21 de febrero de 2011

La puerta verde


Después del trabajo Jairo acostumbraba llegar a casa hacia las siete y media de la tarde. Salía de la oficina de contaduría al filo de las seis pero le gustaba entretenerse un poco callejeando por la ciudad para desentumecer sus músculos antes de recogerse en el apartamento que compartía con su hermana Mirta. Ella no ponía condiciones de puntualidad ni de ningún tipo a su hermano mayor con el que convivía desde hacía años, después de que ella enviudara.

De todas formas, Jairo siempre llegaba con tiempo suficiente antes de la cena. Le gustaba sentarse en la butaca del salón aprovechando los últimos rayos de sol que entraban por el ventanal mientras releía las páginas de economía y sociedad de El Mercantil mientras Mirta terminaba de poner la mesa. Su hermana hacía eso todas las noches un poco antes de que comenzara el noticiero de la radio. Antes, había estado escuchando el serial mientras planchaba las camisas de Jairo, zurcía algún calcetín roto o tricotaba uno de los jerseys que le regalaba dos veces al año, uno por Navidad, el otro por su cumpleaños. Llevaban tantos años juntos que ninguno de los dos sabía cuántos de esos jerseys estaban durmiendo en la cajonera sin siquiera estrenarlos.

A las ocho de la tarde servía la cena. Frugal, conforme a las normas impuestas en vida de la madre. Frugal, porque la economía era un asunto siempre mal resuelto para un simple contable. Frugal, porque a Mirta no le gustaba cocinar pero sí poner la mesa como si se trata de un banquete. Luego los dos hermanos volvían a sus butacas y departían un rato sobre las noticias del día antes de despedirse y marchar cada uno a su habitación.

Pero un día Jairo no apareció. A eso de las nueve de la noche Mirta recogió la mesa y guardó la vajilla, se sentó en su butaca y esperó un par de horas más antes de retirarse a su habitación. A la mañana siguiente, Jairo todavía no había regresado y Mirta tuvo tentaciones de llamar a la oficina donde estaba empleado pero entonces se dio cuenta de que ni siquiera contaba con el número de teléfono.

A las siete y media de esa tarde oyó el forcejeó de las llaves en la cerradura de la puerta y se sintió aliviada cuando reconoció la voz de su hermano que anunciaba que ya estaba de vuelta. Jairo se quitó la chaqueta, se aflojó el nudo de la corbata como hacía siempre y luego siguió con el ritual de todas las tardes, pero no dio ninguna explicación a su hermana quien tampoco se la pidió limitándose a volver a poner la mesa como si nada hubiera pasado.

Fue durante la cena cuando Jairo le contó que la tarde anterior, mientras iba de regreso a casa, se quedó prendado de una puerta verde que tenía un hermoso timbre de latón brillante. Era como la de nuestra casa de niños, Mirta ¿te acuerdas? Era como la de casa, repetía una y otra vez. Estuve observando esa puerta y ese timbre durante mucho tiempo sin que nadie entrara ni saliera, pero del interior de las ventanas llegaba luz. Ya era de noche cuando me acerqué decidido a pulsar aquel botón. ¡Qué atrevimiento Mirta! ¿No crees? Pero no tuve valor y al rato volví a cruzar la calle y me quedé mirando desde la distancia ni sé por cuánto tiempo.

La hermana le escuchaba mientras daba pequeños sorbos de la sopa de calabaza pero no decía nada, sólo asentía para que Jairo no fuera a pensar que no le prestaba atención. ¿Te acuerdas Mirta de nuestra casa? Esa sí que era hermosa con sus ventanales a la calle, con sus escaleras de madera que retumbaban cuando bajábamos por ella a la carrera. Pues la que vi tenía la puerta verde como la nuestra. Y un brillante botón en medio. ¿Sería del mismo arquitecto? Nunca más vi una puerta tan linda como esa hasta ayer.

Ahora Mirta entendía lo que pasó la noche anterior, pero no pidió ni dio explicaciones como era su costumbre. En el noticiario daban cuenta de que al presidente Kennedy le acababan de asesinar en Dallas, un energúmeno parecía ser el responsable. Como buen liberal, Jairo admiraba a Kennedy y a los demócratas. A menudo hablaba con alguno de sus compañeros de oficina acerca de ese hombre que parecía tenerlo todo a favor o en contra, según se mirase. A Mirta, Kennedy le daba igual, sus nociones políticas eran insignificantes, pero la noticia hizo que Jairo prestara atención al suceso y dejara en suspenso su historia de la puerta verde. Luego, ya sin hambre, se sentó en la butaca esperando a que su hermana recogiera la mesa y le acompañara un rato para seguir hablando de Kennedy, de la puerta verde o de otra cosa. Pero hoy, no sabía por qué, se había olvidado El Mercantil en la oficina. Y eso sí que era un contratiempo porque no podría leerle a su hemana.

Mirta le trajo una infusión que se tomó antes de preguntarse si le apetecía y al poco se quedó dormido. La hermana le tapó con una manta ligera y allí le dejó descansando. Jairo había pasado toda la noche frente a la puerta de su casa. Pronto ya no conocería a nadie. Y lo peor era que ella tampoco estaba ya para muchos trotes.

32 comentarios:

  1. Al margen de unas vidas un poco aburridas en la que se ha instalado la rutina, el Alzheimer acaba de llamar a la puerta verde.
    Así recuerdo a mi suegra cuando empezó, por una pequeña obsesión, apenas imperceptible. De pronto dejas de existir en vida porque no queda nada de tus recuerdos. Un hermoso relato que te hace pensar en el aquí y en al ahora porque tal ves seas tú el siguiente en la lista o alguien muy cercano
    Es el año internacional dedicado a esta terrible y desconocida enfermedad y todo cuanto se haga por mejorar la calidad del enfermo es poco.
    Un hermoso homenaje Joseph

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  2. Bellísimo relato, Josep. Ha sido una manera muy original de introducirnos en lo que supone una enfermedad degenerativa tan cruel. Un abrazo.

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  3. Hola Fernando:
    Me ha sorprendido el relato. Reconozco vagamente a mi madre que poco a poco está perdiendo su capacidad de ver y entender el entorno, la vida. Pero lo que me ha llamado la atención es el ambiente oscuro y sórdido del relato. ¿Podía ese hombre seguir trabajando o sólo iba al trabajo? ¿Acaso era un funcionario? :)
    En lo lúdico, da la casualidad de que el sabado saqué una foto a una puerta verde y la verdad es que me he sonreido al leer este pasaje en tu relato.
    No sé si la publicaré. Igual hasta... se me "olvida" :)
    Un abrazo.

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  4. Hola Josep:

    Bello cuento el que nos dejas hoy con ese suspense que te caracteriza. El relato, no por triste, deja de ser profundamente humano. A todos más o menos nos ha tocado de cerca. Me hago las mismas preguntas que Javier. La historia da para mucho en todos los aspectos.
    Un abrazo

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  5. Es duro envejecer....¿no?

    Un abrazo

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  6. Muy bonito y triste este cuento Josep. A veces los años traen cosas como estas. La pérdida de la memoria es una de las peores cosas, pero a mas de uno nos ha tocado de cerca y nos seguirá tocando.
    Un gusto pasar por tu casa.
    Te dejo un abrazo inmenso

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  7. Hola Josep:

    Jairo perdió una noche, pero ganó la ilusión de unos recuerdos agradables.
    Mirta, en cambio, perdió a un hermano en una noche.
    Y así suele ocurrir, sea cual sea el parentezco.
    No sé si "quien pierde la cabeza" también pierde preocupaciones, no lo sé.
    Si se de lo duro que es estar a su lado como siempre, como nunca.
    "Y..¿tu madre ya murió? - No, mamá, aún no".
    "¿Qué comiste hoy?- Nada, no me han dado nada, me tienen sin comer".
    "Mamá, soy yo...tu hija" - "No, mi hija no, eres Aurelia, mi hermana".
    Así pasaron los últimos años de mi abuela, perdida entre el pasado y un presente que no comprendía o no podía reconocer.
    No sé si sufría por ello; aparentemente, no. Quien si lo hizo y mucho fue mi madre, porque perdió a la suya en vida, tal vez, una noche frente a una puerte verde.
    Un beso, Josep.

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  8. Hola Katy:
    El relato surgió, me parece a mí, por una asociación de ideas en la que jugó un papel Pasqual Maragall y su documental sobre su propia experiencia con el Alzheimer y por otro los cuentos de realismo mágico.
    Todavía no he tenido experiencias directas con esa enfermedad pero sé que muchos de vosotros sí y sé lo que se sufre.
    Me alegro que te haya gustado.
    Un abrazo.

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  9. Hola Fernando Solera:
    Me alegro de que te haya tocado. Jairo y Mirta te lo agradecen.
    Un abrazo.

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  10. Hola Javier:
    Leyendo tu comentario, me he acordado de unos post que escribiste sobre tus padres.El ambiente te ha parecido sórdido pero es en el que viven muchos ancianos. Jairo seguramente hacía muchos años que ya no trabajaba en esa oficina, tal vez sólo retenía el recuerdo de una rutina a la que trataba de aferrarse y por eso Mirta no se preocupaba con tal de que llegara para la cena.
    Y que no se te olvide publicar la foto, que te haré seguimiento.
    Un abrazo.

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  11. Hola Fernando López:
    Sirva entonces como homenaje a todos los que os ha tocado más o menos de cerca y a los que seguramente nos tocará algún día.
    Un abrazo.

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  12. Hola Myriam:
    Sí, es duro y también para los que están cerca. En nuestra cultura la enfermedad y la vejez siguen siendo facetas de la vida que no sabemos administrar.
    Un abrazo.

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  13. Hola Belkis:
    Un gusto volver a verte por aquí, lo cual sólo puede ser buena señal de tu mejoría.
    Un beso muy fuerte.

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  14. Hola María:
    Lo has expresado muy bien. Jairo perdió una noche y Mirta perdió un hermano o más bien, tuvo la confirmación de que lo había perdido. Tu madre seguro que sufrió en todos los sentidos, porque su madre ya no sabía quién era y porque la tuya no pudo volver a tenerla. Esos caminos perdidos de la mente tienen muchos vericuetos y al final está el vacío para quien sufre la enfermedad y la pena y la penalidad para quien les acompaña.
    Un beso muy fuerte para ti y para ella que ya sabes que somos amigos.

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  15. Hola Josep Julián,
    Me parece muy bien que se interprete este escrito como tu velada muestra de respeto (y miedo) a la consecuente tristeza que el Alzheimer, como cualquier otra enfermedad degenerativa, nos provoca. Pero no es ese el sentimiento que has incitado en mí.
    Supongo que como yo, todos tenemos nuestra puerta verde, y si no es así, al menos yo si la tengo. Esa es la razón por la que me ha emocionado tu post.

    No es que nostálgicamente opine que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es que, igual que Jairo, en muchas ocasiones he perdido la noción del tiempo disfrutando de un recuerdo e intentando revivir las agradables sensaciones que aquella experiencia me proporcionó. Es que me ha hecho sonreír la lectura de la entrecortada explicación de Jairo a su hermana y la emocionada ilusión que transmite cuando le dice: “…Era como la de nuestra casa de niños, Mirta ¿te acuerdas? Era como la de casa...” Me ha emocionado la agradable sensación de felicidad que transmite Jairo con su pobre explicación y aunque no ha sido ésa la emoción que su hermana me ha evocado. Mirta me ha conmovido provocando compasión … ¡en fin!.

    Como siempre, agradecerte el placer de leerte y felicitarte porque en la sobriedad de estos escritos abunda la inteligencia - la emocional también-.

    Un fuerte abrazo

    Fali

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  16. Gracias Josep Julián, interesante relato y relación de hermanos.

    Intrigado estaba conforme iba leyendo hasta descubrir el acercamiento a un tema muy especial.

    Felicidades uan vez más por tu valentia y capacidad de comunicar con inteligencia y sensibilidad.

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  17. Hola Fali:
    Te entiendo perfectamente. Como tú, yo también tengo mis puertas verdes y eso que de momento no estamos en la fase de Jairo.
    Cuando escribía la historia sopesé mucho las posibilidades que se abrían tras esa puerta y opté por darle esta deriva. Pero la nostalgia que nos puede transmitir un objeto es tan variada que cabe un mundo.
    Me alegra que te haya gustado.
    Un abrazo.

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  18. Hola Diego:
    Muchas gracias por tus palabras. Siempre es un lujo contar con tu visita.
    Un abrazo.

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  19. Un cuento que me ha encantado.(Tanto como los otros que escribes). También yo había tocado este tema en La llamada ¿recuerdas? pero no me "impresiona" la enfermedad en este caso, me "duele" la convivencia, los actos repetidos, la costumbre, el ignorarnos, aunque luego nos queramos...
    Aquí cada uno tiene su papel, como en tantos sitios. La rutina ha crecido como una mala hierba, la discrección hacia el otro, supera al interés por lo que le pueda ocurrir.
    Soledad Josep, así lo veo, antes de que la enfermedad les aparte.
    PD el otro día vi a Maragall, es el mismo pero es otro....Duro
    Un beso

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  20. Impresionante, Josep.
    Gracias.
    Rosa

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  21. Hola Camy:
    Claro que me acuerdo de tu entrada. En este relato y como dices, la soledad juega a dos niveles, el de la enfermedad y el de una relación entre conocidos que tienen poco o nada que decirse. Al aislamiento o al ensimismamiento puede llegarse por distintos caminos pero una vez allí es idéntico.
    A Maragall le veo con cierta frecuencia porque vive muy cerca de mi oficina y sí, es el mismo pero es diferente aunque a mí cada vez me despierte más ternura.
    Muchas gracias por tu comentario.
    Un beso.

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  22. Hola Rosa:
    Un placer volver a verte por aquí. Me alegro de que te haya gustado.
    Un abrazo.

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  23. Los antiguos griegos y las civilizaciones posteriores, asociaban cumplir años con la demencia y así se creyó hasta nada más y nada menos que 1901. Desde entonces, la investigación para tratar de corregir esta destrucción cerebral va a toda prisa y contra corriente. Es tremendo olvidar quien fuiste. Saludos Josep.

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  24. Hola Adolfo:
    Lo que demuestra que los clásicos eran buenos em algunas disciplinas y zotes en otras. Menos mal porque nos habían puesto el listón muy alto.
    Hoy contamos con la neurociencia que cada día que pasa arroja más luz sobre cómo funciona el cerebro humano. No será rápido pero algún día...
    Un abrazo.

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  25. Tristemente conozco de cerca el Alzheimer. Mi madre lo padeció hasta el pasado mes de noviembre en que falleció.
    Hay un aspecto de esta enfermedad del que se habla poco: es el de los momentos en que el enfermo se da cuenta de su situación. A mi juicio es lo más terrible de todo. Tuve que ver a mi madre, en no pocas ocasiones, en esos momentos y todavía hoy cuando lo recuerdo me produce una gran tristeza.
    Entretanto, la Iglesia sigue poniendo trabas a la investigación con células madre. Permíteme facilitarte este enlace.
    http://armandoalonso.blogspot.com/2009/10/el-alzheimer-y-la-iglesia.html.
    Un fuerte abrazo

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  26. Qué decir, mi querido Josep: impresionante post... Sin duda impresionante. Y por ello, mis felicitaciones...

    Un fuerte abrazo

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  27. Un cuento muy bonito y lleno de significados, como demuestran también las diferentes interpretaciones de los comentaristas anteriores.
    Enhorabuena y gracias por tu sensibilidad,
    Una forta abraçada. Cuidat!

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  28. Hola Armando:
    He ido a leer tu enlace y en efecto, la situación que describes es ilustrativa de la poca visión que tiene la Iglesia respecto a los avances científicos. En toda la Historia, esto ha sido una constante y parece que todavía no se han dado cuenta de sus errores de todo tipo que, como dice Domingo en su comentario, se reduce a dime lo que sea que me opongo.
    La enfermedad de Alzheimer es una de esas que mata en vida, no la única, pero sí la que parece que nos deja más indefensos y vulnerables no ya delante de los demás sino ante quien la padece.
    Muchas gracias por compartir con nosotros tu experiencia.
    Un abrazo.

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  29. Hola Ángela Paloma:
    Muchas gracias a ti. Me alegro que te haya gustado y que hayas vuelto por aquí.
    Un abrazo.

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  30. Hola Ástrid:
    Los cuentos que publico siempre trato de que tengan varias lecturas aunque en este caso creo que pesa demasiado el Alzheimer. No me disgusta porque hemos podido ver la sensibilidad que hay al respecto. Y hablar de ello es una forma de no olvidar. Jairo y Mirta seguro que también lo agradecen.
    Una abraçada.

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  31. Josep,recuerdo leer tu relato en su momento...me afectó,me recordó a mi madre y los límites físicos,no pude comentar,me dolía...
    La memoria es lo que nos permite SER,según vamos cumpliendo años,nos damos cuenta de nuestra fragilidad,olvidos y límites...Es duro,aunque también sea una cura de humildad,que nos hace más humanos,cercanos y entrañables.
    Te felicito por lo bien que expresas ese "no querer darse cuenta de que amenaza el olvido..."Quizá la costumbre es su mejor aliada,deberíamos hacer cosas distintas cada día para incentivar la mente...¿no crees?
    Mi gratitud y mi abrazo y un beso,Josep.
    M.Jesús

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  32. Hola Majecarmu:
    Sabía que pisaba un terreno sensible. El cuento transita por algunas claves que hasta el final podrían o no asociarse a esa enfermedad que quita a todo el mundo, el que la sufre y los que la sufren. Ejercitar la mente es muy bueno en cada momento de la vida, lo mismo que mantener unas rutinas saludables, esto es, hacer las mismas cosas de forma distinta.
    Muchas gracias por tu cercanía. Y un abrazo entrañable.

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