23 de septiembre de 2010

Somalina frente al espejo


Somalina abandonó el portal de su casa una lluviosa mañana del mes octubre y sin paraguas. Anduvo dos manzanas cobijándose bajo las cornisas de las casas de su misma calle hasta que llegó a la entrada del metro y bajó por las empinadas escaleras esquivando a viajeros con paraguas que se movían en desorden. Más que andar, iba dando gráciles saltitos que le permitían esquivar los obstáculos para no mojarse.

Una vez en el andén comprobó que sus gafas se habían empañado por el contraste entre la humedad y el calor humano de la multitud congregada a la espera del tren. Sacó un pañuelo de papel de su bolso y se dispuso a limpiarlas hasta que reparó que su imagen se reflejaba en el cristal inesperadamente limpio de una máquina de golosinas por la que hasta ese día había mostrado indiferencia. Somalina detestaba mirarse en espejos. Los de su casa los había arrinconado hacía tiempo, pero ahora estaba completamente fascinada. Llegó el tren y fue incapaz de tomarlo puesto que no podía separarse de sí misma. Al tercer tren que llegó y partió sin ella, salió apresuradamente a la calle, y esta vez sin importarle mojarse, siguió corriendo hasta que llegó al zaguán de la puerta de su casa.

Se quedó unos instantes detenida tras la puerta respirando agitadamente por el esfuerzo. Era grácil pero no estaba acostumbrada a la carrera. La portera la había visto pasar como un rayo frente a su garita y pensó que se habría olvidado algo importante. Pasados unos minutos Somalina llamó por teléfono a su empresa para decir que ese día no iría al trabajo pero tampoco dio explicaciones ni fue consciente de que no lo había hecho. Simplemente, no iría.

Se puso a llorar aun sin saber la causa, pero eso no impidió que se dirigiera al cuarto en el que tenía arrumbados todos los enseres que despreciaba de aquel piso de alquiler amueblado en el que vivía desde hacía un par de años, entre ellos un espejo de cuerpo entero que arrastró con dificultad hasta su habitación. Una vez allí lo limpió torpemente con la mano y luego con la bufanda de colores que aún llevaba sobre su abrigo. Lo hizo de forma que primero apareciera su rostro, luego su cuerpo y finalmente sus largas piernas hasta que por fin pudo contemplarse de cuerpo entero.

Lo que vio la inquietó. Más que curvas veía ángulos, más que piel tersa colgajos de piel, más que aspecto saludable veía que el color de su cara parecía el de una enferma. No se recordaba así en modo alguno, aquella no podía ser ella, pero permaneció un largo tiempo observándose, como antes frente a la máquina de golosinas sin poder apartar la mirada de sí misma. Somalina se sentó en el borde de la cama. Ya no lloraba. Era sólo que no se gustaba.

Repasó mentalmente algunas cosas de su vida. Gustaba a los hombres, eso se notaba. Todavía era joven y hasta esa mañana pensaba que atractiva, pero ahora no encontraba rasgo alguno de hermosura. Se desnudó y giró sobre sí misma tratando de no perderse de vista en el espejo. Definitivamente, no había nada que le recordara la que ella era. Se atusó el cabello de varias formas, se probó todas las prendas que pensaba que eran favorecedoras, se maquilló primero con tonos suaves, luego de forma más atrevida. Probó a quitarse las gafas, a ponerse zapatos, a probarse complementos, alhajas y abalorios. Nada. No había forma de mejorar su aspecto.

A la caída de la tarde su abatimiento era absoluto. Pensó en llamar a su madre, a alguna amiga, a su último amante, pero fue incapaz de marcar ninguno de esos números. Se sentía hambrienta pero sólo pensar en tener que prepararse algo en la cocina la desanimaba. Se puso a mirar por la ventana y tres pisos más abajo, la vida en la calle continuaba sin que nadie la echase de menos. Veía parejas paseando, niños corriendo y jugando, coches que pasaban o paraban, gente que entraba y salía de los comercios. Vio a su portera que arrastraba el cubo de la basura y que luego se alejaba caminando hacia la parada del autobús. Todo eso sucedía dejándola al margen por completo.

Volvió a mirarse en el espejo por última vez, pero no fue la última porque al rato volvía a estar allí plantada, escrutándose y descubriendo la misma Somalina que llevaba viendo todo el día, así que por fin se tendió en la cama acurrucándose cuanto pudo y deseó que todo terminara. Su vida no tenía sentido y ella era la última que se había dado cuenta, razón por la que se maldecía. En un momento dado, se quedó dormida pero su sueño era denso y pesado. Soñó en sí misma frente a un espejo en el que se veía de forma distinta para cambiar de aspecto al cabo de un instante. Era desconcertante.

A la mañana siguiente, a la misma hora de siempre, Somalina salió a la calle, anduvo el mismo camino de todos los días, bajó los peldaños hasta el andén del metro y se detuvo dando la espalda a la máquina de golosinas donde todo se había iniciado. Cuando oyó que el tren se acercaba se giró un momento para volver a buscar su imagen en el cristal de la máquina de golosinas y sonrió de forma imperceptible para todos menos para ella. Se abrieron las puertas del vagón y entró en él.

En su piso, el espejo permanecía en el mismo lugar que lo había dejado. Ahora estaba limpio a conciencia, pero no era el mismo. Somalina había escrito en él con pintalabios y en trazo grueso: Buenos días, linda. ¡Eres poderosa!

32 comentarios:

  1. Buenas tardes Josep Julián, maravillosa historia de suspense (hubo momentos que casi leía en vertical). Somalina sin duda es poderosa al enfentarse con coraje a su imagen y su sueño.

    Somalina es bella por dentro y supo lidiar con su imagen proyectada en el espejo. Su persistencia y honestidad fueron a mí entender las claves de su "poder".

    Un abrazo!

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  2. Buen relato que descubre la terrible realidad de la anorexia. Una mujer que no acepta su físico, ni se gusta hasta el punto de esconder los espejos, hasta que un día ve reflejada a la mujer que siempre soño. Corre a comprobarlo y vueve a ver esta ves sin engaño el amasijo de huesos y pellejo.
    Pero es eso lo que le devuelve la autoestima y la seguridad en si misma. Por fin soy lo que he querido ser y soy poderosa.
    Un abrazo

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  3. Hola Josep:

    Tienes una especial habilidad no para el suspense, sino para describir emociones, sensaciones que llevan a la reflexión y que además ilustran muy bien lo que somos y lo que queremos ser.
    Enhorabuena.
    Un abrazo

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  4. Hola Josep:
    Yo creo que ella siempre había sido una mujer fuerte y segura. Lo que pasa es que esa maldita máquina llevaba tanto tiempo sucia que, al no verse, se había olvidado.
    Muy bueno.

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  5. Precioso relato, real y emocionante.
    Supongo que casi todos nos hemos mirado alguna vez al espejo y no nos hemos reconocido, y sobre todo, que tambien hemos omitido vernos reflejados en muchas ocasiones.
    Felicidades.
    Un saludo, M.

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  6. Hola Josep
    He seguido a Somalina desde que bajo al portal de su casa! No me gustan los espejos ¡

    Un beso muy fuerte.

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  7. Muy bueno tu escrito,que nos hace pensar en la autoestima.Podríamos aplicarle ese refrán que dice:"Salí a la calle a avergonzarme y vine a casa a consolarme..."Somalina encontró en el espejo su imagen interior,que tenía olvidada y la vió hermosa y digna.Se olvidó de su imagen exterior y se sintió,como bien dices,poderosa...!!
    Mi felicitación y mi abrazo,Josep.
    M.Jesús

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  8. ¡Lo que más importa es que se lo crea! pero, éste de escribirlo ya es un buen comienzo.

    ¡Vamos Somalina! ¡Fuerza!

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  9. Ayer tarde me encontré con Somalina. Le pregunté ¿Qué tal está? y me contestó "Bien, hija, bien, vengo de pasar un rato con "los míos", después de comer".

    Mi Somalina es una luchadora y guerrera escondida bajo un traje de "abuela". Por sus manos han pasado 7 hijos, 1000 penurias, 1 millón de trabajos y 1 marido que se fue.

    Un día, Somalina empezó a languidecer sin que nadie se percatara del por qué. Ni siquiera sus vecinos más cercanos podían imaginar su particular batalla. Qué decir de su familia, todos tan ocupados con sus propios problemas.

    Somalina padecía una enfermedad mortal: inanición por soledad.

    "¡¡Cocinar yo!! ¿para qué? No me gusta comer sola y me da pereza cocinar solo para mi. Antes era distinto, éramos más en casa".

    Y así, un día y otro, un yogur, pan de molde, jamón york, alguna fruta, una manzanilla, dos galletas.

    Menos mal que encontró a "los suyos", en un comedor social, acomodado para que por un módico precio las personas mayores puedan comer bien y, sobre todo, en compañía.

    ¡Cuidado con la soledad! Necesitamos vernos en los ojos de otras personas, porque nuestra propia imagen es, cuando menos, subjetiva.

    Somalina puede, si tú quieres.

    Buen fin de semana, Josep. Besos.

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  10. Extraordinario escrito Unamos las letras.Abrazos desde el otro lado de La Luna

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  11. Nos tenemos que mirar de vez en cuando en el espejo, sino perdemos la perpectiva de como vamos cambiando.
    Me ha encantado el escrito.
    Saludos

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  12. Hola Josep!: ¡Genial tu relato! Yo lo interpreto y me parece ideal para utilizarlo con personas con problemas de imagen corporal, como alguien ya ha sugerido en los comentarios. El cuerpo es una percepción mental construida y dependiendo de cómo la hagamos, y de otras variables, podemos estar contentos con la imagen que nos devuelve o sentirnos incómodos y hasta odiarla.

    Por otro lado, y como ya han glosado otros compañeros/as, yo también destaco las virtudes del relato, tu habilidad como escritor. Es muy buena. ¿Has pensado en escribir novela? :)

    Mis felicitaciones, y un abrazo

    José Luis Gonzalo

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  13. Son más importantes las perspectivas que los reflejos... Ya te digo!


    :)

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  14. Pepe:

    ¡Cómo me cuesta pararme a leer relatos llenos de matices como los tuyos! pero... ¡qué buenos son! Cada un@ puede usarlos como espejo y dan lugar a tantas interpretaciones como personas, experiencias y momentos...

    El día a día y la eficiencia son asesinos de estos matices. En mi tiempo de lectura y reader no hago más que buscar contenidos teóricos y ejercicios utilizables profesionalmente y a veces, como hoy, relatos como el de Somalina me hacen consciente del precio que pago dejando pasar historias y metáforas.

    Gracias :-)

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  15. Hola Diego:
    En efecto, el aprendizaje de Somalina es que era bella por dentro y puede que también por fuera pero ella no se gustaba. Como sucede muchas veces nuestro principal problema es la autoestima que nos impìde ver nuestro poder.
    Muchas gracias por tu aportación.
    Un abrazo.

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  16. Hola Katy:
    Como has adivinado, Somalina es una metáfora y como tal admite muchas interpretaciones de punto de partida pero una sola conclusión. En este caso, que era bella y poderosa y lo era porque decidió que así era.
    En coaching, diríamos que hizo una declaración y que esa declaración significaba un quiebre con su visión del mundo.
    Muchas gracias por tu comentario y por haber contribuido a la visión poliédrica de la historia.
    Un saludo.

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  17. Hola Fernando:
    Muchas gracias por tus palabras. Observar lo que somos en el sentido de tomar consciencia y estraer conclusiones es lo que nos permite dar el salto hacia lo que queremos ser. Diríamos que es lo que nos permite ponernos en marcha para alcanzar los sueños y en muchos casos, alcanzarlos.
    Un abrazo.

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  18. Hola Javier:
    Tienes toda la razón. Ella siempre había sido hermosa y poderosa pero no se miraba al espejo para verlo. Quizá no sea la única a quien le suceda cosas parecidas, pero como tú dirías, esa ya es otra historia.
    Un abrazo.

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  19. Hola MaS:
    De acuerdo también contigo. Hay espejos en los que nos miramos y otro tipo de espejos a los que no nos miramos para no ver lo que nos tienen que decir. Enfrentarse a esos no es sencillo pero cuando decidimos hacerlo, hay mucho que ganar.
    Muchas gracias por tu aporte.
    Un abrazo.

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  20. Hola África:
    Estoy completamente seguro de que Somalina estará encantada de que hayas compartido su experiencia.
    Un beso.

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  21. Hola Majecarmu:
    Ahí le has dado. Poco puedo añadir a tu comentario más que darte las gracias por tu capacidad de síntesis.
    Un abrazo.

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  22. Hola Myriam:
    Seguro que Somalina lo dejó escrito en el espejo para que no se le olvidara, como deberíamos hacer nosotros, para que no se nos olviden dos cosas: quiénes somos y quiénes no somos.
    Un abrazo.

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  23. Hola María:
    Muchas gracias por tu historia dentro de la historia. Somalina crece en matices con vuestros comentarios, como toda creación cuando ya no pertenece a quien la creó. Tu Somalina padece de soledad pero siempre supo quién fue aunque su imagen fuera necesariamente subjetiva. Me interesa mucho eso de la subjetividad porque es algo a lo que es difícil de escapar aunque por contra tengamos esa enorme capacidad por concentrar en nuestra visión sólo una parte de lo que somos. La otra parte es que ni la vemos y nuestro poder reside en completar el puzzle que todos somos aunque sea a través de una visión distorsionada. Eso puede llevar toda una vida o un instante, que es lo que le pasó a nuestra heroina.
    Muchas gracias por tu comentario.
    Muchos besos.

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  24. Hola Recomenzar:
    Unidas las letras. La distancia del charco es la que menos me importa.
    Un abrazo.

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  25. Hola Maluferre:
    Muchas gracias por tus palabras. Seguramente unos se miran poco en su espejo y otros se pasan la vida frente a él aunque no sé si se ven mucho. Lo que hay que hacer es no engañarse y descubrir que todos somos hermosos y potentes si así lo decidimos.
    Un abrazo.

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  26. Hola José Luis:
    Como he dicho antes, Somalina es una metáfora sujeta a mil interpretaciones en su origen y confluyente en su enseñanza que se resume en eso que dices, la imagen que nos devuelve el espejo es la que nos trabajamos.
    Muchas gracias por tus palabras. He escito novela, sí, pero no tengo editor.
    Un abrazo.

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  27. Hola Gabi:
    Ahí le has dado. Mucho más importante.
    Un abrazo.

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  28. Hola Alberto:
    Siempre es un placer que te detengas por esta casa. Quién sabe si Somalina también puede convertirse en conocimiento a incluir en tu caja de herramientas profesional. En tus manos, seguro que sí.
    Un abrazo.

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  29. Josep Julian ¡me gusta cuando te relajas y escribes cuentos!, perdón, lo de relajar, es un atrevimiento mío, mejor dicho, me relajo yo al no tener que ponerme casi ante un espejo, y sincerarme con él, al leer tus entradas, entradas que siempre son interesantes y la más de las veces, inquietantes para mí.
    Por otro lado me alegra que tengamos en común mujeres que se miran en el espejo. El relato que esta tarde colgaré en el blog será más de lo mismo, pero diferente, claro.
    Un beso

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  30. Hola Camy:
    No quisiera para nada que mis entradas te resultaran inquietantes jeje. Aunque entiendo lo que dices de tener que ponerse ante un espejo y al menos, espero que sea un ejercicio saludable.
    Me daré una vuelta por tu casa para leer esa historia que anticipas y que seguramente será igual de buena que todas las tuyas.
    Un beso.

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  31. Bonito! Real!
    A mi no me inquieta, quizás porque ya lo he vivido muchas veces y, ciertamente, al final, ¡adelante! es el epilogo.
    Cuidate

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  32. Hola JLMON:
    No me extraña que no te inquiete. A estas alturas de curso, uno aprende ¿verdad?
    Un abrazo.

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