Los que la hayan leído sabrán que en esta comedia de Oscar Wilde no aparece ni una vez el nombre de Ernesto. No es de extrañar, porque el título original de la obra es The Importance of Being Earnest y la traducción de Earnest no es Ernesto sino honesto, así que a saber los motivos de semejante desliz. Este juego fonético se ha mantenido en traducciones a otros idiomas, como el catalán (L’importància de ser Frank) donde hay que traducir Frank por “franc”, lo que equivale igualmente a honesto.
Esta diletancia viene a cuento de lo que quiero contar hoy: llamemos las cosas por su nombre y no empleemos subterfugios que escondan dobles intenciones o interpretaciones. Vivimos un mundo convulso, muy alejado de los “alegres” veinte, cincuenta o sesenta. Las similitudes con nuestra época son difíciles de encontrar en las “edades vividas”. Podríamos convenir que no existen en el espacio que alcanza nuestra memoria.
Nuestro siglo empezó con optimismo pero se torció poco antes de doblar el primer largo, el primer decenio, como ha sucedido históricamente. Se diría que a los siglos le sienta mal el nacimiento. La primera consecuencia de ello es que los valores en los que crecimos (algunos), nos mantuvimos (casi todos) y en los que creímos (o no) tenían menos consistencia de lo que parecía. Apenas han aguantado -como un azucarillo al sumergirlos en café hirviendo- los embates de arcanas variables que apenas controlamos desde nuestro pequeño mundo (las puñeteras subprimes, la codicia de los banqueros, la alegría en el gasto de nuestros gobiernos, las agencias de rating, los tiburones financieros ahora en su modalidad de fondos de pensiones o de inversión, etc.)
Los valores son creencias firmes sobre las que apoyamos nuestras acciones, pero son difíciles de condensar y por tanto de concretar. Diríamos que se mantienen en estado gaseoso pero lo impregnan todo. Escribí sobre ello hace unos meses, pero no hago ningún link para no despistar la lectura. Los valores actúan como distribuidor de nuestras acciones: determinan lo que haremos o no en función de unos principios generales de actuación sobre los que basamos nuestros comportamientos por nimios que éstos sean.
Creo que no hace falta insistir más en esto para que nos demos cuenta de cuán importantes son para nosotros, aún en el caso de que fuéramos capaces de enumerarlos, cosa que por otra parte, no es tan fácil como parece. Además, tienen una propiedad esencial, son íntimos, se viven en intimidad y sólo los afloramos cuando hablamos en tono solemne. Pues bien, esos valores se están yendo al garete, ya no nos sirven por mucho que nos sigamos aferrando a ellos.
Desde una perspectiva de inteligencia emocional esto tiene unos efectos devastadores y es así porque seguimos comparando lo que se nos pone por delante con unas métricas que se han quedado obsoletas y responden a una visión que, de repente, no pasa de ser tan romántica como trasnochada. Quién hubiera pensado hace sólo unos años que la meritocracia estaría en franco retroceso, quién desconfiaba de la solvencia de su caja de ahorros, quién podía siquiera imaginar que algún día Grecia precisara de más de 110.000 millones de euros para salvar los muebles o que nuestro país alcanzaría una tasa de paro del 20% que equivale a decir que uno de cada cinco españoles (incluida la tropa auxiliar de la emigración) está en su casa de vacaciones forzosas. Todo esto afecta a nuestro catálogo de valores.
Luego llamemos a las cosas por su nombre y dejémonos de florituras. Estamos en una fase de mudanza similar al de las lagartijas cuando cambian de piel. El problema es que nos faltan referentes que inspiren confianza. La publicidad ya no nos hace ser protagonistas de historias idílicas para las que nunca fuimos llamados sino que se basa fundamentalmente en apelar al ahorro (muy interesante el ejemplo de los productos “valor seguro” que pertenecen a la misma multinacional) o a ofrecer altos niveles de servicio a precio de ganga (especialmente llamativo en el caso de seguros de automóvil que hace sólo unos años no te admitían como asegurado si habías dado un solo parte el año anterior y que ahora se te rifan a unos precios de derribo aunque seas más malo conduciendo que Rompetechos).
La economía ha determinado históricamente nuestro catálogo de valores. Maslow lo reflejó de forma gráfica en su pirámide en la que la base se asienta sobre la supervivencia diaria y la cúspide sobre la realización personal. Sin el estómago lleno es difícil tener pensamientos elevados, viene a decir. Gran verdad. ¿Significa esto que no alcanzamos a tener valores o aplicarlos hasta que nos encontramos asentados en un cierto bienestar? No, en absoluto. Lo que quiero decir es que mutan en función de las necesidades cubiertas. El amor a la libertad es un sentimiento básico pero más intenso en la medida en que se carece de ella. Cuando somos libres o pensamos que lo somos queda como un valor subyacente, no es aspiracional, está integrado. Y lo mismo sucede con el resto.
Pero volvamos a la economía. En este momento todos hemos sido capitidisminuidos en mayor o menor medida. Incluso los verdaderamente ricos están sintiendo en sus carnes los efectos de esta crisis (que se lo pregunten a los ricachones clientes de Madoff). Conforme descendemos en la cadena trófica y nos vamos acercando a los menestrales (la clase media en nuestros días) los efectos negativos de esta crisis (llamémosle económica y financiera para no liarnos) va en aumento en progresión aritmética.
¿Vemos el mundo de distinta forma desde hace tres años? Sin duda. Luego los valores que necesitamos ya no son los mismos, como aviesamente han integrado las campañas publicitarias que siempre se adelantan a los comportamientos esperables aunque olviden darnos las pistas de por dónde se va.
Andamos perdidos, nos faltan referentes. ¿Dónde estamos, quién nos puede proporcionar respuestas, en quién o qué confiar? Son preguntas que esconden una carencia: la falta de instinto para rearmarnos de valores. Somos como los caballos domesticados que han olvidado que su hábitat natural es correr por las praderas. No es que no tengamos respuestas, es que hemos olvidado dónde encontrarlas.
Volver a los orígenes es una alternativa plausible, porque allí es donde han estado siempre, pero parece que nos olvidamos de echar miguitas de pan en el camino y cuando volvemos la espalda lo único que vemos es una enorme arboleda que no ofrece pistas. Hoy los griegos se enfrentan con esa realidad que se ha vaciado de valores reconocibles. Han despertado de un sueño para encontrarse en medio de una pesadilla. Y eso no lo digo yo sino Jesús, el camarero filósofo de la cafetería de enfrente al que me he referido otras veces.
Como veréis, no he mencionado ni una sola vez el nombre de Ernesto.
indexer seo
Hace 1 año
Hola Joseph si que te he visitado varias veces, pero no te he dejado comentario, pero cuando entro en algunos blogs y veo algo que me llama la atención me paso. Lo que ocurre es que tu nivel es muy alto y mis comentarios muy humildes. Aprender aprendo :)
ResponderEliminarEste libro me lo regaló hace muchos años un amigo llamado Ernesto.
Me gustaron tus respuestas en el blog de Francisco.
Por cierto yo hago unas patatas a la húngara que se parecen mucho a las riojanas.
Un abrazo
Hola Josep:
ResponderEliminarPues sí que le has dado una buena pensada a esto de la "mutación de valores". Me parece una gran reflexión digna de una de esas cervezas en una terraza que hemos comentado en alguna ocasción. Tanto hablar de ella vamos a tener que cumplir. En fin.
Al grano.
Una de mis reflexiones sobre el asunto es que con esto de los valores nos pasa como con las tecnologías: para cuando te haces con ellas ya nos han colocado unas más modernas. Con los valores pasa igual, siglos y siglos sin moverse y ahora los tenemos que estar cambiando cada 6 meses o cada dos años, qué más da.
Por lo tanto, me da en la nariz que de aquí en adelante vamos a ir viendo pasar "valores" de diferente pelaje en función del momento.
Si es que ya lo decía el amigo Marx, Groucho Marx: "Estos son mis principios (¿valores?), si no le gustan dígamelo que los cambio".
Por cierto, yo sí he dicho la palabra Ernesto.
Un abrazo.
buff! Josep
ResponderEliminar¡Menudo post!
Profundo y complicado...
Los valores afloran como salvavidas en cada estado de necesidad, eso es lo que más me llamado la atención. Luego, debemos estar de muda, de eso no hay duda.
Cuidate, un abrazo
Hola Katy:
ResponderEliminarAnte todo, sé bienvenida y siéntete cómoda entre nosotros. Las personas que compartimos esta página no se miden por nada más que por aportar sus puntos de vista, así que siempre que quieras, esta es tu casa.
Muchas gracias por tu comentario en la entrevista de Francisco Alcaide. Como ves, a veces uso títulos no diré que engañosos pero sí con media vuelta, como es el caso. Oscar Wilde para mí sí que es un autor complejo, así que no está entre mis lecturas favoritas, he de reconocerlo.
Y por cierto. En un viaje a Budapest probé las patatas a la húngara (creo que tú eres de allí) y me gustaron mucho.
Un abrazo y vuelve cuando quieras.
Hola Javier:
ResponderEliminarCuando empecemos a tomar cervezas y vayan saliendo temas seguro que no lo arreglamos con un solo barril, ni mucho menos.
El tema de valores me preocupa porque si es ciudadano de a pie pensara un poquitín en ello a lo mejor se daría cuenta de que su desajuste es la causa de buena parte de su desazón. Todos sabemos que en invierno no podemos salir a la calle con chaquetilla corta, pero en eso de los valores andamos todos un poco resfriados.
La cita de Groucho me parece de las mejores de la historia pero refleja lo acomodaticios que somos. Principios, valores, qué me da si son lo mismo.
Mi teoría no es que haya que cambiarlos cada seis meses por otros nuevos, sino que hay que rebuscar en el baúl los que nos conviene adoptar y si acaso, incorporar una o dos novedades. Por ejemplo, en este mundo de la 2.0 los valores primados son los de compartir, nada nuevo, sin embargo la aplicación sí lo es. En fin, que no quisiera enrollarme demasiado, no vaya a ser que escriba otro post.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Hola JLMON:
ResponderEliminarEn efecto, afloran como salvavidas, pero si los confundimos con donuts, mal vamos.
Un abrazo.
¡ Hola Josep !!
ResponderEliminarPor fin alguien que cayó en la cuenta que "Earnest" no tenía nada que ver con "Ernest", algo que siempre me tuvo muy intrigado, aunque sigo en ascuas: ¿Dónde, por quién y en qué momento tuvo lugar ese gap cuántico? Sigo intrigado ...
El post, muy rico, necesito más tiempo para aportar algo, pero lo haré :))
Hola Josep., me he permitido hablar de ti en mi espacio, con todo mi respeto y admiración.
ResponderEliminarUn beso.
Hola jd romam:
ResponderEliminarPues no te creas, porque en Twitter uno me ha corregido diciendo que Earnest es Ernesto :-(
No sé lo que subyace en este juego fonético excepto que sea buscado, como nosotros hacemos en los sainetes.
Respecto al resto de tu comentario diferido, miedo me das jeje, pero loe espero.
Un abrazo.
Hola África:
ResponderEliminarLo he visto y se agradece mucho ;-)
Hasta pronto.
Un beso.
Josep, si llamáramos a los cosas por su nombre, y nos dejáramos de eufemismos, pues quizás el corrupto sería un ladrón, muchos políticos serían inútiles, algunos funcionarios incompetentes, y los sindicatos, pues lamec....(con perdón).
ResponderEliminarY la desaceleración, pues...díselo al 20% de parados.
Un saludo.
Hola Josep:
ResponderEliminarQue las cosas están cambiando es un hecho y que como dice Jesús no solo griegos, si no todos, estamos despertando de un sueño está claro, pero a mi me sigue preocupando eso de los valores porque a medida que las cosas se ponen cada vez peor, los valores cuesta más construirlos porque se pasa de mirar por el bien común al sálvese quien pueda. Ahora, hay que intentarlo.
Un abrazo
Hola Josito:
ResponderEliminarLo que dices me ha recordado eso de "porqué lo llaman amor cuando lo que quieren decir es sexo".
Algo similar está pasando con los valores. Venimos de un hotel de cinco estrellas y nos creíamos que teníamos el apartamento en propiedad y cuando no hemos podido pagar la factura nos hemos tenido que ir a una pensión. Lo ridículo es que todavía nos extrañamos de no encontrar todas las mañanas un búcaro con flores acompañando la prensa del día antes del desayuno. A eso me refiero, que los valores que precisamos no son los mismos, no pueden serlo.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Hola Fernando:
ResponderEliminarSeguimos emblesados pensando que los griegos son "esos pobres griegos que nos complican la vida" y parece que no vemos que el efecto dominó también nos puede arrastrar. Estamos enfermos de lo mismo, pero mientras el que tenga fiebre sea el vecino pobre parece que no va con nosotros.
Los valores no hay que cambiarlos por otros nuevos, quede eso claro, es que hay que rebuscar en el baúl porque allí están.
Un abrazo.
Desconocía esta anécdota del nombre del libro, curioso...
ResponderEliminarMuy incisivo el análisis sobre la crisis, no sólo económico-financiera, sino también de valores y referentes; no sólo estamos mal en cuanto a dinero, sino que las perspectivas son malas, y no sabemos qué pensar... Uff, la cosa está complicada, pero al final saldremos hacia adelante, seguro.
Un abrazo, y buen fin de semana
Pablo Rodríguez
¿Me permites..una pequeña osadía..?
ResponderEliminarTenemos que demoler los "parques temáticos" las "visiones virtuales"
"las torres de babel"
y las letras "oportunistas y vacuas".
Después mirar la tierra y el cielo
Respirar aire puro,
tomar las sandalias y la azada..
y un zurrón de coraje en el alma..!!
Mi felicitación y mi abrazo,Josep
M.Jesús
y tomar las sandalias y la azada,aunque sea aparentemente un retroceso
Hola, Pepe:
ResponderEliminarA mi me da que los valores son siempre los mismos, que este es un tema grabado a fuego en la infancia y que solo cambian en situaciones muy excepcionales... aunque claro, quizás estoy hablando solo de lo que me pasa a mi.
Lo que creo que pasa es que olvidamos nuestros valores, los que nos trasladaron nuestros padres, y nos dejamos llevar por la hipnósis del materialismo y por sus prestidigitadores (mass media). Vivimos como "colocados" y cuando nos retiran el "chute" nos ponemos a buscar en el baúl de los recuerdos.
Hola Pablo:
ResponderEliminarLa verdad es que escuché esta anécdota por la radio hace ya mucho tiempo y me quedó en el subconsciente hasta que ha aflorado y se ha materializado en este post. Será porque me muevo por imágenes.
La cuestión de fondo es que hay que adaptarse a las circunstancias en más cosas de las que pensamos, primero para afrontar la crisis y luego para salir de ella.
Pienso que los humanos somos lentos en adoptar nuevos hábitos y todavía mucho más en abandonarlos. Dicho de otra forma, nos cuesta mucho aprender pero muchísimo más desaprender, así que confiemos que no sea demasiado tarde.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Hola María Jesús:
ResponderEliminarAquí se permite casi todo y más en tu caso.Me ha gustado muchísimo eso del parque temático porque, en efecto, en eso hemos convertido parte de nuestro enfoque más estratégico. Ahora, ese parque ya no tiene sentido porque no acude nadie.
También me ha gustado esa imagen que propones de mirarse a la sandalia. Yo, que soy más osado, incluso que lo que conviene es hasta quitarse las sandalias y una vez desnudos, ver lo que nos combiene poner por calzado, vestido y abrigo.
Muchas gracias por tu propuesta.
Un abrazo.
Hola Alberto:
ResponderEliminarTu comentario, a mi parecer muy acertado, me invita a contestar con una cierta extensión, por lo que pido disculpas.
Siempre he creído que los valores eran para cada cual una pequeña colección de principios y creencias que marcaban las actuaciones de las personas. Por así decirlo, son más bien estructurales y para nada coyunturales. Lo coyuntural es la estrategia que adoptamos para que esos valores pervivan, nada más. Eso a ti, a mí y a otros nos ha producido muchos dolores de cabeza y en el fondo, es lo que nos ha hecho cambiar de rumbo pero nunca de objetivo.
Nunca he preguntado a nadie cuáles son sus valores y mucho menos dónde o cómo los ha obtenido o definido. Los respeto, sin más.
Lo que me preocupa y mucho es la inercia mimética con que algunos (no me atrevo a decir muchos aunque me siento tentado)se han equipado. No les culpo, porque para eso estamos sometidos a fortísimas presiones sociales, culturales, etc. y por si eso fuera poco, habrá que añadir que publicitarias y hasta corporativas que no nos valen.
Es curioso con qué facilidad cuando uno se va de una empresa deja colgados en el perchero los valores corporativos y también con qué facilidad adopta los de la siguiente empresa que seguramente tampoco son los suyos.
Ahora,con tal avalancha que tenemos encima, quizá es momento de limpiar ese fondo de armario y ver de encontrar los clásicos, los de siempre.
Perdón por la extensión, pero me he calentado.
Un abrazo.
Hola Josep: Excelente post, invita a la reflexión. A mí encanta la profundidad, más en esta época en la que parece que pasamos por encima de todo y preferimos quedarnos en la superficialidad.
ResponderEliminarValores que se han perdido... Es verdad. Uno de ellos es el de la sinceridad. Quiero predicar con el ejemplo: soy de los que pensaba que el nombre de Ernesto era Ernesto y no honesto. Lo confieso: no lo sabía y lo digo sin rubor. Y lo he aprendido contigo.
Un saludo para todos/as y te animo a seguir en esta línea que a mí me encanta
José Luis Gonzalo
¡ Jejeje !!
ResponderEliminarVeamos, a mí me gustan estos pequeños juegos intelectuales, que vienen bien para relajar -y abrir- la mente, sin más pretensión. Allá vamos ...
Cierto es que Earnest es un nombre propio, aunque extremadamente inhabitual. Entiendo que Wilde hace un juego de palabras con Ernest (uno de los personajes de la pieza).
Ahora viene lo interesante: como muy bien lo has captado, la traducción al Catalán es la correcta, con el juego de palabras con Franc.
En Francés una buena traducción, parecida al Catalàn sería "De l´importance d´être Franc". No es del todo correcto, ya que el nombre habría de escribirse Franck, pero se acerca.
En Castellano, una traducción correcta, -pero con trasfondo delicado- sería "Lo importante de ser Franco".
Tal vez por eso no se intentó hacer un juego de palabras con la traducción.
Todo esto un poco frívolo, lo admito:), aunque tal vez no tanto, ya que incluso en un tema a priori tan irrelevante, pueden acechar cosas peliagudas.
P.D. Otra vez lo pospongo, pero prometo que comentaré algo sobre el fondo del post, más allá de la anécdota de Earnest o Ernesto
Un abrazo :)
Hola José Luis:
ResponderEliminarGracias por asomarte y comentar y además en los términos que lo haces. Por tu profesión, entiendo que el contenido del post poco te habrá aportado, pero al menos hemos aclarado lo de Ernesto. Algo es algo jeje.
Un abrazo.
Hola de nuevo jd roman:
ResponderEliminarBonito juego semántico. Coincido contigo en que "la importancia de llamarse Franco" no estuviera muy vista. Habría que ver cómo se traducía en tiempo de la República para salir de dudas.
Y quedamos a la espera de nuevas aportaciones ;-)
Un abrazo.
Llamar a las cosas por su nombre sería el principio para poder empezar a mirar los problemas a la cara e intentar buscar una solución. Tanto disfraz desvirtua la esencia de todo y ya no sabemos si vamos o venimos. Tanto desvarío nos lleva al hastío Josep.
ResponderEliminarMuy buena reflexión.
Besos
Buenas tardes Ernest, perdón Josep Julián (ves ya lo he mencionado!)
ResponderEliminarAcertado una vez más tu post que invita a la reflexión de qué estamos destruyendo y construyendo y por tanto cual es la suma final como animales sociales. Sabemos gastar, consumir, derribar, soñar, imaginar y sin embargo los matices(valores) están perdiendo fuerza para algunos. Yo en mi caso me sale más la raiz en vez de estar buscando las respuestas fuera. Un abrazo y ya tenía ganas de volver a visitarte.
Hola Josep, me ha gustado mucho el encabezamiento del post, empezar a leer aprendiendo en el primer parrafo es muy edificante..., y respecto a los valores o a los principios que esta crisis parece estar demoliendo, creo que existen unos valores y unos principios "estacionales o circunstanciales" y otros profundos y bien arraigados que son los que conforman nuestra personalidad y los que nos conducen en la vida.
ResponderEliminarLa publicidad a la que nombras aboga por esos valores "temporales", es ideal para manipularlos segun les convenga, para que continues consumiendo, para que continues creyendo lo que lees en las vayas publicitarias, en los folletos o en los spots de la tele.
Los otros, los "arraigados", siempre que se apoyen en la mesura, en la reflexión y en la previsión te permitirán sobrevivir de una manera o de otra, a esta crisis y a las que vengan.
Pero esos principios "profundos" estan en retroceso, no son reconocidos publicamente y ni siquiera se habla de ellos en la escuela. esos valores y esos comportamientos recuerdan demasiado a los viejos, a tus propios padres que construyeron sus vidas y sus bienes desde el esfuerzo, el tesón y el ahorro razonable..., algo incompatible con el capitalismo actual, con esa forma de vida tan insostenible mental y medioambientalmente.
Un abrazo Josep.
El problema es que esta sociedad ha vivido de cara al "viaje exterior" en lugar del "viaje interior" y aquí está el problema. ¿Dónde están las respuestas? Las respuestas están en tu interior.
ResponderEliminarJesucristo te ama Mucho.
ResponderEliminarJolín Josep, después del comentario que me antecede, que puedo añadir? Estás traspasando las fronteras celestiales, me temo ;-)
ResponderEliminarAhora en serio. Los temas que planteas darían para un debate transversal que va más allá de los temas económicos en los que -intencionadamente- te has centrado. Pero el momento económico refleja de alguna manera el social, y este recoge los valores colectivos de una generación que, a su vez, es el resultado de los individuos que la integran. Por lo que volvemos al origen, que son las personas. Yo soy optimista. Comparto contigo la opinión de que nos ha tocado vivir un momento de cambio profundo. Pero no creo que nuestra generación sea peor que la de nuestros padres o abuelos. Y si ellos supieron reconstruir Europa en dos ocasiones, nosotros no podemos amilanarnos, por más crisis griega, políticos ineptos o subprimes a granel que se nos cruce por el camino. Saldremos de esta, de eso no tengo la menor duda.
Un abrazo,
Hola Belkis:
ResponderEliminarCoincido en tu apreciación al cien por cien. Este desvarío en el que sin duda nos encontramos tiene mucho que ver con lo que apuntas. Como todo en la vida, las cosas no se producen por una sola circunstancia ni por dos, pero cuando estamos perdidos a veces a lo único que nos limitamos es a perseverar en el error. Qué le vamos a hacer.
Un abrazo.
Hola Diego:
ResponderEliminarLos valores sobre los que asentamos nuestras actuaciones, o están bien asentados de forma que no variemos la satisfacción de nuestros verdaderos intereses o nos acabamos convirtiendo en seres superficiales que se mueven por los valores sociales que, cuando vienen mal dadas, no nos llevan a ninguna parte.
Cuando uno se pone a observar, se ve mucho de esto último, está claro.
Gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Hola Pedro:
ResponderEliminarEstoy completamente de acuerdo con lo que dices sobre los valores profundos y el intento de suplantación por parte de la publicidad, la prensa, la coyuntura y un sinfin de cosas más.
Lo que hay que tener claro es que los clásicos se quejaban de lo mismo que nosotros, luego no somos originales, lo que también viene a demostrar que las soluciones también son las clásicas, si es que todavía nos queda resuello.
Muchas gracias como siempre por tu comentario.
Un abrazo.
Hola Malvada Bruja del Norte:
ResponderEliminarMe alegro de que coincidamos. Sin duda, ahí están esperándonos silenciosamente.
Un abrazo.
Hola Astrid:
ResponderEliminarPues sí, es un consuelo recibir una llamada del Jefe, ya se echaba en falta.
Bien visto lo de lo económico como excusa, como imagen y el descenso de lo general a lo concreto que son las personas, en realidad, cada persona.
Por ello los valores deben ser individuales, necesariamente y escalar en sucesivas e interrelacionadamente hacia lo colectivo, es decir, hacia lo social.
Yo tambien soy optimista pero no incauto. Saldremos de esta, pero si afrontamos mirarnos al espejo -cada cual al suyo- sin afeites, con la cara lavada y descubrir lo de siempre: quiénes somos y de dónde venimos. Lo de hacia donde vamos lo dejo para otro momento.
Muchas gracias y un abrazo.
No soy tan inteligente como para identificar cuándo un valor se queda obsoleto o cuándo sigue vigente. Yo trato de ser consecuente entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago, y aunque a veces naufrague ahí sigo, basando todo mi andamiaje humano en aquellos valores que considero justos en mi manera de conducirme en la vida. Me sirve sobre todo para poder dormir por las noches de un tirón, sin remordimientos ni malos pensamientos. Soy de naturaleza flexible, pero algunos de mis principios son innegociables y procuro no traicionarlos, más que nada porque me tengo que mirar en el espejo cada mañana y quiero seguir reconociéndome en la imagen que devuelve, con todas las consecuencias.
ResponderEliminarHola Domingo:
ResponderEliminarEn efecto, los valores no son para identificarlos conscientemente (de hecho, ese sería un ejercicio que seguramente depararía muchas sorpresas)sino simplemente para vivirlos expresándolos en unas pautas de comportamiento tanto públicas como privadas. De hecho en eso consiste el comportamiento ético. Hacerse preguntas sobre valores, así en abstracto, es algo que se mueve más en lo filosófico. mientras que comparar con la ética de cada cual es lo que hace que por las mañanas nos reconozcamos mejor o peor ante el espejo.
Buena reflexión.
Un abrazo.