inocencia, así que el “yo no fui” acabó desapareciendo de mi lenguaje en la misma medida que empecé a desconfiar de los inocentes.
Por si a alguien le puede interesar, que creo que sí.
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Hace 1 año
Excelente, Josep, un texto magnífico.
ResponderEliminarPermíte un complemento: en el coaching, partimos de lo que somos, lo contrastamos (¡ay, qué dolor a veces!) con lo que estamos siendo y enfocamos con lo que podemos ser.
Abrazo cordial,
ASV
Estupendo post.
ResponderEliminarMe gusta el ejemplo del lápiz y la gravedad, sencillo y clarificador.
Somos muy dados a quitarnos las culpas y/o echárselas a las demás, en vez de asumir las responsabilidades que corresponden, y tratar de buscar soluciones a la situación.
El entorno puede ser negativo, pero cada uno es también responsable de cómo actúa dento de él, y el coach puede ejercer como guía y catalizador para lograr que la persona encuentre ese camino dentro de ella.
Un poco "heavys" tus jefes, pero muy directos. A la pregunta de "¿qué parte de culpa...? le seguiría esta otra, imagino: ¿qué solución propondrías? ¿cómo podría solucionarse?
Un abrazo
Pablo Rodríguez
Estupendo articulo.
ResponderEliminarLlevo más de un año en que no puedo evitar pensamientos comparativos en esta empresa en la que ya llevo más de un lustro —y más de dos—, contengo para mi la perspectiva del tiempo y la evolución personal y de mi entorno, y puedo afirmar rotundamente que jamás los puestos directivos habían tenido un nivel tan bajo, por el contrario los ingenieros y técnicos han ido incrementando su calidad de trabajo en varios de sus campos, tal vez por selección natural. Los jefes mientras tanto han ido dejando su representación prodepartamento para convertirse en salvavidas de si mismos, jugando muchísimas veces a la ‘no decisión’ y por tanto a la ‘no equivocación’... En fin, he disfrutado una vez más leyéndote.
Saludos.
¡ Hola Josep !
ResponderEliminarComo de costumbre, un texto con fundamento (como diría Arguiñano).
Mi pequeña aportación aquí sería un matiz cultural. He trabajado mucho con directivos y gurús Japoneses, aunque ¡ojo! no sé hasta que punto se puede trasladar mi comentario al ciudadano de a pie.
Mi experiencia me dice que estos comportamientos que cuentas son impensables en un Japonés. No digo que vayan por ahí practicando Seppuku a lo loco como en los viejos tiempos, pero sí es cierto que la noción de culpa (ellos hablarían más de responsabilidad, pero son matices lingüísticos) tiene para ellos un significado totalmente distinto al que tenemos en Occidente.
En definitiva, que rechazar su responsabilidad, o incluso peor desviarla hacia otros, es el acto más bajo que se pueda cometer en este mundo, y es motivo de gran vergüenza (otro término que para ellos tiene un significado mucho más fuerte que para nosotros).
Estos matices no tienen un interés meramente académico; es que en un mundo globalizado (palabra de moda) hemos de entender cómo funcionan otra culturas (por la cuenta que nos trae)
Sigue escribiendo así, es un auténtico placer leer tus posts (y me considero un cliente exigente :))
Hola Josep:
ResponderEliminarMagnífico post. Muchos de los problemos que tenemos es que no nos autoconocemos o nos autoengañamos. Suelo hacer varias lecturas de un mismo hecho aun sabiendo que mi percepción me engaña o me juega malas pasadas. Lo que si suelo tener claro es por qué fallo e intento corregirlo. Unas veces me sale a la primera y otras cuesta un montón. En fin, que me ha encantado.
Un abrazo
Hola Josep:
ResponderEliminarA mi me gustan mucho los Simpson (qué le vamos a hacer) y me has recordado una frase de Homer que es toda una inspiración. Se trata de una escena en la que le está dando consejos a su hijo pera no resultar nunca culpable de cualquier desatino:
1.- "Ya estaba así cuando llegué"
2.- "Buena idea, jefe"
3.- "No digas que he sido yo".
Un abrazo.
Hola Josep,
ResponderEliminarA veces paso largos ratos buscando aquella razón absolutamente convincente que me daré cuando me pregunte. Hasta ahora solía encontrarla.
¿Puedo insultarte? :-)
Gracias (una vez más) y un abrazo,
Jaime
Hola Alfonso:
ResponderEliminarMuchas gracias. En efecto, el contraste con el ser y el siendo es doloroso y una oportunidad más para mostrarse inocente.
Un abrazo.
Hola Pablo:
ResponderEliminarTienes razón. El ejemplo del lápiz es muy bueno y se lo debo a Esteban Pinoti, magnífico coach.
En cuanto a lo de mis jefes, he tenido tantos que es fácil usarlos como ejemplo. Este que menciono, tenía suma facilidad en plantearte este tipo de cuestiones y las que tú propones a continuación. Lástima que en otras cosas no fuea tan proactivo.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Hola Gabi:
ResponderEliminarMencionas un tema de rabiosa actualidad como es la dimisión de toda responsabilidad por parte de los jefes que, de repente, se han vuelto todos más inocentes que Blancanieves en la esperanza de que la guadaña no les alcance.
La no decisión es un refugio demasiado endeble cuando la actuación de uno es escrutada con ojos avispados.
Qué ganas tengo de que esto remonte el vuelo y podamos volver a asistir a assessment en procesos de fusión, qué ganas.
Un abrazo.
Hola jd roman:
ResponderEliminarGrac ias por el elogio, por otra parte creo que exagerado.
Aunque no soy un experto sí soy un curioso de culturas empresariales. Respecto a lo que mencionas de la responsabilidad y la vergüenza siempre recuerdo al presidente de una sociedad coreana (no sé si fue Daewo) que al presentar los malos resultados de su empresa mencionó que lamentaba profundamente no haber nacido en occidente para no tener que pasar ese trago.
Así que lo que dices, es completamente cierto.
Muchas gracias por tus comentarios.
Un abrazo.
Hola Fernando:
ResponderEliminarNo estoy seguro de que no nos conozcamos, aunque sí comparto que nos autoengañamos y mucho.
Uno sabe cuándo y cuán culpable o inocente es, lo que pasa es que nos justificamos de lo primero mientras que nos regodeamos en lo segundo, así que lo que tú haces tiene mucho mérito, te lo aseguro.
Muchas gracias de nuevo y un abrazo.
Hola Javier:
ResponderEliminarHomer Simson es un claro ejemplo de lo que digo. Muy bien traído.
La inocencia es una excusa que puede llegar a ser muy convincente, de eso no cabe duda pero que alcanza su paroxismo cuando te pillan con las manos en la masa y sigues empeñándote en negar la evidencia.
Un abrazo.
Hola Jaime:
ResponderEliminarTú puedes insultarme todas las veces que quieras. Otros, no tanto.
Muchas gracias. Un abrazo.
Hola Josep:
ResponderEliminarNo sé la razón, pero al leer tu post y los comentarios me asalta una imagen, espero, de todos conocida: niños en la plaza de barrio, el cristal roto del vecino, una piedra venida del "super espacio sideral" y un dedo acusador.
"Yo no fui".
Y, a veces, era verdad. Ni habías cogido la piedra, ni tenías nada que ver con el asunto, sólo te habías parado al escuchar el crujir del cristal. Ni siquiera tenías idea de quién podía ser el francotirador. Vamos, un "pasaba por aquí".
Pero, otra veces, conocías los intentos de tu amigo por abatir aquel nido, sabías del riesgo que corría y aunque no tuviste la piedra en la mano, lo jaleaste..."Allí, más arriba, más fuerte", en cambio, cuando hubo que aceptar el descalabro dijiste "Yo no fui". Y era verdad, pero con matices, porque si no fuiste el ejecutor, si fuiste parte del tinglado y te lavaste las manos como Pilatos, aunque no acusaras a nadie.
Pero también existía otra posibilidad. Tú jugabas con la pelota, tan tranquilamente, con tu hermano menor y de repente el crash del cristal les dejaba atónitos, mirando a las alturas. Rápidamente, el tirador oficial de piedras, gritaba sentenciando..."yo no fui, fue él" señalándote, acusándote de algo que no tenía nada que ver contigo, injustamente. Ahora tendrías que demostrar tu inocencia, porque alguien, sin escrúpulos, te la había arrebatado.
Muy rara era la ocasión en la que el generador de vidrios rotos aceptaba, desde el primer momento, su responsabilidad sin intentar encubrir su culpa.
Y es que en el mundo infantil se dan "casos y cosas" parecidas a lo que ocurre con los adultos.
No es por inocencia, ni por eludir responsabilidades; tal vez sea por "justicia", pero no es lo mismo un:
-Un "No fui yo", si no lo fuiste en verdad.
-Un "No fui yo" sabiendo que sí tienes parte de responsabilidad, aunque sea por omisión.
-O un "No fui yo, fue él", cuando no sólo eres el culpable sino que, encima, pretendes que otro "inocente" cargue con tu "muerto".
Tal vez, Josep, ser consecuente no esté de moda, pero a mi me gusta y lo intento. Claro que para serlo hay que tener principios y que éstos sean nobles, porque si los tienes pero de "ombligo hacia dentro", el "No fui yo" deja de ser setencia para convertirse en credo.
Y lo admito, fui yo quien como siempre se pasa siete pueblos escribiendo, jejeje.
Un beso, Josep, feliz semana.
Ese "yo no fuí"..tiene muchos matices..Pero,cuando hay madurez,responsabilidad y base moral no nos engañamos,porque la "verdad"tiene bastante peso y nos dá un buen "jake-mate.."
ResponderEliminar..Asi que,como dices, "tengo lo que tengo, porque soy como soy" y además "Yo soy yo y mis circunstancias"(como dijo Orgega)porque estoy donde estoy..!!
Mi felicitación por esa profundidad y mi abrazo grande,amigo.
M.Jesús
“Ze lo juro mi zarjento que xo no quería...” le decía el gitano al guardia civil, mientras, con una mano, guardaba el cuchillo ensangrentado en la faja y con la otra procuraba, sin éxito alguno, cerrar el tajo del cuello del cochino, mientras este - el cerdo- gruñía escandalosamente y sin remedio.
ResponderEliminarCuanto más inteligente hubiera sido que intentara negociar con el sargento de la benemérita en pos de conseguir repartirse las chacinas del animal. Al fin y al cabo al puerco poca salud le quedaba, al gitano le esperaba la cárcel y al sargento una disyuntiva entre el pobre agradecimiento que le prestara el amo del guarro y un festín de embutidos. ¡Está bien!, admito que la tercera parte - el amo – también había de entrar en las negociaciones.
Bromas aparte, es una agradable experiencia usar la frase: “Si, he sido yo, me he equivocado. ¿Me ayudas a solucionarlo?”. Total, sabemos que si tiene solución , ¿para qué preocuparse? y si no la tiene, ¿para qué preocuparse? .
Un saludo y un abrazo Josep Julián
Fali
Hola María:
ResponderEliminarLa longitud de tu comentario es sólo una oportunidad más larga de leerte, lo cual siempre se agradece ;-)
Pones el ejemplo de lo que puede pasar en un juego de niños y describes las variables posibles. Como he sido uno de esos niños y he roto cristales con balones, he buscado culpables, he señalado a otros y me han acusado a mí cuando no lo hacía, sé de lo que hablas.
Todas estas situaciones son plenamente trasladables al ámbito empresarial y no sólo ahora que hay una evidente mieditis a meter la pata, lo cual lleva a la inacción, sino en cualquier momento de la economía.
Buscar un culpable plausible es un arte al que muchos se han aplicado, da igual que sea con razón que sin ella. Eso de calumnia que algo queda es un recurso antiguo pero igualmente efectivo y no te digo nada cuando además tienes pruebas si quiera sean circunstanciales.
En el ámbito empresarial, bien sea para proteger el propio trasero, el de tu departamento o el de tu gente, echar la culpa a otro siempre ha dado resultado aunque sólo fuera para lograr unas tablas.
La inocencia, esa en concreto, busca la absolución por falta de pruebas y eso es relativamente sencillo de lograr. Basta con apelar a la "ley de la gravedad", al "mal de muchos" y al "es inexplicable". Un juego de niños, ya te digo.
Por lo demás, coincido también en la parte final de tu análisis, se está convirtiendo en credo.
Vaya, parece que ahora soy yo el que se ha enrollado un poco.
Un beso.
¡Qué mecanismo de defensa más humano!: Cuando no te gusta algo lo proyectas y echas afuera en vez de preguntarte cómo adaptarte mejor a la nueva situación.
ResponderEliminarLa consecuencia solo es engañarnos a nosotros mismos cuando no recae en personas concretas, pero si se convierte en la búsqueda de culpables entramos en una dinámica mucho más perniciosa (y creo que mucho más habitual).
Entiendo que es algo parecido a la no aceptación del feedback sobre nuestras "zonas ciegas" y supongo que explica muchas resistencias al cambio y muchos fallos de inadaptación.
Me ha encantado el comentario de JDRomán sobre los japoneses. Aprendiendo...
Hola María Jesús:
ResponderEliminarEl problema es que esa madurez, responsabilidad, etc. desaparece como por ensalmo cuando pintan bastos. La supervivencia se espera obtener a través de parecer virginal y eso ya sabemos que, una vez perdida...
En mi vida profesional he visto casos a la inversa, que es cuando se presenta dimisiones por errores cometidos, pero ya sabemos que en este país eso no se lleva demasiado.
Muchas gracias por asomarte de nuevo.
Un abrazo.
Hola Fali:
ResponderEliminar¿Cuántas veces has contemplado el desenlace que presentas en ámbitos empresariales? Asumir responsabilidades es algo que en nuestra cultura cuesta mucho. Debe ser por la herencia judeocristiana y lo del pecado original, pero la verdad es que no es frecuente.
Como dice jd roman en oriente las cosas son de otro modo. A ellos les duele más la vergüenza que la culpa pero aquí la culpa nunca la tiene nadie y eso de la vergüenza debe afectar sólo a los toreros.
Muchas gracias por tu comentario. Lo del gitano, también muy bueno.
Un abrazo y hasta pronto.
Hola Alberto:
ResponderEliminarCasi te quedas traspapelado en las respuestas, lo siento.
El ejemplo del feedback de zonas ciegas que nos propones es sumamente adecuado, ya lo creo. No obstante, las reacciones humanas ante errores o áreas de mejora no suele ser el mismo y creo que ello es debido a que en el primero, el mal está hecho mientras que en el segundo, aún tiene remedio. Todos aceptamos mejor (que no quiere decir que bien) que nos saquen los colores por lo que no hacemos o deberíamos hacer mejor que por errores consumados. Como dices, un mecanismo de defensa pero más viejo que el toser y no sé si convence a nadie. A mí no, desde luego.
Un abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCierto, no hay nada como asumir su propia responsabilidad en los hechos. Eso es también tener una actitud adulta frente a la vida.
ResponderEliminarAmigo, no dejes de dejar tu impronta en mi blog como testimonio de tu afecto y hasta la vuelta.
Hola Myr:
ResponderEliminarLa responsabilidad es algo que pesa como una losa. Asumirla parece que es una de las cosas que más cuesta de admitir al llegar a la edad adulta y no estoy seguro de que las generaciones más jóvenes vayan a mejorar mucho en eso, la verdad.
Pasé por tu blog y comenté.
Un abrazo.