La popularidad casi nunca se consigue por mérito propio sino por influjo de terceros, como lo demuestra a menudo la vida y ahora una encuesta publicada en el Morning Star donde puede apreciarse que el 87% de los “personajes populares” eran unos perfectos desconocidos hace sólo cinco años a pesar de que el 62% de ellos ya se dedicaba profesionalmente a la actividad en la que ahora destacan por aclamación popular pero no necesariamente por concurso de méritos.
La gente corriente encuentra en la popularidad una mina de oro, es decir única, para aspirar a una mejora sustancial de su status social, aunque éste sea efímero si no se ve acompañado de alguna habilidad concreta. Se puede llegar a ser popular (me resisto a emplear la palabra famoso por sus obvias connotaciones oportunistas) por muchas razones, porque salió en la tele (caso Susan Boyles con su insuperable interpretación de Los Miserables) o porque saltó a la fama por una intervención gloriosa (caso del periodista iraquí que lanzó su par de zapatos a la cabeza del ex emperador Bush hijo). Los dos se convirtieron en personajes populares pero me da que la cantante lo será por mucho más tiempo que el iracundo periodista, por muy hábil que sea en el lanzamiento de calzado. He aquí la diferencia.
La gente corriente (ordinary people en inglés) actúa en ese sentido como impulsora del cambio. Es imposible acceder a mayores cotas de reconocimiento sin ese apoyo definitivo, necesariamente entusiasta y pocas veces realmente entendido en la materia que juzga y sentencia.
La gente ordinaria –que sería la traducción del inglés del término- no se corresponde necesariamente con la clase media aunque ésta forme su subconjunto más nutrido. Más bien está compuesta por todo aquel que no pertenece a la aristocracia ni a las élites –de cualquiera de ellas- Tan gente corriente podríamos ser yo mismo o el presidente de vecinos de mi escalera como algún rentista con muchos posibles pero completamente desconocido. Menestrales sociales que nunca dejarán huella por no ser populares pero con el poder de encumbrar a cualquiera de sus vástagos hasta cotas inimaginables incluso para ellos mismos si se lo proponen.
La moda, o mejor, lo que cuaja y acaba convirtiéndose en moda, es otro triunfo de la gente corriente y de prácticamente nadie más. Quizá por ello Zara tiene en Facebook un magnífico y puede que insuperable banco de pruebas para testar el funcionamiento de modelos y colores. La democracia es otra maravillosa forma de medir la popularidad, sobre todo en un país como éste que donde las elecciones no se ganan sino que mayormente se pierden por decisión de la gente corriente que, caprichosa, hace decantar la balanza hacia uno u otro lado.
La gente corriente dispone de un poder que sólo puede ejercer en masa, eso sí. En el uno a uno, la cosa no funciona igual y es allí donde lucen las élites. Me he entretenido a analizar este fenómeno un poco más en detalle para descubrir algunas cosas curiosas. Por ejemplo, en las redes sociales hay personas verdaderamente populares que no son seguidas tanto por sus aportaciones concretas como por su capacidad para generar opinión. En el mismo medio, también he constatado que algunos ni siquiera necesitan hacer eso para ostentar poder popular (que es lo que en realidad describe al término popularidad) sino que les basta con “pasearse por los salones de la buena sociedad” e ir dejando constancia de sus filias y fobias. En suma, de manipular a los que realmente son populares. La suya sería una especie de popularidad indirecta, con un público mucho más reducido pero igual o más efectiva.
Concluyo. La gente corriente está compuesta por el 95% de la sociedad que ensalza al 5% restante por un periodo que oscila entre unos pocos meses o la vida entera e incluso más allá. Y lo más curioso es que, en cuanto se deja de formar parte de ella, normalmente se olvida la procedencia. No sé si la expresión “ordinary people” es más acorde para describir la diferencia entre unos y otros que la de gente corriente.
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Hace 1 año
¡Excelente reflexión!
ResponderEliminarDentro de toda esta gente, hay un subconjunto que me repatea especialmente, los que son famosos sin tener nada especial para serlo, o incluso todo lo contrario (tipo Belén Esteban, para entendernos, aunque luego explota su "marca" como la mejor).
Y me maravilla el caso contrario, gente perteneciente a la "ordinary", y que va por la vida haciendo el bien, ayudando a los demás, etcétera, sin esperar un reconocimiento por ello, simplemente porque están convencidos de que así es mejor.
Un abrazo
Pablo Rodríguez
Interesante reflexión Josep.
ResponderEliminarParticularmente soy "ordinario" a mucha honra...
Los "populares" (fuera de toda connotación política) cumplen con su papel que no es otro que remover, impulsar, sugerir. Los "famosos" no llegan ni a eso, son los auténticos "ordinarios" en el peor sentido del término.
Cuidate
Hola Pablo:
ResponderEliminarPor eso mismo he rehuido el término "famoso" porque prefiero el de "popular" que al menos llega a serlo porque aporta algún mérito.
Los "ordinary" tienen un enorme poder, sobre todo el que describes que también podríamos llamar el de los "héroes cotidianos" que ni son populares ni famosos y no será por falta de mérito.
Muchas garcias por tu comentario.
Un abrazo.
Hola JLMON:
ResponderEliminarJaja, completamente de acuerdo contigo. Parafraseando, Señor cúidame de los famosos que de mis enemigos ya me cuido yo.
Un abrazo.
Hola Josep:
ResponderEliminarMe ha gustado el enfoque. Por mi trabajo conozco a mucha gente popular que en realidad son ordinary people (en el sentido castellano de la palabra o pero término como apunta José Luis)Indudablemenete me quedo con la otra , con la ordinaria, la de batalla, la que constuye el mundo día a día fuera de todo foco.
Lo que me llama la atención es que ese 5% pueda dominar o manipular a ese otro 95%.
Un ejemplo: Si yo digo por ejemplo que existe una crisis de valores soy un tarado o qué sabré yo. Si lo dice un especialista recien aterrizado de Davos es la leche. Cuestión de popularidad.
Un abrazo
A mí la distinción entre anónimos y populares me parece una forma más de ordenar el mundo, de hacerlo un poco más comprensible y manejable, de reducir su caos en definitiva. Pero tengo claro que la Historia, la que se escribe con mayúsculas, emana del concepto unamuniano de intrahistoria, que es la urdimbre colectiva anónima que se esconde bajo los grandes nombres y que son el motor fundamental de cualquier transformación. Ocurre que somos mitómanos por naturaleza y necesitamos de referentes a los que adorar de algún modo. Vamos recluyéndolo todo en panteones y vitrinas, disecándolo, cuidando con esmero nuestra galería de dioses, héroes y villanos, mientras que la vida fluye y sigue su curso como fuente inagotable de anónimos que un día cualquiera, por una jugada del destino o por lo que sea, pasarán a engrosar el salón de la fama, aunque sea durante los quince minutos warholianos.
ResponderEliminarHola Fernando:
ResponderEliminarEl mismo concepto de élite ya encierra ese aroma de la creme de la creme que, necesariamente es la parte ínfima de cualquier porción, como la esencia del perfume.
Si de verdad el club Bilbeberg controla el mundo por encima de gobiernos y corporaciones es seguro que el número de socios es mucho menor de ese 5%, quizá ni llegue al 5% del 5%.
Pero es así, tú o yo decimos algo y tiene menos efectos que el vuelo de una mosca, ahora bien, el señor Soros dice que el próximo gobierno británico debería plantearse seriamente devaluar la libra esterlina y apuesto mi último centavo a que en el Exhequer ya están haciendo números.
Es así.
Un abrazo.
Hola Domingo:
ResponderEliminarNo es sólo que esté de acuerdo con el fondo de tu comentario, es que también lo estoy con la forma.
Las intrahistorias a las que te refieres citando a Unamuno son lo que da cohesión e incluso oxígeno a esta sociedad y sin ese humus no podría crecer las florecillas de la popularidad.
En la dinámica marxista ortodoxa se apela a la igualdad, todos son camaradas, pero ni así se obvia el hecho de la popularidad anque allí estuviera representada por la nomenclatura.
Es decir, como bien dices, hay algo en la esencia misma de la sociedad que, a modo de las abejas u hormigas, necesita crear de entre sus iguales seres únicos (populares) a los que imitar o tomar como ejemplo o guía.
El resto de los mortales deberemos conformarnos en lo individual con otro tipo de liderazgo y en lo colectivo con levantar o tumbar gobiernos, que no es poco.
Muchas gracias por tu aportación.
Un abrazo.
Hola Josef:
ResponderEliminarNo recuerdo quién fue, pero creo recordar que un escritor famoso se negó a que le pusiesen su nombre a una calle, porque sabía que finalmente desaparecería en favor de la calle.
Estando totalmente de acuerdo, yo también he dejado en mi testamento que no le pongan mi nombre a ninguna calle y mucho menos a un polideportivo.
Un abrazo.
Hola Javier:
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo contigo. Yo tampoco quiero que pongan mi nombre a un polideportivo porque además llevo un estilo de vida tirando a sedentario y no sería apropiado.
Un abrazo.
Hola Josep en menudo lío me has metido, ha estas alturas de la vida y no se que clase de gente soy (es broma)
ResponderEliminarUn beso
A mí lo que me duele es que haya tanto talento desaprovechado...que morirá sin que se haya compartido. Y sí...pienso en Susan Boyle, a la que ya has traido en otra ocasión y que sabes que le tengo un especial cariño...
ResponderEliminarHola de nuevo, a estas alturas (quise decir)
ResponderEliminarUn beso
Hola África:
ResponderEliminar¿Cómo, que no sabes si eres elite o gente corriente? jeje, menudo problema. Como decía Serrat, a lo máximo que muchos podemos aspirar es a ser parte de la aristocracia del barrio. Y eso ya debe ser la leche.
Muchas gracias por tu comentario.
Un beso.
Hola Malvada Bruja del Norte:
ResponderEliminarEs que el caso de Susan Boyle es buenísimo porque efectivamente ilustra a la perfección la ascensión meteórica de una selecta miembro de la ordinary people a las más altas cotas de popularidad que no de fama de "famoseo".
Y por cierto, me alegro un montón de que esté vendiendo discos como churros.
Un abrazo.
Yo creo que hay gente corriente con mucha habilidad para infiltrarse en la popularidad. De ahí a que ésta sea duradera o no, dependen muchos otros factores. Lo que sí encuentro mal de todo ello es cuando se usan y/o ventilan las miserias humanas o las intimidades de las personas para conseguir popularidad. Eso no lo soporto. En fin, como siempre digo, cada perro con su hueso, pero yo no lo sigo, desde luego que no.
ResponderEliminarBuena aportación Josep.
Un beso