30 de abril de 2009

Una metáfora acerca de volar

Sabemos que el hombre tiene como único límite el lenguaje, pero es que hay cosas que no se pueden describir con palabras, como por ejemplo la sensación de volar o más concretamente, de pilotar. Estar a los mandos de un avión debe ser algo parecido a ser dueño de tus sueños, de sentir que puedes llevarlos allá donde tú quieras.

Springen era una de esos soñadores que periódicamente se sometía a la disciplina del vuelo porque volar, como soñar despierto, necesita mucha disciplina y seguir ciertas normas que nunca se pueden olvidar. Lo hacía siempre a primera hora de la mañana, cuando el cielo estaba más limpio. Decía que sólo así podía sentir la sensación de no estar contaminado por otros pensamientos y que su espíritu necesitaba elevarse por encima de los trigales y de las colina de la campiña para soñar libremente y sentirse vivo.

Un día su avioneta se averió en pleno vuelo y tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia muy cerca de un pequeño pueblo. Se salvó de milagro y aunque herido logró salir arrastrando su cuerpo antes de que el aparato estallara. Se sorprendió de que, a pesar de la cercanía de las casas y del estruendo, nadie saliera a ver qué había pasado.

Springen tuvo la feliz idea de ponerse a resguardo cerca de un riachuelo en cuyas aguas se lavó y refrescó y allí esperó a ver si alguien acudía en su ayuda pues apenas podía moverse. Pasaron las horas y al fin vio que un niño se acercaba jugando despreocupado por su presencia y por los llamativos colores de su mono de vuelo. Le llamó pero el niño parecía no verle y al cabo de un rato se marchó dejándole solo y angustiado.

Cuando ya empezaba a anochecer el dolor era insoportable, pero viendo que nadie parecía haberse dado cuenta de su presencia, no le quedó más remedio que arrastrarse hasta las primeras casas del pueblo para pedir ayuda. Se abrió una puerta y salió una señora que no se sorprendió al verle en tan lastimoso estado. Para ti, en este pueblo estamos todos muertos, fue lo único que le dijo antes de volver a cerrarla.

Springen pensó que estaba soñando, que aquello no podía ser real. Hasta que por fin comprendió lo que estaba sucediendo: eres dueño de tus sueños y nadie puede vivirlos por ti. Puedes soñar cuanto quieras, pero luego tienes que regresar para vivirlos y compartirlos porque si no es como si se los contaras a un muerto.





5 comentarios:

  1. Es un increible video con una musica bien relajante, me gustaria ser un pajaro para volar :-)

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  2. Gracias, Juegos por tu comentario. Pienso que si nos lo proponemos podemos volar con nuestra mente. Hasta pronto.

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  3. Estupenda metáfora que, por desgracia, podemos aplicar demasiadas veces a nuestras vidas.

    Saludos.

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  4. me parece un gran video y si creo que josep tiene razón al decir que si nos proponemos volar o cualquier otro propósito se puede lograr aunque sea con nuestra mente si se pude lograr.

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