21 de diciembre de 2010

Cuento de Navidad. El médico de El Jou


Transcurridos unos meses desde la muerte de su padre, Berta recibió como parte de su herencia una vieja y pesada caja llena de documentos y objetos personales que le habían pertenecido. Firmó el recibo notarial y la guardó en el trastero. Durante un tiempo no fue capaz de abrirla pero un día, a la vuelta del trabajo y aprovechando que los niños estaban pasando la tarde con su padre comprando el árbol de navidad, abrió la puerta del armario para guardar algunos regalos y allí la vio, ocupando un espacio vital que ella necesitaba. Pasó su mano sobre la tapa de esa caja que sabía que contenía cosas que su padre consideraba de valor preguntándose qué iba a hacer con ellas. Hacía años que habían perdido el contacto. No se habían enfadado, sólo distanciado. Berta hacía años que había abandonado su país y vivía en Canadá junto a su esposo y sus dos hijos. Ahora estaba embarazada del tercero.

Arrastró la caja hasta el salón y se preparó un té. Con la taza humeante en su mano pensó qué ocurriría cuando la abriera. Como fetichista, sabía que su padre era aficionado a guardarlo todo. ¿Por qué tendría que habérsele ocurrido hacer eso? ¿Por qué le traspasaba la pesada carga de tener que custodiar su pasado? Como mujer práctica sabía lo que tenía que hacer, así que sin más rompió el precinto y levantó la tapa.

Lo que vio le hizo dar un respingo en su asiento. Allí había juguetes viejos de cuando era niña. Juguetes que pensó que su madre habría tirado, juguetes queridos y olvidados desde hacía muchísimo tiempo. Un montón de clics de famobil, unas cuantas muñecas que enseguida reconoció, un juego de construcciones de madera. Pero también reconoció decenas de cuadernos repletos de sus primeros garabatos en los que se intercalaban dibujos de barcos que le hacía su padre y que ella coloreaba. Berta siempre le pedía a su padre que le dibujara cosas y él parecía que sólo sabía dibujar veleros con una niña con coletas al timón: ella.

Y además había dos sobres. Uno, ya amarillento y grande numerado con un 2 y otro más reciente y pequeño numerado con un 1. Abrió el primero y sacó de él una carta que decía:

“Ahora que tienes la edad suficiente quiero que sepas que hay un lugar mágico que se llama El Jou. Yo fui con otros ocho guerreros porque nunca se debe ir solo sino acompañado de otras almas que encontrarás por el camino y que te llevarán hasta la cumbre ya que ese lugar está entre montañas y un poco apartado del mundo. Se llega a él siempre que tengas la voluntad suficiente para ascender por una cuesta sinuosa que te lleva a un refugio de piedra donde habita un médico sabio que ya sabe que una vez en la vida irás a verle. Tiene anotado tu nombre en un enorme libro de registro y lo busca en él antes de que siquiera abras la boca. Te toma de la mano, hace unas pocas preguntas, examina tu alma después de pedirte que te desnudes como un árbol en invierno y luego, amorosamente, te somete a una dura prueba que consiste en que escribas una carta al niño que fuiste una vez. Una vez hecho eso, eres una persona completamente sana y puedes volver a tu vida y vivirla en paz.

Con todo el amor.
Papá”

Berta abrió el segundo sobre más grande mientras notaba el temblor en sus manos. Sacó una foto en la que distinguió a su padre junto a otras ocho personas que no había visto en su vida y una carta. También en esa carta se adivinaba la caligrafía de su padre pero antes de ponerse a leerla dio un sorbo a su taza de té y puso en su regazo una de las muñecas que había recibido y que le hablaba de la niña que fue.

Carta al niño que fui

Te perdono al tiempo que te pido perdón por el daño que nos hemos causado mutuamente. Y empezaré por pedir perdón por haberte llevado por caminos que no eran los de tu naturaleza, por haberte hecho más cobarde o más débil de lo que eras, por haberte obligado a hacer cosas menos grandes o comprometidas de las que eras capaz, por haberte protegido o expuesto demasiado, por haberte privado de meter mano a una chica hermosa cuando lo deseabas, por haberte obligado a callar o hablar cuando debías haber hecho lo contrario, por haberte convencido de quedarte en tierra cada vez que querías embarcarte, por permitir que buscaras refugio en cosas vacías donde no había nada y sobre todo, dónde no estabas tú.

Por todas esas cosas te pido perdón. Pero también te perdono por haber permitido que hiciera mi voluntad porque lo cierto es que no nos teníamos más que el uno al otro. He de respetarte y honrarte porque te quiero y somos la misma cosa, aunque no pueda pagarte más precio que el que me ha hecho pagar la vida”.

Berta notó como dos gruesas lágrimas se deslizaban por sus mejillas pero se sintió en paz. Luego, preocupada por si sus hijos regresaban a casa se apresuró a cerrar los sobres, devolver los juguetes al interior de la caja y a envolverla con papel rojo brillante, ponerle un enorme lazo dorado y añadirle una etiqueta que en la que escribió: para Berta de su padre y la arrastró de nuevo hasta el armario donde la colocó con el resto de regalos. Hizo bien en apresurarse porque enseguida llegó su marido y los niños con el árbol de navidad que habían ido a comprar.

Aquellas sí que fueron unas buenas navidades.

16 de diciembre de 2010

Y se armó el belén

Este año quería poner el belén en mi casa y como estoy en crisis, antes de hacerlo decidí llamar a un colega consultor para que me asesorara sobre cómo rentabilizar al máximo el tradicional nacimiento. El resultado ha sido sorprendente, y por eso os lo quiero comentar. Las decisiones que me propone tomar son las siguientes:

Pastores. Para nadie es un secreto que en todos los belenes hay más pastores que ovejas, parece absurdo, pero siempre ha sido así. Por supuesto me veo obligado a deshacerme de todos menos uno. Instalaremos pastores eléctricos (cercas electrificadas) con el fin de controlar a las ovejas, y una vez instalado, se plantea la posibilidad de sustituir en breve al pastor por un perro con experiencia.

Personajes gremiales. Es sorprendente la cantidad de artesanos que puede haber en un belén: el herrero, el panadero, el de la leña, el carpintero (haciendo una desleal competencia a San José que se ha cogido baja paternal), el tendero,... y sin embargo es también sorprendente ver los pocos clientes que hay. La decisión que hemos tomado es despedir a todos los artesanos. Es duro, pero no ha quedado otro remedio. En su lugar hemos contratado a un chino que en un pequeño comercio fabricará y venderá todos los objetos que vendían los artesanos. (Si el chino decide subcontratar a menores para sacar el trabajo es un tema en el que no nos debemos meter).

Posadero. El chino se hará cargo también de la posada. Además, últimamente habían llegado quejas de atención al cliente por parte de José y María. La posada podría funcionar con el sistema de cama caliente.

Lavanderas. Qué manía tienen en los belenes con lavar la ropa, con lo fría que debe estar el agua, con tanta nieve. Se suprimen los trabajos de lavanderas, que además eran ocupados siempre por mujeres. Cada uno se lavará su ropa en los ratos libres, potenciando así la equiparación de sexos en cuestión de tareas domésticas.

Ángel anunciador. Suprimidos casi todos los pastores, no tiene sentido la figura de un ángel anunciador. Se sustituye por un letrero luminoso en donde además podremos anunciar las ofertas del chino.

Castillo de Herodes. A Herodes le mantengo en su puesto. No es que haga mucho, pero manda y no es cuestión de ponerse a despedir directivos. Soldados, me quedo con dos por razones de seguridad, (que bastante calentita está la zona) pero los externalizo. Los contrataré por medio de Prosegur para que me presten servicio como guardas de seguridad. Ahorro en costes fijos y gano en flexibilidad.

Paseantes varios. Es sorprendente ver la cantidad de personajes que abundan en un belén sin hacer nada, absolutamente nada. Todos despedidos. Esto lo teníamos que haber hecho hace tiempo.

Paseantes con obsequios. He observado que otro grupo de paseantes, algo menos ociosos pero no mucho más productivos, se dirige hacia el portal con la más variada cantidad de objetos. Uno con una gallina, otro con una oveja, otro con una cesta, otro con un hatillo (¿qué llevará el misterioso personaje del hatillo?)... Puesto que todos tienen el mismo destino, organizaremos un servicio de logística para rentabilizar el proceso. Despediremos a todos los paseantes, uno de ellos se quedará con nosotros por medio de ETT y con ayuda de un animal de carga recogerá las viandas cada tres días y las acercará al portal.

Reyes Magos. Por supuesto con un solo rey es más que suficiente para llevar el oro, el incienso y la mirra. Eliminamos dos reyes, dos camellos y los pajes. Posiblemente nos quedemos con el rey negro para no ser acusados de racistas. Además es posible que quiera trabajar sin que le demos de alta. Tengo que estudiar la posibilidad de dejar tan solo el incienso y vender el oro y la mirra a otra compañía ya que debemos de reducir al máximo la inversión en regalos de empresa.
Mula y Buey. La única función de estos animales es dar calor. Esta función será desempeñada por una hoguera, que gasta menos combustible. Realizaremos un assessment center con los dos animales y el que lo supere trabajará como animal de carga en el servicio de logística antes citado.

San José y la Virgen María. Está más que demostrado que el trabajo que hacen ambos en el portal puede ser desempeñado por una sola persona y evitamos dos bajas de maternidad/paternidad. Por razones de paridad nos quedamos con la Virgen María y, lamentablemente, tenemos que despedir a San José (con lo que había tragado el hombre en esta empresa).

El niño Jesús. A pesar de su juventud tiene mucho potencial, y además parece ser que su padre es un pez gordo. Le mantenemos como becario con un sueldo de mierda hasta que demuestre su valía.

El Belén queda pues de la siguiente forma: Un pastor con ovejas en un cercado, un chino con un comercio/posada de 24 horas, Herodes y dos guardas subcontratados, un paseante contratado por ETT, con la mula (o el buey) haciendo repartos, el rey negro (ilegal), la virgen y el niño.

Hala, y el año que viene ya veremos en qué queda todo esto porque de seguir la crisis, igual hay que cambiarse a una religión con menos imaginario.

14 de diciembre de 2010

Intemperie

Convengamos que tenemos asociadas una serie de imágenes que actúan como poderosos resortes que nos permiten asegurarnos de que todo está en orden, que las cosas se producen en un entorno seguro.

Luis Eduardo Aute ha editado un nuevo disco sobre el que todavía no sé nada excepto que se llama Intemperie. La relación entre esas imágenes y el nombre del disco de Aute arranca del hecho de que pocas cosas nos produce más insatisfacción que permanecer a la intemperie (también podría decirse quedarse con el culo al aire).

Desde el plano emocional la imagen de mostrarse desnudo es una forma de decir que no tenemos nada que ocultar, que nos presentamos sin trampa ni cartón. En realidad, también es una forma de mostrarnos indefensos por voluntad propia y por ende, de pedir que no nos agredan. ¿Quién quiere atacar a un indefenso?

Esto también está relacionado con nuestro empeño por ser permanentemente inocentes. La inocencia tiene muchas ventajas; la principal, que no seamos culpables. Pero también nos permite presentarnos como víctimas y esa ya es harina de otro costal. El victimismo apoya la idea de que cuanto nos sucede es producto de la acción de otros, que no tenemos nada que ver, que pasábamos por allí. La culpa siempre es de otro.

En estos días hemos sabido que Marta Domínguez, la mejor atleta española de todos los tiempos ha sido imputada por un presunto delito de dopaje. Que se sepa no se ha defendido alegando inocencia. En tanto que no inocente, todo el mundo se le ha echado encima. Pero ¿por qué se dopó? Para protegerse de la intemperie que produce la decadencia de una larga y exitosa carrera deportiva. ¿Es la única culpable? Por supuesto que no. También lo son el entrenador que se lo sugirió, los médicos que le proporcionaron los cócteles, la federación que nada vio. Todos ellos también trataron de protegerse de su propia intemperie.

Las sucesivas intemperies que se van produciendo en nuestras vidas producen un efecto devastador. La intemperie de los pequeños defectos físicos, la de la pérdida de la juventud o la vitalidad sexual de los hombres se tapa con intervenciones quirúrgicas o pastillas azules. Nunca antes como ahora. La intemperie sentimental produce asimismo efectos corrosivos después de haber perdido la capa brillante de nuestra superficie afectiva. La intemperie de la falta de trabajo o dinero afectan a la misma capacidad de actuar. Hay muchas intemperies que ni siquiera hemos experimentado en carne propia pero que nos aterran con tan solo imaginarlas.

Ante esto, nuestra capacidad de reacción nos hace poner en alerta. La aceptación de las sucesivas pérdidas que se producen en nuestras vidas siempre acaban por llegar pero no antes de haber tratado de combatirlas y muchas veces tampoco se combaten sin haber tratado de ignorarlas. Lo que asusta es el hecho de ceder terreno paulatina pero inexorablemente y en esa pérdida considerar que somos cada vez menos. Todavía nos queda mucho que aprender sobre nosotros mismos.

Esta crisis atroz nos ha dejado a la intemperie en la misma medida que nos ha despertado de un sueño. La realidad es que ya nunca seremos los de antes y que deberemos aprender a vivir con la parte que quede de nosotros. En realidad, no es que hayamos perdido tanto como creemos sino que nos habíamos puesto muchas capas de pintura encima que ahora, al perderlas, nos han devuelto a un estado más auténtico. Como decía al principio, quizá es el momento de volver a mostrarnos desnudos que ya sabemos que es una forma de decir que no tenemos nada que ocultar, que nos presentamos sin trampa ni cartón y tal vez con la única compañía de nuestros auténticos valores. No somos inocentes, sólo responsables. Y lo somos gracias a un tipo de intemperie que no esperábamos.

7 de diciembre de 2010

Y en eso llegó la innovación


Se entiende como “modelo estable” un conjunto de convenciones que se dan por ciertas, que funcionan y que se aceptan como inamovibles. Si funciona, no hay que hacerse más preguntas.

Se define la innovación como aquello que cuestiona un modelo estable de suerte que pretende modificarlo en parte (mejora) o atacarlo en su esencia para proponer algo completamente nuevo. A esto último lo conocemos como innovación disruptiva.

Son dos formas completamente distintas de ver el mundo. Una se basa en la conservación (si algo funciona bien, para qué cambiarlo) mientras que la otra parte del supuesto contrario (si funciona, cámbialo porque lo que es seguro es que en algún momento dejará de funcionar).

Los modelos estables usan lo que se llama la inteligencia vertical (basado en silogismos), mientras que en la innovación interviene la inteligencia creativa. En ambas concepciones aplica con intensidad la inteligencia emocional.

Este artículo se basa en la relación existente entre innovación e inteligencia emocional. Hablar más de lo expuesto sobre innovación sería un atrevimiento estando ahí José Luis Montero quien de eso sabe un montón. Sin embargo, la inteligencia emocional, una vez más, demuestra su completa transversalidad de materias, lo cual no debería extrañarnos lo más mínimo por cuanto ocupa buena parte de nuestro cerebro e interactúa en casi todas las decisiones que tomamos.

En términos de innovación, gestionar los problemas exige equilibrio emocional puesto que un problema planteado induce a un cambio, lo que equivale a aceptar una determinada porción de incertidumbre, algo que suele darnos miedo. Pero el miedo es la emoción por antonomasia porque dispara en nosotros la defensa de la supervivencia, nuestro valor más preciado.

El miedo puede definirse de muchas formas pero, en esencia, es la aversión a la pérdida. Perder lo que tenemos es una emoción tan intensa que nos invita a no movernos de los modelos estables. Ante la disyuntiva de ganar o el miedo a perder no hay color. Elegimos no perder, aunque ello suponga aceptar un cierto grado de obsolescencia cuyos daños a medio plazo no podemos limitar sencillamente porque no depende de nosotros. Pero como es “a medio plazo” pues no hay que preocuparse demasiado. Dios proveerá.

En la actual crisis, vemos que muchas empresas persisten en sus modelos estables que se traducen en hacer más de lo mismo. Paralizadas por el miedo se rigidizan, se instalan en una espiral endogámica, bajan su perfil y esperan a que la tormenta amaine. Craso error, aunque humano, lo cual me lleva a la reflexión de que las empresas, en contra de lo que mantienen algunos teóricos, también funcionan por emociones pues no dejan de ser la suma de individuos, un microcosmos como aquí las hemos definido otras veces.

Ahora bien, siguiendo en lo de la inteligencia emocional, cualquiera que quiera innovar tiene por delante un difícil camino porque ha de poner en cuestión los supuestos previos (aquello que nos reconduce automáticamente a hacer más de lo mismo), ha de plantearse alternativas múltiples lo que supone no darse por satisfecho con opciones únicas o que aparentemente parezcan útiles y ha de estar dispuesto a aplazar el juicio, es decir, no precipitarse en llegar a conclusiones que puedan explicarse a través de realidades conocidas (casi nada).

Como vemos, estas condiciones para innovar tienen mucho de lucha contra lo que creemos, pensamos o nos es conocido pero estaremos de acuerdo en que son necesarias para ponernos en una actitud creativa. Todas ellas son cuestiones emocionales y como puede observarse juegan a favor de mantenernos anclados en realidades conocidas. Las emociones pues, juegan a favor de nuestra supervivencia aparente y en contra de los cambios de paradigma.

Por lo general las emociones no nos predisponen al cambio sino a todo lo contrario. Los grandes inventos de la humanidad fueron obra de quienes rompieron esos bloqueos mentales y combatidos en su origen por una mayoría aplastante que los vieron como inventos del diablo. ¿Quién deseaba el alumbrado eléctrico cuando existía el queroseno, quién pensaba en la oportunidad de acortar distancias que supuso la aviación comercial, quién veía la utilidad de los ordenadores electrónicos cuando se sumaba a mano? ¿Éramos todos tontos? No, es que estábamos anclados por los modelos estables imperantes, eso es todo.

La gestión de las emociones presupone mucho de aprender a desanclar, ya sea de un modo u otro. Y cuando lo logramos innovamos, quizá no de una forma disruptiva sino de modo evolutivo, pero desanclamos, lo que supone aceptar una cierta incertidumbre y combatir grandes o pequeños miedos, normalmente para darnos cuenta de que merecía la pena.

Vuelvo a la innovación en este punto para señalar que todos tenemos la oportunidad de ser pioneros, de construir nuevos escenarios utilizando capacidades transversales como pensar, definir, formular, desarrollar y comunicar. Todas esas capacidades no son privativas de unos pocos iluminados ni patrimonio de una raza superior sino que están en todos y cada uno de nosotros.

La invitación es a revisar nuestros miedos, a otorgarnos una mínima autoconfianza, a creer en nosotros y a pensar en el grado de obsolescencia que nos mantiene más o menos oxidados. Ya seamos individuos o empresas ¿qué diferencia hay?

3 de diciembre de 2010

Qué pasó para que así fuera


Ando reflexionando estos días respecto al tema del conocimiento y la gestión del conocimiento, que son cosas distintas. El conocimiento es información aprehendida (así, con h intercalada) y la gestión de conocimiento es cómo hacer para traspasarlo o distribuirlo de forma que pueda ser útil a otros o poder reformular a partir de él.

Debe ser verdad que ando reflexionando sobre ello porque ayer con el cambio de frase del mes coloqué una de Kenizé Mourad, la autora de De parte de la princesa muerta que dice “en realidad, para aprender hay que saber ya”. Sin ser consciente de ello en aquel momento, esta sentencia extraída de su libro encierra lo verdaderamente necesario para generarlo. Es decir, no se puede generar conocimiento si no se sabe nada. Parece una contradicción pero no lo es en absoluto.

¿Alguien se ha preguntado cuánto conocimiento atesora? Una burrada. ¿Alguien es consciente de cómo lo ha creado? Algunos dirán que estudiando, otros que escuchando. No son malos métodos, pero sobre todo generamos conocimiento cuando experimentamos sobre lo que nos han hecho saber o hemos aprendido autodidactamente.

Por ejemplo, no se puede saber de cocina si no se ha experimentado. Una receta leída sólo proporciona información, pero una receta experimentada una y otra vez genera conocimiento y a su vez, sobre ese conocimiento se agrega más conocimiento de forma que ese plato que nos explicaron acaba por ser una creación genuina que poco tiene que ver con el original.

Pero decíamos que no se puede conocer sin saber previamente y es cierto. Para ponerse a cocinar hay que saber manejarse con un montón de utensilios, procesos, procedimientos y trucos (léase en esto último una expresión genuina de conocimiento) y para hacer repetidamente ese plato “que nos queda como a nadie” ha sido necesaria la aprehensión de un montón de conocimiento obtenido a base de prueba/error o innovación.

Tengo un cuñado que asegura que sólo con ver un vídeo es capaz de aprender lo que sea. No es cierto. Viendo un vídeo sólo es capaz de repetir mecánicamente lo que le enseñan pero no ha aprendido absolutamente nada. Aprenderá, y sobre todo aprehenderá, cuando a esa información añada un montón de conocimientos siquiera colaterales. Me rio mucho con los programas de bricolaje casero que dan por la tele, porque probablemente, en lugar de enseñar cómo se hace una banqueta, enseñen un número indeterminado de formas de cómo no hacer esa banqueta.

Lo que nos lleva al problema de la gestión y dentro de ella, la transmisión del conocimiento, que es la parte más compleja de la materia. Si fuera sencillo, no habría problema cuando se jubila un empleado experimentado. Bastaría con que le diera una charla a su sustituto para que ese conocimiento pasara de una cabeza a la otra y todos sabemos que no es así. Pero lo que sucede la mayor parte de las veces es que ese conocimiento se jubila con el empleado, se pierde con él porque nadie ha previsto que así como hay un conocimiento explícito hay otro mucho más valioso, el tácito.

El problema es que muchas veces confundimos información con conocimiento. Si el día antes de marcharme de la empresa para la que trabajo le entrego los datos de facturación a mi jefe de ventas a lo más que podrá llegar es a saber que las ventas crecieron o menguaron un 5% respecto al año anterior y si yo era un buen o mal vendedor en comparación con otros vendedores, poco más.

Las circunstancias de cada cliente, lo que le gusta o no, la mejor forma de acceder a él y lo que no debería hacerse bajo ninguna circunstancia si no se quiere perderlo, eso sí que es conocimiento y es muy probable que nunca me lo pregunten o si lo hacen que entiendan lo que quieran entender. Una lástima, porque eso era conocimiento puro y me lo llevaré en la cabeza a mi próxima empresa. No necesariamente porque quiera ocultarlo, sino porque nadie me ha preguntado sobre el conocimiento destilado de mi trabajo.

En el barrio donde vive mi madre hay una tienda de comestibles que ha sido regentada por los mismos dueños desde hace más de cuarenta años. Prácticamente, nos han visto crecer a todos lo que ya peinamos canas. Aunque rodeados de supermercados de cadenas que tenían precios más bajos y ofertas permanentes, el negocio les daba lo suficiente para vivir dignamente incluso en época de crisis. Hace un año decidieron jubilarse y la pusieron en traspaso ofreciéndose a quedarse unos meses para “transferir el conocimiento” a los nuevos propietarios. No tanto sobre cómo cortar el chorizo, que tal vez también, sino sobre los gustos y/o manías de la clientela y además estaban dispuestos a hacerlo gratis. Podéis imaginaros que los nuevos declinaron la oferta. El establecimiento no duró abierto ni seis meses.

El conocimiento es un intangible tan transparente como el aire y aunque todos sabemos que no podemos sobrevivir sin él (excepto que seamos bacterias anaeróbicas o no comportemos como tales) no le concedemos valor. El conocimiento “no vale nada” porque no puede cuantificarse pero vaya si vale.

Repito lo de antes. ¿Cuánto conocimiento tenemos? Una burrada. ¿A quién le interesa? ¿…?

1 de diciembre de 2010

Libro de Bitácora (Noviembre 2010)


Noviembre, para mí un mes tradicionalmente intrascendente, ha discurrido para La Inteligencia de las Emociones a velocidades siderales lo que me he imposibilitado ser más prolijo. Este mes he publicado cinco artículos (¿Para qué la confianza?, Percepción e interpretación, La Irlanda emocional, El sargento Murphy y Vísteme despacio que tengo prisa). Alguno de ellos sé que ha sido reenviado a algún lejano confín y hasta es posible que se edite en papel, pero esa ya es harina de otro costal.

Y aquí van algunas de las cosas que he anotado en mi libro de bitácora de este mes que viene especialmente denso y por ello condensado para que la lectura no sea especialmente pesada, siendo consciente de que me dejo cosas en el tintero.
  • A primeros de mes supimos del sinsentido de lo sucedido en el Aaiún a causa de la intervención de las fuerzas de seguridad marroquíes. La geopolítica y el equilibrio de fuerzas e intereses cruzados que se producen en la región han bastado para que el suceso se haya desarrollado en sordina con reacciones tibias, lentas y desenfocadas por parte de nuestro gobierno así como de la comunidad internacional. A ciencia cierta, nadie sabe la magnitud de lo que allí sucedió, lo cual no deja de preocupar todavía más.
  • La cadena Ser desplazó hasta allí a una de sus reporteras estrellas que volvió contando lo mal que les habían tratado las autoridades locales y con un tufo de oportunismo que a mí no me ha gustado nada. Angels Barceló no precisa de estas actuaciones sobre el terreno ni nosotros estamos muy acostumbrados a ese tipo de despliegue in situ al menos desde la guerra de Irak. Que me perdonen mis amigos de la SER pero me temo que la sobreactuación no les ha quedado muy natural que digamos ni que haya contribuido lo más mínimo a atajar el incidente ni a dar cuenta de su magnitud.
  • El Papa visitó Santiago y Barcelona aunque a mí me queda más cercano lo de Barcelona. Vivo a no más de 500 metros en línea recta de la Sagrada Familia pero por fortuna, no me vi afectado por los cortes de tráfico ni dificultades de acceso a sus casas que sufrieron muchos vecinos. En cualquier caso, me pareció un detalle su visita y si por mí fuera, podría pasarse por aquí cuando quisiera aunque fuera de incógnito. Espero que las imágenes de la Sagrada Familia hayan conmovido al personal de la misma forma que lo han logrado con los barceloneses que vivíamos de espaldas a esta obra permanentemente inacabada como antes vivimos de espaldas al mar hasta que llegaron los juegos olímpicos. Ay, los barceloneses.
  • Se celebró la cumbre del G-20 en Seúl donde, para variar, no se alcanzó ningún acuerdo sobre el precio de determinadas divisas (sobre todo el xuan-rembimbi chino) que, de haberse producido, habría supuesto un alivio para el comercio internacional. Pero dado que ese alivio sólo es deseado por quienes sufrimos los inconvenientes, pues nada de nada y hasta la próxima, que será nunca porque los chinos son callados pero tenaces y comerciantes desde la época de la pólvora.
  • Sin salir de Corea hay que hacer mención a la escalada de la tensión entre Norte y Sur, sólo unas horas después de que un científico estadounidense saliera del Norte chascando los dedos respecto al imponente arsenal nuclear norcoreano. Como consecuencia, ataque táctico del Norte contra una remota isla de Sur con cuatro muertos de por medio, maniobras militares en el mar Amarillo con todas las potencias implicadas con el dedo sobre el gatillo y una extraña sensación de que, si a alguien le puede los nervios, se desencadene la Tercera Guerra Mundial. Pero tranquilos que el gendarme chino está actuando como árbitro con lo que, seguramente, la sangre no llegará al río al menos en esta ocasión. Y ojo, en esta ocasión también actúa de gendarme con USA por aquello de que, quien dice, juegan en casa.
  • En clave económica hay que hablar de Irlanda a quien dediqué un post, su astronómica deuda y su resistencia a ser “socorrida” por la UE y el FMI (esto sí que pone los pelos de punta) con 85.000 millones de euros. Ahora bien, cuando el día antes ni se mencionaba y el día después se anunciaba el despido de 15.000 funcionarios de nada, la credibilidad del genio y figura queda en entredicho. Y los siguientes de la lista son Portugal y un país como el nuestro que, no lo olvidemos, sigue siendo la novena potencia económica mundial y que no se puede “salvar” ni con los 750.000 millones de euros con que se constituyó el fondo de resistencia, así que a ver qué pasa.
  • Los deberes españoles tendentes a la corrección del déficit empiezan a dar sus frutos e incluso la inflación interanual alcanzó el 2,3% cosa que, según nos explican, es buena y lo será, pero que se lo digan a los pensionistas y a los 4,6 millones de parados que tenemos. En fin, que seguimos con la penitencia y la ingesta de aceite de ricino.
  • Tarde, mal y nunca, el pasado sábado día 26 nuestro presidente celebró una reunión con la crema y nata de los empresarios españoles, reunión a la que no faltó nadie y en la que tomaron la palabra por orden de beneficios obtenidos lo cual tiene su lógica si se acepta la regla de tres de que quien más gana es más listo que el siguiente. Las conclusiones son tan obvias como esperables, en el sentido de que se espera que el gobierno tome más medidas, pero digo yo que para eso no hacía falta esa reunión. Lo que nunca sabremos es cuántos de ellos se dirigieron a ZP tuteándole, cosa que Botín hace en público y como es el que más gana, igual contagió al resto.
  • Después de un montón de años de reclusión domiciliaria, Aung San Suu Kyi la líder sentimental de Birmania fue liberada por la junta militar de ese país, sólo una semana después de que se autolegitimara con unas elecciones más fraudulentas que los trileros. Aung simboliza la fuerza de la resistencia pacífica y despierta la admiración no sólo de su pueblo sino de la comunidad internacional, pero parece que todavía está lejos la llegada de la democracia a ese país y ya veremos cuanto tiempo permanece en libertad.
  • El pasado día 28 Catalunya celebró elecciones con una aplastante victoria de CiU que expresó un vuelco electoral que muchos señalan como sensato. La elevada participación tiene una lectura de legitimación a pesar de que mi opción no superara el 0,69% de los votos (voto nulo).
  • A la mañana siguiente se celebró el clásico Barça-Madrid. A la vista del resultado, de futbol no hablamos.
  • Por desgracia, tenemos que hablar de la tragedia de los 28 mineros de Nueva Zelanda que murieron atrapados por sucesivas explosiones de gas. Es duro decirlo, pero eso demuestra que el milagro de Chile fue eso, un milagro y como tal difícilmente repetible.
  • Wikileaks se ha despachado con la publicación de 250.000 documentos que, una vez más, han puesto patas arriba la diplomacia estadounidense. Ahora, esas revelaciones nos tocan más de cerca porque se revelan algunos detalles domésticos como el trapichero con los presos de Guantánamo, los esfuerzos por alejar a Garzón de la investigación de este asunto, las torturas de la CIA, el asesinato de Couso y otras muchas cositas que, convenientemente administradas, se irán sabiendo en los próximos días a través de la prensa, cuyos redactores están haciendo horas extra. Para que luego digan que la Web 2.0 es una cosa que sólo sirve para entretener a los adolescentes.
  • En el capítulo de los adioses, despedimos con marcha triunfal al almirante argentino Emilio Massera, miembro de la primera junta militar que se aplicó al exterminio de los desaparecidos en las instalaciones de la famosa ESMA. Juzgado, condenado, indultado y vuelto a juzgar, murió en el Hospital Naval de Buenos Aires a los 85 años de edad, habiendo recibido la Bendición Apostólica como buen católico que era.
  • El día 13 falleció Luis García Berlanga, uno de los directores españoles más conocidos, geniales e histriónicos del cine español. Tenía 89 años de edad, estaba enfermo de Alzeimer y acababa de protagonizar un spot solidario, pero ante todo fue un hombre que vivió y exprimió la vida como a muchos nos gustaría haber hecho. Fue lo suficientemente inteligente como para mostrar lo triste que era la vida en este país burlando la censura y ya en la democracia nos regaló instantes impagables con películas que caricaturizaban los comportamientos de los reconvertidos a demócratas. No cito ninguna de sus películas por ocioso y porque casi todas me gustaban mucho, así que la lista sería demasiado prolija.

La frase del mes se la debemos a la sabiduría de Confucio y decía “Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla”.

Iniciamos diciembre con un espíritu alicaído por tantas incertidumbres. En mi caso, las navidades no son la mejor época del año, pero haremos por aportar un poco de luz a todos los que se asoman por aquí. Por último y como siempre, quisiera dar las gracias a todas aquellas personas que se han pasado por aquí aunque no hayan dejado rastro. A unos y otros, muchas gracias.