27 de abril de 2011

Simbad


Hubo una vez un hombre como cualquiera de nosotros que fue capaz de conseguir lo que se propuso. No es que consiguiera todo lo que quería, sólo aquello que se propuso. Ese tipo no era especialmente hábil, ni fuerte, ni ducho en conocimientos. Sólo era alguien que se propuso algo y lo consiguió.

En primer lugar quiso saber quién era y para ello tuvo que conocer cuáles eran sus verdaderos límites. No fue sencillo ese ejercicio. Cómo iba a serlo si para eso debía visitar sus creencias, juicios y certezas. Se vio como alguien que nunca había salido de un territorio conocido del que conocía cada rincón pero que era como un pequeño planeta que podía recorrer en cualquier dirección para volver al punto de partida. Eso le recordó el Principito, ese falso cuento para niños que habla de cada uno de nosotros.

Luego, y eso fue lo segundo, tuvo que pensar si era feliz en su planeta. Lo era, sobre todo porque había resumido su concepto de felicidad a la aceptación de lo que conocía pero se daba cuenta de que a veces eso no le bastaba y se sumía en lánguidos pensamientos. Algunos días se preguntaba qué habría más allá de su pequeño país, pero siempre volvía de regreso a casa para ver por televisión o escuchar por la radio historias de aventureros que regresaban contando maravillas. Eso le recordó la fábula del elefante estacado pero empezaba a sospechar que si otros elefantes habían podido librarse de su confinamiento, quizá el también podía.

Como consecuencia de eso, lo tercero que hizo fue tener un sueño. Tuvo que hacerlo despierto y con los pies en el suelo, lo cual es más difícil de lo que parece porque los sueños que se persiguen son como una novela con planteamiento, nudo y desenlace, no un rimero de ensoñaciones más parecidas al cuento de la lechera. Esos no conducen a nada salvo a la melancolía y ese nunca es un puerto seguro. Su sueño era viajar a un planeta cercano.

En cuarto lugar llegó a la conclusión de que si quería ver mundo tenía dos opciones. O compraba un billete de acompañante de explorador o debía construir una nave, no una nave cualquiera sino aquella que le diera servicio y de la que se pudiera fiar. Su sueño no iba a depender de la tecnología de otros ni tampoco de que le llevaran como a un turista. La enseñanza que obtuvo es que no basta con desear hacer algo sino que eso significaba esfuerzo.

Lo quinto que hizo fue construirse una nave. Cuando la acabó se dio cuenta de que no se parecía a ninguna otra y que muchos se reían de ella, especialmente los que no disponían de una. Pero otros expedicionarios que se acercaron a verla no la juzgaron sino que le hicieron algunas preguntas prácticas, por ejemplo, si había previsto tal o cual detalle. Esos le ayudaron de veras. Uno le preguntó si había pensado en un nombre para su ingenio. Eso es importante, le dijo, porque identifica tu sueño y lo distingue de otros. El hombre se quedó pensando y decidió que la llamaría Simbad. Al otro, después de cotejar sus registros y asegurarse de que no había antecedentes de ese nombre le pareció bien.

Lo sexto fue poner una fecha de inicio a su aventura e ir descontando los días del calendario.

Lo séptimo fue no posponer el vuelo. Para ello cerró su casa, se despidió de sus vecinos y amigos y se introdujo en la nave Simbad que esa mañana le pareció más reluciente que nunca. Lo más difícil, no obstante, fue accionar el arranque porque una vez hecho eso no había vuelta atrás.

Lo octavo que hizo fue comprobar que la nave se elevaba lentamente hasta coger más y más potencia y que una vez fuera de la pequeña fuerza gravitatoria de su planeta Simbad se comportaba de maravilla. El viaje al cercano planeta fue corto, como estaba previsto. Hizo un par de vueltas a su órbita para asegurarse de que sus dimensiones eran diez veces superiores a su planeta de origen y finalmente se posó en un lugar cualquiera. Salió de su nave y admiró cuanto vio.

En noveno lugar y cuando se dio cuenta de que sus provisiones menguaban volvió a embarcarse en Simbad y puso rumbo de regreso. El viaje de vuelta se le hizo mucho más corto. Cuando aterrizó corrió a la plaza del pueblo y empezó a contar a todo el mundo las maravillas que había visto, animando a que hicieran lo propio. Muchos le escucharon atónitos, algunos le admiraron pero nadie excepto los expedicionarios le entendió.

En décimo lugar, se planteó nuevos horizontes. Tuvo otro sueño. Construyó otra nave que le llevara más lejos. Pero nunca tuvo otra como Simbad cuyo mérito fue hacerle consciente de lo que era capaz.

16 comentarios:

  1. La Voluntad y creer que todo es posible, hacen lo suyo.

    La Recomnesa: el éxito.

    Saludos-

    ResponderEliminar
  2. Los sueños pendientes de cumplir siguen siendo sueños.
    Los sueños que enterramos a veces se convierten en pesadillas.

    Estupendo viaje!!

    :)

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué bonito! Josep
    Chapeau! Compañero
    Me ha encantado

    ResponderEliminar
  4. Parece una crónica simple y compleja a la vez, "a la francesa" cuándo reflexiona y se vuelve intimista. Muy interesante. Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Es la historia de la trayectoria vital de un ser humano. Saber lo que se quiere y se aspira, ser conscientes de nuestras capacidades, de nuestros medios materiales y trabajar por conseguir aquello que nos motiva, teniendo en cuenta la realidad y los posibles reveses.
    Muy interesante
    Un abrazo Joseph

    ResponderEliminar
  6. Hola Myriam:
    No basta con soñar, además hay que construir la nave que te lleve hasta él. Esa es la parte en la que más fallamos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Hola Gabi:
    Los sueños son distintos que las ensoñaciones. Los primeros hay que currárselos, los segundos no piden pan pero generan suspiros melancólicos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. Hola JLMON:
    Y a mi me encanta que te haya gustado.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  9. Hola Adolfo:
    A la francesa, ya me gustaría a mí. Como soñador ya sabes que la forja es lo más duro que hay en este empeño. Un decálogo de tareas que son como los saltos del Gran National sólo que en estos tú haces de caballo y jinete al mismo tiempo.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Hola Katy:
    Fíjate en que los sueños no son "nada más" que desafíos que no podemos alcanzar con nuestros actuales medios y para hacerlos posibles tenemos que hacernos un poco más grandes. Ese es el esfuerzo.
    Muchas gracias por tu comentario.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  11. Te aplaudo sinceramente. En la primera frase ya marcas la diferencia "no todo lo que quería, sólo lo que se propuso".
    ¡queremos tantas cosas y nos proponemos sinceramente tan pocas -por el esfuerzo-!Estoy convencida que la gran mayoría al llegar al sexto lugar, tira la toalla y sigue pensando en lo mucho que quiere y en lo complicado que es doblegar la desidia y templar la voluntad para conseguir lo propuesto.
    ¡ah, el Principito!.
    Un beso

    ResponderEliminar
  12. Hola Camy:
    Es cierto que es más fácil y mucho menos comprometido tener ensoñaciones que perseguir sueños. Ahora bien, no hay nada tan gratificante como conseguirlos porque, al final, los sueños son aquello que pensamos que excede a nuestras capacidades.
    Muchas gracias por tu comentario.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  13. Hola Josep:

    Salir de la zona de comodidad, conocerse y atreverse es lo que marca la diferencia entre una personas y otras. Lo malo es que nos han enseñado a buscar la seguridad, a no ser nosotros y a que el miedo nos venza. Por eso, son necesarios post como este que nos recuerden que hay vida más allá de la zona de seguridad. Fantástico

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  14. Hola Fernando:
    Mucho de lo que deseamos y no tenemos es porque no nos atrevemos a estirar el brazo. En eso el coaching es de suma utilidad.
    Muchas gracias por tu comentario.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  15. Josep,ya veo que te has empeñado en incentivarnos con estos posts de valientes emprendedores.Se necesita mitad de cordura y de locura para llevar a cabo "el sueño que nos habita".Hemos de ser "SANCHO Y QUIJOTE"a la vez para redondear la obra.
    Mi gratitud por tu constancia y tu buen hacer.
    Mi abrazo por ese optimismo gratificante.
    M.Jesús

    ResponderEliminar
  16. Hola Majecarmu:
    Te haré una pequeña confesión. Desde hace un tiempo, no sé si por casualidad o porque la vida te lleva a ello he topado con muchas personas que dicen tener sueños pero que en realidad no están dispuestas a mover una uña por hacerlos realidad. Esperan, de una u otra forma, que los reyes magos se los dejen una noche cualquiera como regalo. Y ese camino sólo lleva a la melancolía, por eso me decidí a hablar sobre ello.
    Muchas gracias por tu estímulo que siempre es bienvenido.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar