9 de septiembre de 2011

Con promesa


La etiología de algunas palabras, además de ser algo que suele pasarnos completamente en transparencia y a lo que no le prestamos la más mínima atención, nos da pistas. Por ejemplo, la palabra compromiso está compuesta por con promesa. Sin embargo, hacer promesas se nos da muy bien mientras que comprometernos ya suele ser otra cosa.

La naturaleza humana, pozo sin fondo del que siempre se extraen cosas y que no para de darnos munición, parece que no está especialmente dotada para mantener las promesas en el tiempo. Prueba de ello es que incluso nos sorprendemos cuando alguien cumple algo que prometió. Estas pasadas vacaciones yo mismo me sorprendí cuando recibí un aviso de correos y al ir a la estafeta me encontré con que un amigo mío me había enviado una caña de lomo desde Extremadura. Me lo había prometido pero no tenía demasiadas esperanzas en que cumpliría su promesa.

Las promesas son contratos que establecemos con terceros y que formulamos más o menos libremente, pero como todo contrato su vigencia expira con su cumplimiento no en su formulación como vemos tantas veces. No es de extrañar por tanto que el valor de nuestros compromisos sea puesto en cuestión sin darnos cuenta de que ese cuestionamiento equivale al valor que atesoramos. Nadie está por encima del valor que tienen los compromisos que voluntariamente adquiere, aunque a menudo no seamos conscientes de ello.

Hay situaciones concretas en las que el compromiso adquiere una solemnidad especial, por ejemplo, cuando establecemos propósitos de enmienda. En esas ocasiones no sólo a lo que nos comprometemos sino el lenguaje corporal que adoptamos al formularlos está cargado de solemnidad sin que eso, probablemente, implique mayor certeza en su cumplimiento.

En cualquier caso, convendría que afináramos un poco en nuestra velocidad a la hora de prometer, sobre todo cuando lo hacemos sin presión. No es lo mismo prometer ante un requerimiento que se nos formula que hacerlo sin él, en cuyo caso a eso lo llamamos oferta. ¿Cómo puede ser que nos ofrezcamos a hacer algo por alguien y no cumplamos? En esencia, todos tenemos el valor de la oferta en que nos constituimos pero deberíamos ser más conscientes de que en realidad somos más valorados por el porcentaje de cumplimiento de esa oferta que por la capacidad de formularla que normalmente es más alta.

No deja de ser curiosa nuestra reacción ante el incumplimiento percibido. Ante una promesa incumplida, tendemos a quejarnos. Pero la queja en sí misma no es generativa, no conduce a nada más que a nuestro desahogo. Existe una respuesta mucho más potente: la reclamación. Si la promesa es un compromiso y por tanto está sujeto a cumplimiento, lo que corresponde hacer no es quejarse sino reclamar recordando en qué consistía el compromiso, qué condiciones de satisfacción contenía, cuál era el plazo de cumplimiento, etc. La reclamación aborda los aspectos concretos no satisfechos que permiten la reparación mientras que la queja es genérica pero no genera nada más que la natural frustración y si acaso, colocar una muesca más en las promesas incumplidas.

En tiempos electorales como los que se avecinan se nos formularán muchos compromisos que serán sistemáticamente incumplidos, de eso no cabe duda. La cuestión es cuando aprenderemos a reclamar en lugar de quejarnos. Veremos.

12 comentarios:

  1. Hola Joseph una pena constatar lo que dices
    Hacer promesas es fácil precisamente porque no nos compromete. La palabra dada hoy, ya no es un valor en si, cuando antiguamente erauna firma. Mientras que actualmente se cambian las leyes, las escrituras, los papeles y la gente jóven y no tan jóven huye del compromiso. Se lleva "Dónde dije digo, digo diego”
    Enrique Rojas en su libro “El hombre light” lo desarrolla muy bien.
    Yo hace tiempo que no me creo nada de lo que me dicen, ni las cosas más banales. En estos años me he encontrado con muy pocas personas en las que la palabra dada sea un valor. Todos jugamos a políticos
    Un abrazo
    P.D. Para reclamar hay que ganarse la credibilidad primero y con hechos, si no caemos de nuevo en las palabras.

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  2. Viva el movimiento 15-M. Lo que hemos visto hasta ahora ha sido un juego de niños comparado con lo que está por venir. Ya verás que ambientazo vas a poder disfrutar en Barcelona y en muchísimas otras ciudades de España, Josep. El pueblo ha estado dormido, pero me parece que la falta de esperanza lo está despertando. A hostias, pero lo está despertando.

    Un abrazo.

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  3. Ja, ja, ja.
    Me estoy acordando de los 3,5 millones de puestos de trabajo que nos acaban de... prometer.
    Un abrazo.

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  4. Como bien sabes, en el ámbito del derecho, un compromiso o una cláusula compromisoria es una estipulación contenida en un contrato, a través de la cual las partes acuerdan someter a arbitraje las divergencias que deriven del cumplimiento o la interpretación de dicho contrato. Los políticos por lo general no llegan tan lejos, a menos que lo hagan en el País de Alicia, y bien que debiera tener ese nivel de obligatoriedad para con los ciudadanos, porque jugarse a una carta el creerse o no "las promesas" no deja de ser un chiste sarcástico, cómico de mal gusto, y tal vez por eso las democracias, al menos la nuestra, no ha traspasado aún ese escalón por el que los ciudadanos estiman en su modesto entender, que siendo el sistema menos malo, sigue estando inconcluso.

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  5. Para comprometernos con otro, primero tenemos que comprometernos con nosotros mismos. Creo que allí está la primera razón de no cumplir promesas, no hemos aprendido aún a ser fieles a nosotros mismos. Cuando me respeto y me hago responsable de mí, es probable que tambien lo haga con el otro.
    Gracias por hacernos relexionar.
    Abrazo de luz, Mirta

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  6. Hola Katy:
    En efecto, como decíamos valemos lo que valen nuestras promesas por mucho que no seamos conscientes de ello.
    Un abrazo.

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  7. Hola Fernando Solera:
    Me muero de ganas de ver cómo nos movilizamos (unos y otros) respecto al despliegue de promesas electorales que se avecinan y eso a pesar de que tienen una oportunidad de oro para no hacer falsas promesas. Veremos.
    Un abrazo.

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  8. Hola Javier:
    Ya ha visto como han corrido a matizar. Ya no es una promesa sino una aspiración. Ah, la maldita semántica.
    Un abrazo.

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  9. Hola Adolfo:
    La última parte de tu comentario me ha recordado tiempos adolescentes en los que abríamos debates sobre si la democracia era o no el mejor de los sistemas posibles y eso que aquí todavía estábamos en tiempos del franquismo. La conclusión de entonces es la misma de la de ahora, que es el menos malo de los sistemas y como tal manifiestamente mejorable, como los latifundios extremeños. Ahora bien, el toque nacional que aquí le damos la convierte en un sistema genuino y quien sabe si exportable.
    Un abrazo.

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  10. Hola Luz del Alma:
    Esa es la clave, sólo cuando nos hacemos responsables de nosotros mismos podemos asumir responsabilidades con los demás, antes no.
    Muchas gracias por tu comentario.
    Un abrazo.

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  11. Hola Josep
    La promesa es algo así como impunidad de la red virtual. El compromiso es la dura realidad.
    Cuidate

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  12. Hola JLMON:
    Nunca lo había visto de esta manera pero puede que tengas razón.
    Un abrazo.

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